sábado, 16 de julio de 2016

julio 16, 2016
Pedro Echeverría V.

1. Caminamos dos kilómetros de tres a cuatro de la tarde con 100 compañeros maestros bloqueando la avenida aeropuerto. Conociendo que los gobiernos yucatecos nunca reprimen supusimos que al llegar a la entrada del aeropuerto, a solo 300 metros del edificio, nos bloquearía la policía a quienes les exigiríamos tránsito libre. Pero para sorpresa ningún policía, ninguna armada, ningún ejército y si no hubiera surgido el temor, la cobardía, el miedo, hubiésemos recorrido cuadra y media y ocupar la sala de espera haciendo propaganda de nuestro movimiento presionando para que se cumplan nuestras demandas. Los maestros y sus “dirigentes” se negaron temblando de terror y pidiendo regresar.

2. El gobernador del Estado se moría de risa tras los informes policiacos en palacio; imitando a los otros gobernadores que conocieron muy bien a los yucatecos diciéndoles: “no pidan mucho no vaya a ser que se les cumpla y luego no sepan que hacer”. Desde hace décadas he querido explicarme porque los yucatecos nunca participan en protestas a pesar de su pobreza y miseria. Leía y preguntaba a mis amigos antropólogos cuál era el carácter de los mayas de Uxmal, Chichen, Mayapán, Sotuta y todos han coincidido que eran muy pacíficos, no mataban una mosca aunque esta les moleste o revolotee. Luego revise al rebelde Canek, la ausencia de lucha por la Independencia, la no participación en la guerra de Reforma de mediados del XIX.

3. La histórica Guerra de Castas de mediados del XIX que no recibió de sus hermanos indígenas la solidaridad de los mayas yucatecos controlados por los hacendados obligándose a retroceder para luego ser asesinados; la imponente bienvenida a la emperatriz Carlota y las palabras de Maximiliano alabando la gran cultura y hospitalidad de los yucatecos; la Revolución “desde fuera” impuesta por el sinaloense Salvador Alvarado en 1915 contra los hacendados esclavistas y luego las expresiones del mismo Alvarado hablando de la cobardía de los yucatecos. Las expresiones de Lázaro Cárdenas en 1938 sobre los ejidos que él mismo decretó.

4. Puta, si esa es la historia de los yucatecos, ¿De dónde carajos les va a nacer luchar hoy, superar sus miedos y temores, si nunca en la historia han participado en acciones políticas? Los yucatecos saben cantar recostados en su hamaca, saben contar cuentos, son agradables haciéndonos reír, cultivando nuestro egocentrismo o convirtiendo nuestra seriedad en buen humor. ¿Pensarán que para qué amargarse el carácter con protestas, reclamos, si son apenas 70 años la vida? Y los gobernadores siempre lo han sabido; son como valores entendidos: no reprimimos para que las protestas sean tibias o de mentiritas.

5. Desde 1960, cuando me hice comunista, hemos pretendido movilizar y convencer a los yucatecos de que deben luchar por sus derechos. Hoy, después de 56 años, somos cuando mucho 30 personas las convencidas; hemos sumado a la izquierda una persona cada dos años. En los próximos 50 años ya contabilizaremos a 25 compañeros más. No es que no haya trabajo político; lo hay, pero respondiendo a la conformación histórica del estado de Yucatán. Por eso –por la historia- es muy fácil explicar y entender porque en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Veracruz, CDMX, Morelos, son pueblos que luchan, así como los cantos y sueños de Yucatán.

6. Fui 100 por ciento activista hasta las protestas que organizamos en 2007 en Yucatán contra la visita de Bush, Calderón y la firma de la “iniciativa Mérida”. Luego, conociendo lo que sucedía en México al comerse el presidente Calderón a la llamada oposición, a los electricistas, a la APPO, etcétera, y reflexionar lo que sucedía en el mundo, entré en un pesimismo muy esperanzador. Me animé y pensé que tomaríamos el aeropuerto hoy 15 después que el gobernador del estado lo dejó completamente libre. Pero al ver que los maestros y sus dirigentes, cuando sólo tenían que caminar 150 metros sin retén policiaco alguno, para ocupar los salones del aeropuerto y quedaron paralizados, entonces retrocedí 20 metros y les entregué la manta que llevaba adelante.

7. (Nota aclaratoria) Después de exhortarlos varias veces para continuar la marcha, al escuchar de algunos “dirigentes” que “los maestros no querían avanzar a pesar de que nada se los impedía y se preparaban para regresar”, decidí retirarme. Pero ¡qué bueno! al fin se logró que muchos avanzaran con sus mantas los 150 metros hasta las puertas del aeropuerto (según se puede ver en fotografías de la prensa local de hoy). Los maestros no provocaron contratiempo, se portaron decentemente como maestros sin reclamo alguno, a pesar de que les cerraron las puertas de la sala con mecanismo automático. A los pocos minutos se retiraron.

8. Tomar por lo menos la sala de aeropuerto de Mérida por dos horas o más iba a ser una maravillosa noticia nacional a favor de las sacrificadas batallas de la CNTE y una experiencia histórica de los maestros yucatecos. No tomarlo, a pesar de que el gobernador lo entregó en bandeja de plata, me dio una gran vergüenza, pero también me reconfirmó y me fortaleció la tesis que vengo manejando hace muchos años. Quizá por ello prefiero estar por varios días cada uno o dos meses en la ciudad de México y otras ciudades que me ayuden con su ejemplo a vivir. ¿Qué hacer cuando se vive en un país o en un lugar totalmente inadaptado? (15/VII/16)