martes, 14 de junio de 2016

junio 14, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero

Alejandro Murat Hinojosa dio al PRI una de las pocas buenas noticias del domingo 5 de junio. Está a unos trámites de convertirse, como su papá, en gobernador de Oaxaca. José Murat Casab lo fue entre 1998 y 2004, años en que benefició como pocos a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), cuyos dos líderes más visibles están hoy detenidos y son investigados, entre otras cosas, por lavado de dinero.


Según datos oficiales, Murat Casab le inventó a la CNTE una gratificación especial por el Día del Maestro que empezó siendo de cinco días de salario al inicio de su sexenio y cerró siendo de 15, que significaron un costo de 387 millones de pesos al año; también le creó el “Bono de Inicio de Ciclo Escolar” de cuatro días más de salario, con una erogación de 103 millones anuales; le aumentó diez días al “Bono de Productividad” que costó 271 millones cada año, más una ayuda al transporte de 34 millones de pesos y una compensación a los administrativos de 96 millones. En total, de puros extras, José Murat le significó a la Coordinadora cosa de 890 millones de pesos adicionales anuales.

Todo esto habría sido muy bueno si hubiese venido acompañado de mejoras en la calidad de la educación. Pero no. No les exigió siquiera que dieran clases todos los días del calendario escolar. Su prioridad fue que la CNTE no generara confliictos políticos, o que los generaran, pero contra quien el gobernador les dijera.

Por esta colusión, me pareció relevante preguntar a Alejandro Murat qué pretendía hacer con la CNTE, ahora que la han metido en cintura en Oaxaca, quitándole el control de la educación y su presupuesto, lo que se ha traducido en menos días de marchas y más días de clases.

Alejandro Murat fue tibio y escurridizo. Su poca claridad, su falta de contundencia me dejaron la percepción de que Murat hijo repetirá el modelo de Murat padre: hablará de las bondades de la reforma educativa, reconocerá a su presidente Peña Nieto por ella, jurará la aplicación de la ley, pero por abajo del agua mantendrá los viejos pactos entre la CNTE y su familia, y volverá a abrirles la llave del dinero ilegal, lo que permitirá revivir a un movimiento cuyas marchas enflacaron en dos años: de decenas de miles de protestantes pasaron a solamente miles.

Frente a sus respuestas evasivas, traté de llevarlo a decir lo que claramente no quería decir. Le pregunté a Alejandro Murat si su postura “es diferente con respecto a lo que se está viviendo actualmente, es decir, ¿hay un acercamiento, un pasito adelante, una mano extendida hacia la Coordinadora?”.

Su respuesta deja poco espacio a la especulación: “Por supuesto que estamos en esa ruta, Carlos. Mi gobierno será un gobierno de diálogo, de construcción, pero también será firme en aplicar las leyes y hay muchos maestros que hoy han sumado a esta ruta de la gran reforma”.

Cualesquiera sus planes, Murat hijo no podrá ejercer el poder como su papá. Hay nuevos contrapesos a los que quizá la familia no está acostumbrada. De entrada, una sociedad civil más actuante y poderosa.

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