lunes, 2 de mayo de 2016

mayo 02, 2016
LA HABANA, Cuba, 2 de mayo.- Sin un solo turista a bordo llegó este lunes a La Habana el primer crucero estadounidense en cerca de cuatro décadas. Las 700 capacidades del "Adonia", buque insignia en la línea Fathom de Carnival, fueron totalmente ocupadas por viajeros norteamericanos en programas de intercambio “pueblo a pueblo”, varias decenas de periodistas y altos directivos de la compañía con sede en Doral, Florida.

Aunque las leyes vigentes del bloqueo aún prohíben los viajes turísticos de estadounidenses a la Isla, las recientes medidas ejecutivas de la administración de Barack Obama abrieron nuevas puertas para la transportación marítima entre ambos países.

Carnival, uno de los operadores de cruceros más importantes del mundo, decidió aprovechar la ocasión. Junto a sus contrapartes cubanas, diseñaron un itinerario de una semana centrado en actividades culturales que dio inicio el pasado domingo en Miami e incluye paradas en La Habana, Cienfuegos y Santiago de Cuba.

El recorrido está amparado en la licencia de viajes educativos “pueblo a pueblo”, una de las 12 categorías autorizadas por Washing­ton, y busca familiarizar a los norteamericanos con la “Cuba real, cercana y profunda”, según su sitio web.

Instantes después de desembarcar del Ado­­nia, el director ejecutivo de Carnival, Ar­nold Donald, dijo a la prensa que su compañía se sentía “orgullosa” de participar en un mo­mento histórico. Añadió que existe un creciente interés en su país por conocer la Isla.

Arnie Pérez, abogado de origen cubano que trabaja como asesor legal de Carnival, afirmó que los viajes tendrán una frecuencia quin­cenal y avizoró mayores conexiones en­tre ambos lados del Estrecho de la Florida en un futuro próximo.

Durante la administración del demócrata James Carter, a finales de los años 70 del siglo pasado, algunos cruceros estadounidenses arri­baron a Cuba. Si bien en aquella oportunidad los viajes fueron liberados totalmente por Washington, aún no existían las capacidades turísticas que se aprecian hoy en distintos pun­tos del país. El gobierno de Ronald Reagan cerró esa puerta en 1982.

Des­de los anuncios del 17 de diciembre del 2014 y el fin de una parte de las restricciones impuestas en las últimas décadas, los arribos de estadounidenses han ido en aumento. Sin embargo, algunos analistas cifran en varios millones el potencial turístico del mercado nor­­teamericano en la mayor isla del Caribe.

En ambas cámaras del Congreso en Wa­shing­ton están en marcha proyectos de ley pa­ra permitir los viajes turísticos a Cuba. Ade­más, las empresas hoteleras norteamericanas muestran interés por las oportunidades de ne­gocios que se abren. Recientemente, Star­wood firmó un contrato para administrar el icónico Hotel Inglaterra de La Habana.

Pueblo a pueblo

“Cuba y Estados Unidos están demasiado cerca para ser enemigos”, dijo a Granma Jene Trall, residente en Boston y quien viaja a La Habana por primera vez.

“Era ridículo lo que estábamos haciendo”, añadió tras reconocer los pasos dados en los últimos años por el gobierno de Barack Obama respecto a la política hacia Cuba.

Jill Brown, de Texas, sostuvo que siempre quiso venir a Cuba. Se decidió por el crucero de Carnival, en lugar de un pasaje en avión, porque “es más fácil y ya todo está arreglado”. “Uno siempre corre el riesgo de hacer las cosas mal por su cuenta”.

Brown no está de acuerdo con aquellos que creen que la propia presencia de los norteamericanos terminará por destruir la esencia del lugar. “Viajo mucho y soy respetuosa de cada país que visito”.

“Quiero verlo y conocerlo todo, la historia, los edificios y los autos antiguos”, agregó.

No es la única interesada en adentrarse en las peculiaridades de un país que, a solo 90 millas del suyo, ha tomado un camino totalmente distinto en cuanto al modelo económico y social.

Desde california viajó Jack Collisham, un amante de los carros viejos que aspira a dar un salto en el tiempo y ver transitando por las calles los Cadillac, Ford y Pontiac de su infancia.

“Quiero aprender de la vida de los cubanos”, aseguró a este diario la neoyorquina Cinthia Brown, mientras probaba por primera vez en La Habana el famoso Cuba Libre.

El programa de una semana, sin embargo, tiene el reto de trascender los estereotipos que se agotan en la propia terminal de cruceros Sierra Maestra, donde fueron recibidos por un torcedor de tabaco, una pareja profesional de baile que dejó patitieso a más de uno y los estentóreos tambores de la comparsa de Cayo Hueso.

“Yo vivo muy cerca de aquí y desde que me enteré que este crucero venía hoy me dije tengo que ir a verlo”, afirmó Idalis Méndez. Vive desde hace décadas en La Habana Vieja y se unió ayer a cientos de curiosos que esperaron en el Malecón la llegada del Adonia.

“Yo no sé lo que vienen a ver sobre Cuba las personas que vienen a bordo, pero estoy segura de que significa un paso más en este proceso de acercamiento. Además del calor de La Habana, encontrarán el calor del pueblo cubano que vino a recibirlos”, refirió.

Jorge Manuel Nuviola, cuentapropista, siem­pre está cerca cuando llegan los barcos y recuerda el Ópera que arribó hace algunos me­ses y era mucho más grande que el de Car­nival. “Pero escucho a las personas por aquí cer­ca que este es especial porque en él vienen no solo estadounidenses, también cubanoamericanos y eso es un paso adelante para las relaciones entre Cuba y Estados Unidos”.

“Yo sí quisiera que las relaciones progresaran, somos vecinos y una buena amistad con ellos debe traer mejoría para nosotros”, concluyó.

Una nueva oportunidad

La visita de los cruceros de Carnival es una nueva oportunidad para mostrar “la Cuba que tenemos”, dijo Víctor Juan Veloso Pimienta, director de Havanatur, una de las contrapartes cubanas que ayudó a organizar los recorridos.

Respecto a las perspectivas de crecimiento, Veloso enfatizó que es un nuevo producto en el mercado y necesita tiempo, pero se mostró confiado de que las visitas de este tipo irán en aumento.

Reconoció que la planificación del itinerario de Carnival no fue fácil, a pesar de la experiencia de su empresa en este tipo de actividades, producto de las restricciones que siguen en vigor por la parte estadounidense.

Veloso llamó a ocupar el espacio que se abre, algo en lo que concuerda Rosa María Caballero, la encargada del destino Cuba dentro de Fathom, la filial de Carnival que maneja el Adonia.

Caballero asegura que los cambios registrados en los últimos meses son significativos, tras más de medio siglo de distanciamiento. “También es lindo hacer este tipo de viajes que van más allá del simple turismo”, dijo respecto a los programas “pueblo a pueblo”.

De hecho, la línea Fathom está dedicada por entero a los viajes con “impacto social”, que unen el esparcimiento con conocer otras culturas y experiencias de vida.

En La Habana, donde estarán hasta este martes, está concebido un recorrido por La Ha­­bana Vieja, visitar sitios históricos como la Plaza de la Revolución e intercambios con proyectos comunitarios como el Callejón de Ham­let y Muraleando, refirió Caballero.

Añadió que en Cienfuegos, en el quinto día de viaje, visitarán el teatro Terry entre otros espacios culturales de la ciudad. Mientras en Santiago de Cuba, durante el día 6, el plato fuerte será un recorrido por la trocha y lugares icónicos de la ciudad.

Los pasajeros del Adonia no podrán bañarse en las playas cubanas porque las actividades netamente turísticas están censuradas por Washington. Aunque sí tendrán la oportunidad de “sumergirse” en las aguas del Caribe durante el viaje de La Habana a Cienfuegos.

El crucerismo es también objeto de críticas por algunos expertos que apuntan los bajos niveles de compra de los viajeros con todos los gastos incluidos en el barco, así como el daño ambiental que causan en sus rápidas incursiones por las ciudades.

Sin embargo, el director de Havanatur considera que “cada negocio lleva su derrame económico” y que después de hacer los análisis pertinentes su empresa “los ve con buenos ojos”.

Más de un centenar de cruceros operan se­manalmente en el área del Caribe, procedentes de distintos países, en un negocio valorado en varios miles de millones de dólares al año.

Pero la Isla se ve imposibilitada de formar parte de la mayoría de los recorridos de empresas de terceros países por las restricciones ex­traterritoriales de la legislación de Estados Uni­dos, el principal mercado y destino.

Se calcula que, de abolirse esas leyes, Cuba podría recibir más de un millón de visitantes en cruceros, más allá de si están interesados en sumergirse en su cultura o simplemente en sus playas. (Sergio Alejandro Gómez / Granma)