sábado, 30 de abril de 2016

abril 30, 2016
WASHINGTON D.C., 30 de abril.- Como le sucede en muchos eventos en los últimos meses, Barack Obama está este sábado de despedida. Acude por última vez como presidente de Estados Unidos a la cena anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca. Es el evento social más importante del año en Washington excepto cuando hay investidura presidencial. Acuden periodistas, políticos, empresarios y famosos. Hay alfombra roja, pero es menos despampanante que las de Hollywood. Se conoce como la nerd prom, lo que equivale al baile de graduación de los empollones.

Solo se puede acudir por invitación y la competencia por lograr ser uno de los cerca de 2,000 asistentes es feroz. Se entregan premios y becas, y el clímax de la noche es el discurso que da el presidente tras la cena, en que bromea sobre su gestión y se mofa de sus rivales. El evento se celebra desde 1921. Tres años después, con Calvin Coolidge de precursor, empezó a acudir el presidente. Las personas negras estuvieron vetadas hasta los años cincuenta y las mujeres hasta los sesenta. En los años ochenta, la cena adquirió la relevancia y ambiente distendido actual.



No es un secreto que a Obama le gusta hacer de cómico. Según han pasado los años, el presidente se ha mostrado más suelto y ácido en las cenas de corresponsales, lo que vaticina una noche de carcajadas intensas el sábado. Si el año pasado Obama se despachó a gusto con los candidatos a sucederle, la cercanía de las elecciones presidenciales -el próximo noviembre- vaticina este año un repertorio más extenso de bromas.

Donald Trump, el favorito para ser el candidato republicano en las elecciones, será seguro uno de los protagonistas. El multimillonario neoyorquino no asistirá a la cena -sí lo hará el aspirante demócrata Bernie Sanders- pero sería sorprendente si Obama no hiciese alguna referencia sobre él. También si no lo hace el presentador de la gala, el comediante Larry Wilmore de la cadena Comedy Central.

Trump acudió a la cena de corresponsales de 2011. El demócrata Obama se rio de él y ha habido especulaciones recientes sobre si esa humillación pública convenció a Trump de apostar a sucederle en la Casa Blanca. “En vez de alejarlo, aceleró sus esfuerzos feroces para ganar estatura en el mundo político”, escribió en marzo el diario The New York Times. Trump lo niega: “Es una historia falsa. Me lo pasé fenomenal. Fue una gran noche”, dijo esta semana al diario The Washington Post.

En 2011, Trump era una estrella televisiva y se había adentrado en la esfera política al ser uno de los impulsores de una campaña que ponía en duda que Obama hubiese nacido en EE UU, lo que le impediría ser presidente. Pocos días antes de la cena de corresponsales, Obama divulgó su certificado de nacimiento para atajar las conspiraciones.

“Nadie está más feliz, más orgulloso de acabar con el asunto del certificado de nacimiento que El Donald”, dijo Obama en su discurso. “Eso es porque finalmente puede volver a enfocarse en los asuntos que importan, como ¿es falso el aterrizaje en la luna?”, añadió entre sonoros aplausos y carcajadas del público. Y a continuación, el presidente ironizó sobre el papel de Trump en un programa televisivo en que escogía a varios aspirantes a empresarios: “Todos sabemos de tus credenciales y amplia experiencia”.

Mientras Obama le lanzaba dardos, Trump sonreía y saludaba con la mano a los asistentes. Pero se mostró impasible ante las bromas posteriores del comediante Seth Meyers. Una de ellas fue premonitoria: “Donald Trump ha estado diciendo que se presentará a presidente como republicano, lo cual es sorprendente ya que he asumido que se presentaba como una broma”.

Hace cinco años o incluso hace pocos meses resultaría inverosímil pensar que Trump pudiera ser el presidente que hablara en la cena de corresponsales. Ahora ya no.

Saber hacer y aceptar bromas es un requisito indispensable de cualquier presidente estadounidense. La cena de corresponsales es el mejor escenario en que demostrarlo. También es el lugar en el que estar para cualquier periodista influyente en la capital.

 “Todas las marcas se juntan en festivales de auto-reverencias, como la cena de abril de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, cuyo surtido de prefiestas y posfiestas ahora supera las dos docenas porque con un simple banquete está claro que no se pueden celebrar los logros plenos de la Gente que Gestiona Tu País”, escribe, criticando el egocentrismo y afán de crearse una marca propia de las estrellas periodísticas, Mark Leibovich en This Town (Este pueblo). El libro del periodista de The New York Times, publicado en 2013, es una referencia para conocer la trastienda del poder en Washington. (Joan Faus / El País)