lunes, 7 de marzo de 2016

marzo 07, 2016
ROMA, Italia, 7 de marzo.- Que el asesinato de las cuatro Misioneras de la Caridad en Yemen «despierte las conciencias, guíe a un cambio en los corazones e inspire a todas las partes a deponer las armas y a emprender un camino de diálogo». Es lo que pidió el Papa en un telegrama de condolencias enviado por el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, en su nombre después de la brutal masacre de anteayer, en la que perdieron la vida cuatro religiosas de la orden de la madre Teresa de Calcuta y doce personas que trabajaban con ellas en una estructura para ancianos y discapacitados en Aden, una estructura para los más indefensos en el atormentado país de la península árabe. Desde el momento del ataque yihadista no ha habido más noticias del salesiano hindú Thomas Uzhunnalil, el único sacerdote católico de Aden, que vivía en el convento de las monjas desde que la parroquia local fue devastada en septiembre del año pasado. Se teme que haya sido secuestrado por los autores de la masacre, que serían, con muchas probabilidades, milicianos de al-Qaeda.


El ataque, que el Papa en el telegrama definió como «un acto de violencia insensata y diabólica», forma parte del contexto dramático de la guerra que desde hace más de un año ensangrienta el país, con más de 6 mil víctimas y con el 80% de la población reducido al hambre. Por este motivo, Francisco pidió «n nombre de Dios a todas las partes involucradas en el conflicto» que «renuncien a la violencia, que renueven el propio compromiso por la gente de Yemen, y en particular por los más necesitados», a quienes las misioneras de la madre Teresa de Calcuta «han tratado de servir». «Profundamente entristecido por lo sucedido», el Papa asegura «su oración por las víctimas y su cercanía espiritual a sus familias», además de enviar también «una particular bendición» a las Misioneras de la Caridad.

Justamente la misericordia experimentada al lado de los últimos en un país paupérrimo y devastado desde hace décadas por tensiones políticas es la clave de la presencia en Yemen de las Misioneras de la Caridad y de los sacerdotes salesianos. Fue precisamente la Madre Teresa, cuando en 1973 aceptó la invitación del entonces gobierno de Yemen del norte de abrir una casa para discapacitados en el país, quien insistió en que las monjas pudieran estar presentes y también los sacerdotes. Un deseo que se cumplió gracias a la provincia salesiana de la India, presente con los propios misioneros en Yemen desde hace 29 años: el padre Uzhunnalil es uno de los cinco sacerdotes que todavía se encuentran en el país, al servicio de una pequeñísima comunidad cristiana, conformada principalmente por trabajadores migrantes que llegan de Asia y África (cinco de los trabajadores asesinados en la masacre eran etíopes). El sacerdote del que no se tienen más noticias tiene 57 años y nació en Ramamuram, en Kerala; es misionero en Yemen desde 2012. La superiora del convento de Aden (que logró escapar de la masacre ocultándose) dijo que el sacerdote estaba en la capilla rezando cuando llegaron los milicianos.

Una de las cuatro monjas asesinadas una era hindú, sor Anselm, otras dos de Rwanda, sor Reginette y sor Margherite, y la última de Kenya, sor Judith. Su trágica muerte se suma a las de otras tres misioneras de la Caridad (las hindúes sor Zelia y sor Aletta, y la filipina sor Michael) asesinadas en 1988 en Hodeidah, otra ciudad del país. Han sido siete las monjas de madre Teresa que han dado sus vidas en un país que cuenta con pocos centenares de católicos, en una población de alrededor de 20 millones de habitantes. Y este nuevo martirio (que refuerza aún más el vínculo entre las monjas de la Caridad y Yemen) llega precisamente a pocos meses de la canonización de la Madre Teresa de Calcuta, que será en septiembre y representará uno de los momentos más importantes del Año Santo de la Misericordia.

La familia salesiana también está siguiendo, evidentemente, con preocupación la situación en la ciudad de Aden. En una nota publicada por la casa generaliza se confirma que los salesianos en Yemen todavía no tienen ninguna información sobre el paradero del padre Uzhunnanil. En el comunicado, don Francesco Cereda, vicario del rector mayor de los salesiano, invitó a rezar por el  salesiano secuestrado y por las monjas y las demás personas asesinadas. «Como don Bosco y la madre Teresa hicieron del servicio a los últimos la misión de la propia vida y el camino para la propia santidad —escribió don Cereca—, así nuestra permanencia en lugares marcados por la división y la pobreza ofrece el testimonio de la fe en el mensaje cristiano de que de cada cruz brota la Resurrección».

«Debemos rechazar todo compromiso con el mal». Durante el Ángelus, el Papa bendijo los corredores humanitarios para los prófugos y subrayó que las monjas martirizadas en Yemen también fueron asesinadas por la indiferencia. «Estos son los mártires de hoy, y no son primeras planas en los periódicos, no son noticia», dijo Francisco a los fieles que llenaban la Plaza San Pedro. Y recordó, hablando sobre el atentado en el que fueron asesinadas cuatro monjas de la madre Teresa que asistían a los ancianos y discapacitados, además de otras doce personas: «Estas dan su sangre por la Iglesia, son víctimas del ataque de los que las mataron y también de la indiferencia de esta globalización de la indiferencia, a la que no le importa».

Francisco también explicó que la Cuaresma es una «vía de conversión», y llamó fuertemente a no hacer «ningún compromiso con el pecado». Reflexionando sobre la parábola del hijo pródigo, el Papa subrayó la gran tolerancia que se ve en este padre que da a su hijo la libertad de irse de casa a pesar de ser todavía inmaduro, y en este sentido explicó que lo mismo hace Dios con nosotros, «nos deja libres, también ante equivocaciones, porque creándonos ha hecho el gran don de la libertad. Es nuestra responsabilidad el hacer un buen uso». Papa Bergoglio también habló de la ternura y de la misericordia al analizar detalladamente el significado de esta parábola, y así recordó que Jesús ama a sus hijos inconmensurablemente: «Los errores que cometemos, también si son grandes, no dañan la fidelidad de su amor. En el sacramento de la Reconciliación podemos siempre de nuevo comenzar: Él nos acoge, nos da de nuevo la dignidad de hijos suyos». Por ello, el Obispo de Roma invitó a los fieles a pedir a la Virgen para que nos ayude a volver al Padre en este tiempo de Cuaresma, intensificar la conversión y rechazar cualquier compromiso del pecado.

Este don de la libertad que nos da Dios, explicó, «sorprende siempre». Y hay que acoger con alegría al hermano que finalmente ha vuelto a casa», como el padre: «cuando uno se siente pecador, se siente verdaderamente poca cosa. He escuchado a algunos que decir: ‘Padre, me siento una porquería’; esto es ir al Padre. Pero cuando uno siempre se siente justo, entonces es soberbio». Francisco después dirigió su mirada hacia el escenario internacional, y expresó su cercanía a las Misioneras de la Caridad «por el grave luto que las ha golpeado hace dos días, con el asesinato de cuatro religiosas en Aden, en Yemen, en donde asistían a los ancianos». Que la Madre Teresa «acompañe en el Paraíso a estas hijas suyas, mártires de la caridad, e interceda por la paz y por el sagrado respeto de la vida humana».

El Papa también expresó su aprecio y admiración por «la iniciativa de los corredores humanitarios para prófugos, que ha sido puesta en marcha en Italia». Un proyecto-plioto que «une la solidaridad y la seguridad, permite ayudar a personas que huyen de la guerra y la violencia, como los cien prófugos que ya han sido trasladados a Italia, entre los cuales hay niños enfermos, personas discapacitadas, viudas de la guerra con hijos y ancianos». Francisco indicó que esta iniciativa italiana es !un signo concreto de compromiso por la paz y por la vida». (Giorgio Bernardelli / La Stampa )