martes, 1 de marzo de 2016

marzo 01, 2016
MADRID, España, 1 de marzo.- “¿Había despertado o seguía soñando?”. Lo cierto es que a las 12 y 11 minutos del 1 de marzo de 2016 Mario Vargas Llosa empezó el primer día de su gran año. A esa hora el Nobel peruano entró en Casa América, de Madrid, por la puerta de Cibeles, para asistir a la presentación de su nueva novela, Cinco esquinas (Alfaguara). Era la apertura de una temporada de actos, homenajes y efemérides que lo llevarán por medio mundo. Y cuando verá cumplido el día más feliz de su vida como escritor, “Más que cuando recibí la llamada del Nobel”, con la edición de su obra en la colección La Pléiade, de la editorial Gallimard.

La novela es la confluencia de cinco de los pilares de la vida literaria de Vargas Llosa: el análisis del periodismo, el Perú, el poder, la hipocresía y el erotismo. La cara A y la cara B de cada uno de esos temas con el hilo conductor de una historia de pasiones subterráneas que, como el agua, acaba por encontrar una salida. En el centro y alrededor de todo, la Libertad. 314 páginas de reflexión sobre los diferentes niveles de libertad, secuestros y autosecuestros y prejuicios tanto en las instituciones como en las personas.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa durante la presentación, hoy en Madrid, de su última novela, "Cinco Esquinas". (EFE)

Tras un enjambre de clics y flases de medio centenar de periodistas y fotógrafos a Vargas Llosa le preguntaron en la rueda de prensa de todo. Incluso sobre su relación sentimental con Isabel Preysler. En Casa América había más periodistas que de costumbre, en especial del corazón. Él, que ha escrito sobre todas las áreas del periodismo, menos sobre la vida social ahora es protagonista de esas páginas. Él, que escribió el ensayo La civilización del espectáculo.

Sobre su presencia en revistas como Hola confesó: “A mí no me gusta estar ahí. Aparezco por razones personales. ¿Qué tendría qué hacer para no aparecer? Si me da la receta la asumo. Es muy incómodo tener a fotógrafos en tu casa, te coartan la libertad. Ya no puedo hacer las cosas cotidianas que hacía como salir a caminar o ir al cine. Me siguen. ¿Para qué? No sé... toman y toman fotos”, se quejó.

El fenómeno de Hola es interesante y triste a la vez, reconoció Vargas Llosa. “Los periódicos descienden en sus tiradas mientras Hola, solo en España, imprime un millón de ejemplares, sin contar otros países”, lamentó. “Hay millones de personas que siguen ese tipo de material. Es un problema cultural serio de este tiempo. Hay que afrontarlo de manera más creativa y no con bromas con gente que es una víctima”.

“¿Había despertado o seguía soñando?” no es solo lo que está viviendo Vargas Llosa. Es la pregunta inaugural de Cinco esquinas con una historia de erotismo entre dos mujeres casadas que se convierte en un thriller y luego en un mosaico del poder y la sociedad peruana; mientras ausculta deseos escondidos de la gente.

El resultado es un fresco de los últimos meses del Perú bajo el primer mandato de Alberto Fujimori y su hombre de confianza Vladimiro Montesinos, a mediados de los noventa. Un país emboscado por el terrorismo de Sendero Luminoso, la corrupción y el resquebrajamiento de la democracia. Cinco esquinas, en realidad, es el nombre de uno de los barrios emblemáticos de Lima que representa ese desmoronamiento.

Todo empieza, la concepción del libro y la novela misma, con la imagen de dos amigas que de repente comparten un episodio erótico para el que no estaban preparadas. “Una de las transpiraciones normales de aquella época era el incentivo sexual, el sexo aparecía como libertad y goce en vista de que el resto de la vida había acabado con él”, explica quien escribió Pantaleón y las visitadoras.

Tras aquel episodio pasional, el marido de una de esas dos mujeres es chantajeado por otro asunto por un periodista de una revista amarillista. Es cuando la historia se adentra en el pulso de la realidad política, social y periodística de aquel Perú. “Fujimori utilizó la prensa como arma para eliminar a sus enemigos. Los poderes han querido, siempre, tener al periodismo de su parte. En la democracia hay una diversidad que permite cotejar la información y buscar la verdad. Esa es su superioridad”, afirma quien novelara la vida del dictador dominicado Rafael Leónidas Trujillo en La fiesta del Chivo.

“El peligro viene desde dentro del periodismo empujado por una necesidad de un público cada vez más interesado en el entretenimiento que en la información. Se acabó esa frontera. El amarillismo y el entretenimiento han pasado a ser los valores dominantes. Y el periodismo es víctima de eso. Es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo”, se lamentó el autor de Conversación en La Catedral. Pero Vargas Llosa quiere mucho al periodismo. Lo empezó a ejercer desde jovencito. Sin él no se entienden muchos de sus libros.

La responsabilidad de los periodistas en esta vorágine de sensacionalismo y seducción de audiencias en la Red está, según el Nobel peruano, en “la de no mentir defendiendo la verdad, a veces relativa, pero profesional. A veces la realidad es confusa. Siempre hay una manera de ser honestos”. Eso no excluye, según Vargas Llosa, el entretenimiento. Pero aclaró que no se puede pretender que la cultura llegue por igual a todo el mundo: “Es imposible que la cultura no sea elitista y eso no está reñido ni con la verdad ni con la democracia. Aceptar la existencia de la élite es indispensable, no antidemocrático. La cultura no puede llegar a todos por igual, aunque todos tengan acceso a ella, porque se abarata, se banaliza”.

Sobre Donald Trump dijo que era “un peligro” y se alegró de que América Latina esté dejando atrás los populismos.

Cinco esquinas está poblada de miedos. Miedo a morir, miedo a sentir, miedo a vivir los sentimientos y deseos sinceros, miedo al qué dirán. Pasada la una de la tarde, Vargas Llosa cerró su encuentro con sus colegas: “Barthes tenía razón. Los escritores siempre escribimos sobre un mismo tema y sus variaciones. La historia de los escritores es la historia de un solo tema”. (Winston Manrique Sabogal / El País)