viernes, 25 de marzo de 2016

marzo 25, 2016
Fragmento de "Arenas movedizas", autobiografía de Henning Mankell publicada en español por Tusquets.

En 1940 nació una de las artistas más extraordinarias de nuestro tiempo. Pina Bausch. La coreógrafa que creó varias de las piezas de danza más singulares que conozco.

Llevaba el pelo negro recogido muy tirante alrededor de la cara. Era delgada, podía parecer frágil. Pero bajo ese aspecto se escondía una fuerza de la naturaleza.

Era hermosa de una forma indefinida. Al mismo tiempo, irradiaba rigor. Pero un rigor que ejercía sobre sí misma, sobre nadie más.

Pina Bausch. Fotografía de Anna Wloch.

Lo más llamativo eran sus ojos, su mirada. Tenía un modo de mirar que no se olvidaba. Cuando murió en 2009, todo el mundo aludía precisamente a los ojos de Pina Bausch.

Miraba a las personas con una concentración absoluta. Engañaba tan poco a sus congéneres como a quienes elegían bailar en su teatro de Wuppertal.

A veces pienso que vivimos en el siglo de La consagración de la primavera...

..Sesenta y dos años después, Pina Bausch y su ballet estrenaron su versión en el teatro de Wuppertal. Yo vi el espectáculo muchos años después de su estreno en 1975. Tan sólo al cabo de unos compases y tras unos escasos movimientos de los bailarines, comprendí que iba a presenciar algo extraordinario.

Y así sucedió. Fue como si en la versión de Pina Bausch viera claramente reflejado mi tiempo y el mundo en el que vivo. La soledad, la vulnerabilidad, la aceleración: allí estaba todo y, aun así, había en todo momento algo que lo equilibraba, la capacidad de los hombres de soportarlo y de resistir.

Aquella coreografía era un combate singular. Mientras veía la obra me sentí como si entrara a formar parte de un movimiento de resistencia de gente que se negaba a verse obligada a vivir en un mundo en el que se sacrifica a diario a las personas en el altar del absurdo.

Se las sacrifica por ser demasiado viejas o demasiado jóvenes, demasiado lentas o demasiado gordas, demasiado negras o demasiado feas. Aunque La consagración de la primavera es un relato pagano, la imagen que ofrece de nuestro tiempo y nuestra sociedad es cristalina.

Pina Bausch siempre se sintió insegura ante la palabra hablada, quizá también ante la palabra escrita. En la danza y el lenguaje corporal era capaz de crear una forma de expresión con la que se sentía segura...

...La música de Stravinski y la extraordinaria coreografía de Pina Bausch cuentan la historia de una época de guerras y, al mismo tiempo, de la capacidad humana para ofrecer una resistencia demoledora...

...Pero no sé si creer que Pina Bausch y su arte habrán sobrevivido dentro de quinientos años, o si habrán caído en ese olvido inmenso que todo lo abarca.

Yo vivo en la era de Stravinski, y aunque él ya lleve muerto mucho tiempo su música sigue viva. Del mismo modo que Pina Bausch y sus bailarines siguen moviéndose de ese modo fascinante y sensual.

Aunque también Pina Bausch está muerta.

Y pienso: ¿le preocupaban las mismas cosas que a mí? ¿Le preocupaba que la muerte dure tanto tiempo, o pensaba que era algo que, después de todo, no era capaz de expresar? Y quizá por eso no pensó qué la aguardaría cuando el corazón dejara de latir.