martes, 29 de marzo de 2016

marzo 29, 2016
BUENOS AIRES, Argentina, 29 de marzo.- De niña fue una actriz precoz, con talento innato para lucirse en el mundo en el que finalmente logró consagrarse. De grande se convirtió en una apasionada militante de la lucha contra los desórdenes mentales. Al reconocer públicamente que sufría de bipolaridad le abrió la puerta a los debates sobre una enfermedad de la que hasta allí casi nadie hablaba y desde entonces pasó a ser cuestión de interés público en todas partes.

En Patty Duke, que murió hoy, a los 69 años de una septicemia provocada por una perforación intestinal, convivieron siempre dos realidades constantes y simétricas. De un lado, el éxito artístico, coronado en 1963 con el Oscar a la mejor actriz de reparto, al que se sumaron más tarde varias nominaciones al Emmy por su labor televisiva. Del otro, una vida agitada y turbulenta, marcada por matrimonios fallidos (vivió el más duradero con John Astin, el Homero Addams de la popular comedia), divorcios ruidosos y la propia admisión de sus problemas mentales, sobrellevados con altura, dignidad y espíritu aleccionador. 

Patty Duke, al centro, en 1965, preparándose para su presentación en "The Patty Duke Show.” (AP)

Hollywood siempre admiró el modo en que Duke se comprometió con la necesidad de prestarle atención a esos trastornos con la discreción y la reserva de una persona que siempre cuidó celosamente su privacidad. Basta citar como ejemplo el título de su segundo libro autobiográfico, Una locura brillante: viviendo con una enfermedad maníaco-depresiva.

Duke empezó a trabajar como actriz a los seis años y ya tenía en sus espaldas bastante experiencia cuando deslumbró en Broadway interpretando a la sordomuda Helen Keller. La llegada al cine de esa historia con Ana de los milagros (1962) fue un gran triunfo para Duke. Fue en ese momento la actriz más joven de la historia en llevarse el premio y todavía se recuerda su discurso al recibir la estatuilla. Sólo dijo "gracias".

Su carrera posterior en el cine pasó casi inadvertida, pero pudo compensarse con varios éxitos televisivos. Logró muy buena repercusión con su propia sitcom (El show de Patty Duke, entre 1963 y 1966) y pudo lucirse más tarde en varias miniseries y telefilms. En uno de ellos, El mundo de Helen Keller (1979) cerró el círculo de su carrera al interpretar a Anne Sullivan, la esforzada e indestructible mentora de la niña que no veía y no escuchaba, pero que jamás se rindió. Esos dos papeles, Helen y Anne, definieron y retrataron a la perfección la carrera y la vida de Patty Duke. (Marcelo Stiletano / La Nación)