martes, 15 de marzo de 2016

marzo 15, 2016
MIAMI, Florida, 15 de marzo.- Aunque no hace falta ,porque hoy llovió en Miami, un aspersor riega el césped de una casa de los suburbios. El agua sacude a intervalos un cartel de plástico sujeto al suelo con dos varillas metálicas. En el cartel se lee "Florida is Marco Country".

El cartel probablemente no estará mañana. Florida ya no es territorio de Rubio ¡ni tampoco de Jeb!. Florida pertenece a Trump, que esta noche dormirá en su mansión de 118 habitaciones en Palm Beach, una ciudad cuya media de edad es de 69 años y en la que cualquier millonario que se precie tiene una casa.

Nadie en el equipo de Marco Rubio quería creer lo que las encuestas decían hace apenas unos días. Incluso su director de campaña acusó a CNN de favorecer a Trump al revelar que alguien había aconsejado a Rubio retirarse antes de las primarias de Florida para evitar así una derrota humillante en su propio estado. Ese alguien tenía razón. Los resultados han sido mucho peores de lo que Rubio podía imaginar. Trump le aplastaba en el estado de las naranjas y los jubilados y Marco terminaba último en Ohio, Illinois, Carolina del Norte y Missouri.

Ese alguien sabía que todo había terminado ya para Rubio. Su candidatura estaba tocada de muerte. Hace tan solo dos días, Marco Rubio era incapaz de esconder sus sentimientos cuando le preguntaban si apoyaría a Trump si este fuera nominado. Con voz entrecortada dijo que cada vez le resultaba más difícil hacerlo, asumiendo lo que parece inevitable. Probablemente ese fue el momento más humano de Rubio en toda la campaña. El único en el que el hombre se impuso al político que repite "bullet points", "talking points" y al que sus enemigos llamaban Roborubio.

¿Qué salió mal?

La respuesta es sencilla. Trump. El plan del partido republicano no contemplaba la aparición de un torbellino naranja y cuando este surgió, primero le subestimaron, luego le despreciaron y finalmente terminarán hincando la rodilla ante él.


El fracaso de Rubio es en realidad el fracaso del partido republicano. Un partido que primero presentó a Bush como "su" candidato, sin tener en cuenta la opinión de unos votantes que han demostrado que prefieren abrazar a una estrella de un reality show antes que seguir tolerando a políticos en los que han dejado de creer.

El problema de Rubio es que los votantes le han identificado, injustamente, con un 'establishment' al que nunca perteneció pero que, desaparecido Bush, decidió apoyarle por primera y única vez como la última esperanza para frenar a Trump.

Dicen que el problema de Rubio fue que nunca encontró a su electorado. Que mientras Trump y Cruz se disputaban a los desencantados y a los republicanos más conservadores, Rubio convencía a unos pocos de estos y a otros de aquellos, pero que nunca tuvo una base clara. Otros dicen que su problema es su juventud y su falta de experiencia en el Senado. Algunos opinan que los republicanos aún no están listos para votar a un candidato latino. Pero probablemente la razón principal de la desconfianza del aparato y de los votantes en Rubio está en su sincero intento de recomponer el sistema de inmigración con la colaboración de los demócratas. Algo que el partido no olvidó y parece que tampoco perdonó.

Pero es más probable que el problema de Rubio sea en esencia el mismo que que tiene el partido. La enorme distancia surgida entre los políticos republicanos y su electorado. Esa incapacidad de palpar el descontento y la frustración de millones que Trump ha sabido ordeñar y convertir en votos.

Rubio ha cometido errores en campaña, igual que todos sus rivales. Pero ninguno lo suficientemente grave para descabalgarle. Las razones de su derrota serán analizadas y desmenuzadas durante semanas, empezando esta misma noche, pero de nada sirven ya.

Dicen que de las derrotas se aprende. Rubio entonces aprenderá mucho. Hoy, en su elegante discurso de despedida decía que "no voy a ser presidente en el 2016 y a lo mejor nunca lo seré". Pero eso no lo sabe. Su futuro aún está por decidir aunque no pasa por ser Senador, una campaña a la que renunció para intentar ser presidente. Tampoco parece probable que sea escogido como vicepresidente por Trump, o por Cruz en el más que improbable caso que este lograra la nominación. Si hay algo evidente es que Florida necesita un buen gobernador, aunque solamente sea por una vez, y esa oportunidad se abrirá para Rubio en el 2018. Quizá haya futuro para él. Donald Trump opina que sí. La sal en la herida que no necesitaba, se le echó el multimillonario en su discurso del martes al decir que Rubio había sido un gran candidato y que tenía un enorme futuro por delante. (Martín Muñoz / El Mundo)