martes, 1 de marzo de 2016

marzo 01, 2016
José Repetto

Cancelar una suscripción al Diario de Yucatán parece ser más difícil que darse de baja del SAT o terminar un noviazgo con una persona mentalmente inestable que sigue enviándote mensajes a meses del rompimiento.

A más de dos años de que eligiéramos no renovar dicha suscripción seguimos recibiendo llamadas y visitas para intentar convencernos de volver a darles dinero. Sólo ayer vinieron dos veces, con minutos de diferencia, para insistir en lo mismo.

La amenaza constante de ser molestado en cualquier momento salvo uno ceda y le pague a la empresa ¿no raya acaso en la extorsión? ¿no es la misma mentalidad que los asaltantes y violadores usan para intentar someter a sus víctimas?

Sabemos que no somos el único caso. Es clara la desesperación de Grupo Megamedia al ver desplomarse sus ventas porque, al fin y al cabo ¿quién quiere pagar para volver a leer noticias que ya vio el día anterior en Internet de forma gratuita? 

Se ha vuelto común parar en una tienda de conveniencia tan tarde como a la medianoche y ver que quedan ejemplares del día anterior. 

¿Qué contenidos exclusivos ofrece el Diario en su edición impresa? ¿Anuncios de una plana completa y a todo color? ¿Noticias jerarquizadas acorde a los intereses económicos y políticos de sus dueños y patrocinadores? ¿El ocasional artículo valiente de denuncia ciudadana publicado ya que el caso fue viral en las redes sociales, donde trascendió porque la "prensa tradicional" no se atrevió a tocarlo por "prudencia"? Ya no interesa, ya no es actual, ni relevante ni valiente.

Tengo otros motivos para no querer saber nada del Didy. Las veces que he acudido como cliente a sus instalaciones el trato ha sido, la mayoría, pésimo. Obstáculos para tan siquiera someter a consideración un desplegado, recepcionistas mal encaradas, personal incompetente sin lineamientos claros ni capacitación necesaria para tratar con la gente (cuando me encargaron pagar un obituario lidié con Brenda Sosa, vendedora de mostrador, quien no sabía la definición de "hermanos políticos" y aún así estaba a cargo de recibir notas necrológicas. Tengo más nombres), una bibliotecaria (ya liquidada) bastante grosera y prepotente que decía tajantemente "es privado" a cualquier persona que llegaba e inocentemente preguntaba por la biblioteca, inclusive a turistas, son algunos de los desencantos que viví y vi a otros sufrir.

Mucha gente envía escritos al Diario de Yucatán que no son publicados. Aquellos inocentes creen que no son incluidos porque tocan algún interés económico. Otros mal pensados, como un servidor, sabemos que muy probablemente la pila de textos es utilizada para negociar convenios más jugosos con instancias de gobierno y empresas, amenazando con su publicación para que la balanza quede a su favor.

Aprovecho mencionar que por años me he preguntado ¿es coincidencia que menos de cuatro meses después de la filtración de una carta donde el Diario de Yucatán le pide 10 millones de pesos al Gobierno del Estado se registraran los hechos del 4 de julio, mismos que fueron magnificados fuera de toda proporción por la empresa mencionada?

Me consta que hubo personas honestas involucradas en las protestas contra el paso deprimido, mismas que fueron reprimidas cruelmente en aquella fecha por gamberros del Ayuntamiento de Mérida, entonces del mismo partido que el Ejecutivo Estatal, pero tampoco dudo que la causa y su desenlace le sirviera a dicha compañía como venganza.