lunes, 22 de febrero de 2016

febrero 22, 2016
Pedro Echeverría V.

1. Aunque he tenido muy poco interés en pensar y escribir sobre Yucatán, porque ha sido y es un estado con escasa participación política; porque ha sido un estado económicamente jodido desde que en los veinte comenzó a desplomarse la producción henequenera, así como porque su papel en la República mexicana es de muy poco significado para ayudar en la transformación social profunda que el país necesita; de pronto me surge la inquietud de hacerlo hoy que cumple 94 de su fundación siendo gobernador Carrillo Puerto, a pesar de ser proyectada como una de las tres de la República por José Vasconcelos, siendo secretario de Educación Pública. Desde entonces esta universidad fue derechista y nunca ha sido (ni podrá ser) universidad del pueblo.

2. En México –yo pienso que en el mundo- mientras los pueblos vivan en la pobreza, la miseria y el hambre, jamás podrán ir a las universidades. El 90 por ciento de su alumnado siempre ha pertenecido a las clases altas y medias acomodadas; los hijos de los indígenas, campesinos, obreros, apenas con sacrificios llegan al tercer año de primaria o sólo el 50 por ciento que ingresa  a la primaria la concluye. El cinco o diez por ciento que alcanzamos brincar a la universidad lo hacemos con grandes sacrificios y esfuerzos; la mayoría de las veces con gigantescas dificultades para emplearnos. Así que nunca más se acepte que ésta o alguna otra, es universidad del pueblo. Y precisamente por ello todos los planes y programas benefician a la clase dominante.

3. No olvidaré jamás las frases del escritor Alan Riding de 1985: “México, orgulloso de su pasado indígena, parece avergonzarse de su presente indígena… Pero lo indios mismos, los descendientes directos de su “pasado glorioso” siguen siendo una raza conquistada víctima de la peor pobreza y discriminación que se puede encontrar en México hoy día. Han perdido  la mayor parte de sus tierras comunales, la “civilización” les ha robado su pasado. El México moderno, que ha desenterrado sus raíces indígenas y elevado el indigenismo a símbolo de identidad nacional, tiene poco espacio para los indígenas del presente”. Sólo a partir del levantamiento indígena zapatista del EZLN en 1994 que los indios se reivindicaron por lo menos en las ideas de los mexicanos.

4. Las universidades hablan del pueblo pero están totalmente apartados de él. Desde los noventas las investigaciones y los programas de las universidades –que cada vez aceleran sus pasos a la privatización de todo- están al servicio de las fundaciones yanquis Rockefeller, Ford, Kellogg y demás, así como de los sectores empresariales que les encargan trabajos pagando dinero extra y surtiéndolos con computadores, becas y viajes al extranjero. ¿Para qué quieren planes, carreras, materias como filosofía, historia, literatura, antropología, en medio de un capitalismo salvaje, depredador y racista donde sólo cuenta el dinero? ¿Para qué va a servir que “el estudio del pueblo y la cultura maya sea una plataforma desarrollada por cinco investigadores”?

5. La Universidad de Yucatán es una más –ni la peor ni la mejor- de las universidades de los 31 estados de la República. Las calificaciones que se otorgan a las Universidades por diferentes instituciones, son absolutamente políticas. (Me recuerda a “Mérida, Ciudad Mundial de la Cultura” que fue un título comprado con objetivo de negocios turísticos).  Lo que ha sucedido es que Yucatán ha funcionado como un territorio único y aislado; encerrado en sus mitos y tradiciones recordando que todo tiempo pasado fue mejor. No se integra a los nacional y menos a lo continental para comprender la situación económica, política, los problemas educativos y participar de esa situación. Por ello ni siquiera busca enterarse y menos ser solidario.

6. Recuerdo al escritor Fernando Benítez que escribió en los sesenta: “Los indígenas son los campesinos que viven en las peores tierras de un país de tierras pobres. Pero el verdadero problema no es el indígena mismo; es su relación con el sistema: el indígena y algo más –el indígena y la tierra, el indígena y los bosques, el indígena y el café, el indígena y el maíz y así sucesivamente. Todo lo que posee y produce es sujeto de rapiña y fraude”. ¿Tendrá razón un tarahumara al decir que “la peor peste que nos asuela son los mestizos? Dijo que nadie puede hacer nada contra ellos porque son fuertes: roban, matan a nuestra gente, esclavizan y violan a nuestras hijas, usan nuestras tierras para cultivar droga, nos emborrachan”.

7. Así que cuidado con eso de hablar de que la universidad es del pueblo. Qué más quisiéramos que por lo menos sus profesionistas lo sirvan aunque ellos mismos sólo tengan acceso en ridículo porcentaje que por cierto también se olvida de sus orígenes. ¿No es acaso la universidad una fuente importante de empleo con magníficos salarios que obedecen a la pirámide administrativa y académica? A mí me encantaría que me probaran lo contrario, que refutaran mis puntos de vista, después de vivir 50 años perteneciendo, pensando y escribiendo sobre ella. (Recuerdo que en los setenta la Universidad de Guerrero con los rectores Rosalío Wences Reza y Enrique González Ruiz se habló de “Universidad Pueblo” pero se abrieron en los pueblos muchas preparatorias campesinas. El gobierno las acabó cortándoles subsidio y reprimiéndolas). (22/II/16)