martes, 16 de febrero de 2016

febrero 16, 2016
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chiapas, 16 de febrero.- «¡Perdón! ¡El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita!». Es el grito con el que Francisco invitó a hacer un examen de conciencia sobre la manera en la que han sido tratadas las poblaciones indígenas, pueblos «incomprendidos y excluidos de la sociedad», porque sus tradiciones han sido consideradas «inferiores», mientras que el poder, el dinero y las leyes del mercado los han «despojado» de sus tierras o «han realizado acciones que las contaminaban». El Papa celebró la Misa en San Cristóbal de las Casas, en el Centro Deportivo Municipal que puede acoger a cien mil personas. Algunos grupos de personas llegaron desde el vecino país de Guatemala.

La fe de México. San Cristóbal de las Casas, madrugada del lunes 15, esperando al Papa Francisco. (AFP)

Las poblaciones indígenas viven en extrema pobreza, la mayor parte de ellas no tiene acceso al agua potable y sus tierras han sido confiscadas por parte de caciques y autoridades tanto estatales como federales. Los indígenas que viven en los centros urbanos son víctima de discriminación y racismo, logran con muchos esfuerzos encontrar trabajos dignos y a menudo no tienen acceso a servicios sanitarios. Sus tradiciones y culturas no son reconocidas, sus lenguas no son estudiadas en ninguna escuela estatal.

En noviembre de 1983 nació el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), pero su insurgencia fue el primero de enero de 1994, día de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre México, Estados Unidos y Canadá. Siete municipios del estado de Chiapas fueron ocupados durante una noche y en la mayor parte de ellos no se disparó ni una sola bala. Sin embargo, en algunos centros urbanos hubo enfrentamientos. Entre los centros asediados estaba San Cristóbal de las Casas, desde donde el «Subcomandante» Marcos (o Galeano, como se hace llamar ahora), leyó una primera declaración en la que reivindicaba los derechos de las poblaciones indígenas. Después de un día, el EZLN se retiró de los centros ocupados, pero obtuvo una enorme victoria política y una visibilidad a nivel internacional que impidió reprimendas (más) violentas por parte del ejército federal.


Durante la homilía pronunciada hoy, Francisco repitió en lengua indígena «Li smantal Kajvaltike toj lek», «La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma», las palabras del Salmo que fue leído durante la celebración. Y recordó que el pueblo de Israel recibió de Dios una ley que lo habría ayudado «a vivir en la libertad a la que habían sido llamados». Los israelíes vivieron «la esclavitud y el despotismo del Faraón, que había experimentado el sufrimiento y el maltrato hasta que Dios dice basta, hasta que Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia».

Después el Papa citó el libro del «Popol Vuh»: «‘El alba sobrevino sobre todas las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol’. El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la historia. En esta expresión, hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente. En el corazón del hombre y en la memoria de muchos de nuestros pueblos está inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz».

Francisco afirmó que «de muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar ese anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles». Frente a estas formas, explicó el Papa, «la Creación también sabe levantar su voz»; «‘esta hermana’», la tierra, «‘clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes’».

Según Bergoglio, «no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia. En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como ‘fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano’».

Sin embargo, estas tradiciones y estas culturas aquí han sido canceladas. «Muchas veces, de modo sistemático y estructural —continuó Francisco—, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban».

«¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos —exclamó Bergoglio— hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita». Y después se refirió a los jóvenes, «expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características culturales en pos de un mundo homogéneo, ¡necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos! El mundo de hoy, preso del pragmatismo, ¡necesita reaprender el valor de la gratuidad!».

Después de la Misa, Francisco fue a almorzar con un grupo de ocho indígenas en el Episcopado de San Cristóbal de las Casas. Cocinó para todos los presentes la hermana del obispo diocesano mons. Arizmendi.; el menú fue sencillo y típicamente chiapaneco: arroz, pollo con hongos, frijoles y tortillas.

Al concluir, el Papa se dirigió a la Catedral de la ciudad para rezar en la tumba de monseñor Samuel Ruiz, quien falleció en 2011 y guió la diócesis chiapaneca durante 40 años; fue uno de los primeros en reconocer e impulsar el calor y el aporte de los grupos indígenas para el catolicismo contemporáneo post-conciliar; también fue uno de los protagonistas en el proceso de pacificación y diálogo después de la insurgencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Acompañado por mons. Raúl Vera (que fue obispo coadjutor de Samuel Ruiz y ahora es obispo de la diócesis de Saltillo, en el norte del país), Francisco permaneció largos instantes en silencio y rezando ante la tumba que se encuentra en una de las capillas de la Catedral.

A su llegada fue recibido por un grupo de fieles entusiastas que entonaban cantos, himnos y porras. Al llegar al altar, después de saludar y bendecir a los presentes detenidamente, Francisco dijo: «Todos juntos, vamos a rezar por nuestros enfermos. Ellos están llevando un pedazo de la cruz de Jesús, están ayudando a Jesús a llevar la cruz, y vamos a ayuda para que Jesús les dé fuerza, los consuele, y vamos a rezar a la Virgen, a nuestra Madre, para que los cuide y les dé mucha paz en el corazón». Después de rezar un Ave María pidió: «Y recen por mí también, ¿eh?». «¡No están muy convencidos!», bromeó.

En Tuxtla Gutiérrez

«Prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort». En un ambiente de fiesta absoluta, con la alegría de miles de personas, Papa Francisco sostuvo un encuentro con las familias. Mons. Fabio Martínez en nombre de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez dio la bienvenida al Pontífice visiblemente emocionado: «Santo Padre, su presencia nos invita a hacer de nuestras familias nuestro tesoro y nuestro reto en el amor de cada día», acotó. «Papa Francisco, nuestro pastor con olor a Cristo, contigo somos familia, contigo somos Iglesia. Gracias Papa Francisco. Bienvenido, mensajero de la buena noticia de la familia». Y tres mujeres le ofrecieron como regalo una estola artesanal como ofrenda del trabajo en la diócesis con rostros de  niños nacidos desde el año 2000.

Primero la conmovedora Misa presidida en San Cristóbal de las Casas (en la que pidió perdón a los pueblos indígenas porque sus tradiciones han sido consideradas «inferiores», mientras que el poder, el dinero y las leyes del mercado los han «despojado» de sus tierras o «han realizado acciones que las contaminaban») y la oración ante la tumba de mons. Saúl Ruiz en la Catedral de la misma ciudad. Después, y para concluir esta tercera jornada completamente chiapaneca de su viaje apostólico en México, Papa Francisco se reunió con alrededor de 45 mil personas para el encuentro de las familias en el estadio Víctor Manuel Reyna de Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas.

Tras una oración a la Santa Familia de Nazaret, el Papa escuchó las palabras de mons. Francisco Xavier Chabola, responsable de la comisión familia, quien presentó a cuatro familias que ofrecieron su testimonio. La familia Morales Montoya fue la primera; uno de sus miembros, Manuel, de catorce años y que sufre distrofia muscular, explicó al Papa su situación y dijo que «le echo ganas», con mucha alegría, a pesar de su enfermedad, para salir a invitar a los jóvenes a conocer a Dios: «Santo Padre, ore por nosotros, los adolescentes de México, ya que hay muchos desanimados. Hay algunos que están en malos pasos y como nadie los escucha caen en malas compañías».

Después siguió el turno de la familia Hernández Robledo, y habló en su nombre Menelio de la diócesis de Tapachula: «Mi esposa, mis hijos y yo hemos venido acompañando a mis padres que han vivido más de 50 años juntos». «Mi familia se siente bendecida junto con ellos, porque, a través de nuestros padres Dios nos ha regalado la fe católica», subrayó. Y le pidió «que haga mucha oración por nosotros, por nuestra patria, y por nuestro pueblo que sufre mucho, somos un pueblo que sufre pero que tiene esperanza, fe y mucho amor para seguir transmitiendo el amor de Dios a nuestros hijos y a las nuevas generaciones».

El tercer testimonio fue el de la familia de Humberto Gómez Espinosa y Claudia Castillo Leal, que es una pareja de divorciados que se han vuelto a casar, y son de la arquidiócesis de Monterrey, del norte de México. «Somos Humberto y Claudia, tenemos 16 años casados por el civil. Yo antes era soltero y Claudia era divorciada con tres hijos», después tuvieron juntos un hijo que ahora tiene 11 años, que ahora es monaguillo. «Sentíamos que no teníamos un lugar» en la Iglesia, por lo que entraron a un grupo para divorciados vueltos a casar y allí, indicó recibieron acogida y misericordia. «Los divorciados vueltos a casar no podemos acceder a la Eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad», por eso son voluntarios. Claudia, además, es voluntaria de guarderías del penal de Topo Chico (en donde hubo hace pocos días un motín que provocó la muerte de más de 40 personas). «Somos bendecidos porque tenemos un matrimonio y una familia donde el centro es Dios», concluyó.

El cuarto y último testimonio fue de una madre soltera con sus hijos, Beatriz, de la arquidiócesis de la Ciudad de México. Narró su historia caracterizada por la violencia y la pobreza, y reconoció que en la adolescencia tuvo hijos sin estar casada. «Siendo enfermera, se me ofreció la oportunidad de abortar, pero Dios me permitió no atentar contra la vida de mis hijos», a pesar de las dificultades. El aborto, indicó, se presentaba como una solución a los problemas, pero indicó que encontró fortaleza en «el amor del padre y la misericordia de la Iglesia y el perdón de los pecados». Y pidió a Francisco que ayude para que las mujeres no cedan «Ante la falsa salida del aborto, para que puedan, como yo, encontrarse con una Iglesia que les ama y les acoge».

«Gracias a ustedes, familias y amigos --dijo el Papa--, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, de sus vidas; nos han permitido estar en sus ‘mesas’ compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas». Y se dirigió al cicho Manuel: «antes de darte gracias a vos por tu testimonio quiero dar gracias a tus padres, los dos, de rodillas, delante tuyo, teniéndote el papel. ¿Vieron qué imagen? Los padres de rodillas ante el Hijo. No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí de vez en cuando, ellos se pelean, y más cuando se mete la suegra, pero no importa. Pero se aman y nos han demostrado que se aman y son capaces por el amor que se tienen deponerse de rodillas delante de su hijo enfermo. Gracias amigos por ese testimonio que han dado». «Me gustó esa expresión que usaste: ‘Echarle ganas’, como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste —continuó— a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar, a familia».

«El Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué? Porque no sabe hacer otra cosa. Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y echarnos ganas y empujarnos y llevarnos adelante. Porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre nuevas todas las cosas». «Me pediste, Manuel, que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y en malos pasos. Lo sabemos, ¿no? Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste —añadió—, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quien hablar. Piénselo padres, piénselo madres. Hablan con sus hijos y sus hijas o están siempre ocupados apurados. ¿Juegan con sus hijos y sus hijas?»

«Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Si mal no recuerdo, Beatriz, vos dijiste: ‘La lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad’. Pensemos en todas las mujeres que pasan por lo que pasó Beatriz. La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo hacer para salir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero».

«Ambos usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es ‘cortarnos solos’ y lejos de ‘echarle ganas’; esa actitud es como una polilla que nos va corroyendo el alma, nos va secando el alma. La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, se tiene que dar a distintos niveles. Una es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad. Y ustedes se animaron, rezan están con Jesús, están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una bella expresión: comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el preso, Gracias».
Hoy en día, recordó Francisco, «vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento».

«Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión». «‘¿Cuántos chicos tenés?’ ‘No tenemos, nos gusta ir de vacaciones, quiero comprarme una quinta’. Los lujos y el confort quedan y cuando quisiste tener uno ya se te pasó la hora. Qué daño que hace eso, ¿Eh?».

«Cuando les pregunté a don Aniceto y señora quién tuvo más paciencia en estos 50 años: los dos padre. Porque en la familia para llegar a lo que ellos llegaron hay que tener paciencia, amor, hay que saber perdonarse. Padre una familia perfecta nunca discute mentira es conveniente que dictan y que vuele algún plato, está bien, no les tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin hacer la paz. Porque si terminan el día en guerra, van a amanecer ya en guerra fría y la guerra fría es muy peligrosa en la familia».

«Y hablando de arrugas —continuó sin leer el texto—, recuerdo el testimonio de una gran actriz latinoamericana de cine, cuando ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara y le aconsejaron un arreglo para seguir trabajando bien, su respuesta fue muy clara: estas arrugas me costaron mucho trabajo, mucho dolor y una vida plena. Ni soñando las quiero tocar. Son las huellas de mi historia y siguió siendo una gran actriz».

«El amor no es fácil. No. Pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí. El verdadero amor, para toda la vida. Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus —concluyó—, corren con ventaja. Tienen a la madre: la Guadalupana quiso visitar estas tierras y eso nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella es Madre y está siempre dispuesta a defender nuestras familias, nuestro futuro; está siempre dispuesta a ‘echarle ganas’ dándonos a su Hijo».

El convoy que transporta al Papa Francisco llegó a la nunciatura apostólica, luego de una larga jornada, en la que visitó San Cristóbal de Las Casas y Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, que incluyó un encuentro con familias en el estadio “Víctor Manuel Reyna”.

Regreso a la Nunciatura

Proveniente del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el jefe del Estado Vaticano se dispone a descansar tras su cuarto día en el país.

El Papa Francisco descendió del papamóvil y se dirigió a un grupo de personas que estaba frente a las puertas de la nunciatura apostólica desde hace varias horas.

Aunque cansado, el pontífice se tomó unos minutos para dialogar con los católicos ahí reunidos, bendijo a ancianos, bebés y enfermos, una jovencita le regaló una muñequita.

Al principio en italiano y luego en español, les invitó a rezar un Ave María a la Virgen “para que nos cuide mucho”, bendijo a todos y les insistió en que oren por él antes de entrar a la sede diplomática. (Andrea Tornielli / Pablo Lombó / La Stampa )