viernes, 22 de enero de 2016

enero 22, 2016
Pedro Echeverría V.

1. Acabo de leer en el periódico La Jornada el magnífico artículo de análisis y denuncia de Gilberto López y Rivas: Patio Tlalpan: ¿gobernar para los ciudadanos o las trasnacionales?; sin embargo el que más de interesó –por ser tema en el que he estado metido hace varios años- es el de Raúl Zibechi: Una izquierda para el siglo XXI. Pienso que de denuncias que veo, escucho y leo a diario, 99 por ciento de ellas sin solución, me están cansando. Por el contrario buscar y pensar cómo organizarnos en la izquierda para acabar con los gobiernos y sistema capitalista y –por tanto- la mayoría de los problemas que sufre la población, me parece urgente y central.

2. Comentaré o sintetizaré el artículo de uruguayo Zibechi porque me recuerda y reconfirma varios problemas que hemos vivido durante más de 50 años en la izquierda. Escribe: En los años 60 y 70 quien se incorporaba a la militancia escuchaba a menudo una frase: “Ser como el Che Guevara” (asesinado en 1967). Con ella se sintetizaba una ética, una conducta, un modo de asumir la acción colectiva inspirada en el personaje que –con la entrega de su vida– se había convertido en brújula de una generación. Estar en un partido era en primer lugar disciplina en el estudio de la teoría y en la actividad práctica partidaria. Lo contrario era salirse de él o ser expulsado.

3. Hoy los jóvenes “militantes” de entonces podemos decir que era como un stalinismo de obediencia seguido más por fe en un futuro socialista que “implicaba –según Zibechi- una serie de renuncias, esas sí, a imagen y semejanza de la vida del Che. Renunciar a las comodidades, a los beneficios materiales, incluso al poder conquistado en la revolución, estar dispuesto a arriesgar la vida, son valores centrales en esa herencia que hemos dado en llamar guevarismo”. Pero las denuncias contra los asesinatos de Stalin en 1956 no acabaron con los métodos autoritarios o dictatoriales dentro de los partidos. Fue sólo hasta después de Checoslovaquia en 1968 cuando comenzó a aclararse.

4. Esa izquierda fue derrotada entre los golpes de Estado de la década de 1970 (Salvador Allende) y la caída del socialismo real en 1989 (Rusia, Europa de Este y el Muro de Berlín). Ha habido cientos o miles de derrotas en igual número de países y lugares contra la izquierda y las luchas de los trabajadores. Aunque el nivel de conciencia de los trabajadores ha crecido, no se pueden contabilizar victorias duraderas que hayan hecho retroceder al capitalismo. Al contrario, las guerras, los golpes del Estado, las invasiones, las dictaduras militares, todos promovidos o encabezados por ellos, les han dado más fuerza y poder.

5. “El vanguardismo y el voluntarismo que tanto se extendió entre la izquierda, escribe Zibechi, impidió comprender que la realidad que pretendimos transformar era bien diferente a lo que pensábamos, lo que llevó a subestimar el poder de las clases dominantes y, sobre todo, a creer que se vivía una situación revolucionaria”. Yo en 50 años jamás me engañé pensando en la debilidad de la burguesía, del imperialismo y en que estábamos a un paso del triunfo del socialismo. Tuve siempre la convicción en apoyar todo movimiento social contra el capitalismo; me emocioné, pero luego reflexionaba: ¿Qué avances reales logramos?

6. Luego Zibechi se refiere a la lucha armada que la Revolución Cubana nos puso como ejemplo en 1959 y escribe: “Que la generación de los 60 y 70 hayamos cometido gruesos errores en el uso y abuso de la violencia no quiere decir que tengamos que tirarlo todo por la borda. Las organizaciones armadas cometieron, además, atrocidades indefendibles, utilizando la violencia no sólo contra los enemigos, sino a menudo contra el propio pueblo y también contra aquellos compañeros que presentaban diferencias políticas con su organización”. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya que defenderse. No debemos pasar al extremo opuesto de confiar en las fuerzas armadas del sistema (como señala el vicepresidente de Bolivia), o despojar de su carácter de clase a las fuerzas represivas.

7. Los ejemplos del EZLN, escribe Zibechi, del pueblo mapuche de Chile, de la Guardia Indígena nasa en Colombia y de los indígenas amazónicos de Bagua en el Perú, muestran que es necesario y posible organizar la defensa comunitaria colectiva. El legado del Che y en la práctica de aquella generación, el poder ocupaba un lugar central, algo que no podemos ni debemos negar. Pero la conquista del poder era para beneficio del pueblo, nunca jamás para beneficio propio, ni siquiera del grupo o partido que tomaba el poder, como se registró en la URSS, China y demás burocracias “socialistas” que, aunque llenas de buena voluntad y sacrificios, no hicieron nada definitivo contra el capitalismo

8. Leer el artículo. Necesitamos una izquierda para el siglo XXI que tenga presente la historia de las luchas revolucionarias del pasado; que incorpore aquel lema “ser como el Che”, pero sin caer en vanguardismos. Que tenga presente el lema del zapatismo: “para todos todo, nada para nosotros”. Lo mismo puede decirse del mandar obedeciendo, que parece un importante antídoto contra el vanguardismo. El tipo de militantes que necesita la izquierda del siglo XXI debe estar modelado por la voluntad de sacrificio (Walter Benjamin). Deshacernos de esa tremenda fantasía de que es posible cambiar el mundo votando cada cinco años y consumiendo el resto del tiempo. (22/I/16)