PARÍS, Francia, 14 de noviembre.- De la plácida emoción de seguir desde la platea a la selección francesa de fútbol, en un partido contra Alemania, a declarar ante las cámaras de televisión el cierre total de fronteras y la alerta roja en todo el país, tras una de las mayores tragedias sufridas en la historia de Francia. Así fue el derrotero del presidente François Hollande, que como toda Francia pasó del cielo al infierno en solo un suspiro.
Hollande se puso al tanto de la crisis por teléfono, cuando el reloj del Stade de France -situado en las afueras de París y de donde debió ser evacuado- marcaba las 21.36. Poco antes se habían oído dos explosiones que provenían de las afueras de la cancha. Con la llamada todo empezó a cuadrar, pero la dimensión de la cadena de ataques simultáneos recién comenzaba a salir a la luz.
La noticia se confirmó con el correr del partido que, de todos modos, y de manera surrealista, terminó en tiempo y forma. Y mientras Hollande era evacuado, los espectadores se refugiaban en el campo de juego, de donde fueron invitados a salir desde los altoparlantes y la pantalla gigante.