CIUDAD DE MÉXICO, 17 de julio.- México abrió la puerta a la historia, pero casi nadie entró. El estreno del fin del monopolio petrolero ha acabado en una decepción mayúscula y ha dejado sobre el escenario la sensación de que la reforma estrella del Gobierno de Enrique Peña Nieto ha echado a andar con mal pie. El magro resultado de la primera licitación, donde sólo se adjudicó el 14% de los campos subastados, dejó en evidencia fallos estructurales en la oferta, pero también la erosión de un Ejecutivo que, con la humillante fuga de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, atraviesa uno de sus momentos más bajos.
La subasta ha desnudado las esperanzas puestas en la reforma petrolífera. La licitación era considerada un paso histórico. Por primera vez en 77 años, el capital privado podía acceder a una explotación petrolífera. Para llegar a este punto, Peña Nieto había recorrido un largo trecho. El monopolio estatal del oro negro es un arcano del nacionalismo mexicano. Su disolución fue considerada una traición por la izquierda, que, encabezada por el PRD, se movilizó en su contra. El Gobierno no cedió y con apoyo del PAN (derecha) sacó adelante proyecto. Con esta decisión, el Pacto por México, el gran acuerdo que sostenía el programa reformista de Peña Nieto, saltó por los aires.
La subasta del miércoles, con estos antecedentes, representaba algo más que una puesta de largo. La oferta había sido presentada como un apetitosa posibilidad de negocio. A concurso salían 14 campos petrolíferos en aguas someras (técnicamente los mejores, por la facilidad de perforación), ubicados además en una zona privilegiada del Golfo de México, donde Pemex, la petrolera estatal, ha logrado sus mayores descubrimientos y dispone de una infraestructura de distribución muy avanzada.
México, anclada desde hace 30 años en un ciclo de crecimiento bajo, necesita la entrada masiva de capital para acelerar el paso y poder enfrentarse a la gran lacra nacional: la pobreza.
La reforma energética, apoyada por los grandes expertos internacionales, se ha erigido en la mejor baza para dinamizar la economía. Pero este paupérrimo estreno ha devuelto la ficha a su punto de partida. Al igual que ocurrió con el concurso de las nuevas televisiones, destinado a enterrar el aplastante duopolio mexicano, el resultado ha quedado muy por detrás de lo esperado y ha abierto un nuevo frente nuboso para el Ejecutivo.