domingo, 6 de diciembre de 2015

diciembre 06, 2015
CIUDAD DEL VATICANO, 6 de diciembre.- Papa Francisco hizo un llamado-petición hoy durante el Ángelus a los participantes de la Conferencia sobre el Clima de París (COP21): un esfuerzo para atenuar los impactos del cambio climático y contrarrestar la pobreza.

«Por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las futuras generaciones —dijo el Pontífice argentino al final de la oración mariana—, en París cada esfuerzo debería estar dirigido a la mitigación de los impactos del cambio climático y, al mismo tiempo, a contrastar la pobreza y hacer florecer la dignidad humana».

«Sigo con viva atención los trabajos de la Conferencia sobre el clima en curso en París, y me vuelve a la mente una pregunta que hice en la encíclica Laudato si’: ''¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?’’». «Las dos decisiones van juntas: detener el cambio climático y luchar contra la pobreza para hacer florecer la dignidad humana», dijo el Papa. «Recemos —añadió— para que el Espíritu Santo ilumine a cuantos han sido llamados a tomar decisiones tan importantes y les dé la valentía de tener siempre como criterio de elección el bien mayor para la familia humana». 

Dos días antes del inicio del Jubileo, ante una plaza de San Pedro llena de gente, como de costumbre, Francisco invita a la conversión de los corazones y a hacer "florecer la dignidad humana".

Reflexionando sobre la lectura que describe a Juan el Bautista, quien predicaba «un bautismo de conversión para el perdón de los pecados», el Papa afirmó que «todos debemos convertirnos». En particular, precisó Francisco, de las «mentes cerradas y los corazones duros» que llenan los «modernos desiertos de la humanidad».

«Y nosotros, tal vez, nos preguntamos: ‘¿Por qué deberíamos convertirnos? La conversión tiene que ver con quien de ateo se hace creyente, quien de pecador se hace justo, pero nosotros no lo necesitamos: nosotros ya somos cristianos. Podemos preguntarnos esto. ‘Ah, estamos bien’. Pero esto no es cierto». Pensando de esta manera, explicó el Papa, «no nos damos cuenta de que es justamente de esta presunción que debemos convertirnos: de la suposición de que, a final de cuentas, así está bien y no necesitamos ninguna conversión».

«Pero tratemos de preguntarnos —prosiguió— si en las distintas situaciones y circunstancias de la vida tenemos siempre los mismos sentimientos de Jesús. Por ejemplo, cuando sufrimos algún problema o afrenta, ¿logramos reaccionar sin animosidad y perdonamos de corazón al que nos pide disculpas? ¡Qué difícil es perdonar! Qué difícil: ‘¡Me la vas a pagar!’, es la palabra que nos viene de dentro. Cuando somos llamados a compartir alegrías o dolores, ¿sabemos sinceramente llorar con quien llora y alegrarnos con quienes se alegran? Cuando debemos expresar nuestra fe, ¿sabemos hacerlo con valentía y simplicidad, sin avergonzarnos del Evangelio?». «Y así, podemos hacernos muchas preguntas», continuó: «siempre debemos convertirnos, tener los sentimientos que tenía Jesús».

Seggin Francisco, la «voz del Bautista todavía hoy grita en los modernos desiertos de la humanidad, que son las mentes cerradas y los corazones duros, y nos lleva a preguntarnos si efectivamente estamos recorriendo el camino justo, viviendo una vida según el Evangelio».

Hablando sobre el hecho de que cada cristiano «ha sido llamado a dar a conocer a Jesús a todos los que todavía no lo conocen» («y esto no es proselitismo», explicó el Papa, sino «abrir una puerta»), el Pontífice subrayó que «si a nosotros el Señor Jesús nos ha cambiado la vida, ¿cómo no sentir la pasión de hacer que lo conozcan todos los que encontramos en el trabajo, en la escuela, en el condominio, en el hospital?».

Si vemos a nuestro alrededor, añadió, «encontramos a personas que estarían dispuestas a comenzar o a volver a comenzar un camino de fe, si encontraran a cristianos enamorados de Jesús. ¿No deberíamos y no podríamos ser nosotros esos cristianos?».

«Pero debemos ser valientes —concluyó Francisco—: abajar las montañas del orgullo y de la rivalidad», llenar todos los abismos que han escarbado la «indiferencia y la apatía, enderezar los senderos de nuestras flojeras y de nuestros compromisos».

Al final del Ángelus, Papa Francisco recordó que mañana es el 50 aniversario de un memorable evento entre católicos y ortodoxos. El 7 de diciembre de 1965, vigilia de la clausura del Concilio Vaticano II, con una declaración común, el Papa Pablo VI y el Patriarca ecuménico Atenágoras, «se eliminaban de la memoria las sentencias de excomunión intercambiadas entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla en 1054. Es realmente providencial que aquel gesto histórico de reconciliación, que ha creado las condiciones para un nuevo diálogo entre ortodoxos y católicos en el amor y la verdad, sea recordado precisamente en el inicio del Jubileo de la Misericordia. No hay un auténtico camino hacia la unidad sin un pedido de perdón a Dios y entre nosotros, por el pecado de la división. Recordemos en nuestras oraciones al querido Patriarca Ecuménico Bartolomé y a los demás jefes de las Iglesias ortodoxas, y pidamos al Señor que las relaciones entre católicos y ortodoxos se inspiren siempre en el amor fraterno».

Bergoglio también quiso recordar que ayer «en Chimbote (Perú), fueron proclamados beatos Michael Tomaszek y Zbigniew Strzałkowski, Franciscanos Conventuales, y Alessandro Dordi, sacerdote fidei donum, asesinados por odio a la fe en 1991. Que la fidelidad de estos mártires en el seguimiento de Cristo dé la fuerza a todos nosotros, pero especialmente a los cristianos perseguidos en diferentes partes del mundo, para dar testimonio valiente del Evangelio».

Después, el Papa se despidió de los fieles en vista del Jubileo: «Les deseo a todos un buen domingo y una buena preparación para el inicio del Año de la Misericordia. Por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!». (Mauro Pianta / Vatican Insider)