domingo, 29 de noviembre de 2015

noviembre 29, 2015
BANGUI, República Centroafricana, 29 de noviembre.- Comenzó el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Comenzó con más de una semana de anticipación con respecto a la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. A las 17.13,Papa Francisco abrió la puerta de madera y vidrio de la catedral de Bangui, en la República Centroafricana. Antes de abrirla de par en par, explicó el significado de este gesto.

«Hoy Bangui se vuelve en la capital espiritual del mundo —dijo Francisco. El año Santo de la Misericordia viene anticipadamente a esta tierra. Una tierra que sufre desde hace años la guerra, el odio, la incomprensión, la falta de paz».

«Y en esta tierra que sufre —contonuuó— también están todos los países del mundo que han pasado por la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. Todos nosotros pidamos paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. Por Bangui, por toda la República Centroafricana y por todo el mundo y por los países que sufren la guerra, ¡pidamos la paz!».

En la catedral de la capital de la República Centroafricana, Francisco abrió la Puerta Santa para inaugurar el Jubileo antes de la ceremonia programada para el 8 de diciembre en el Vaticano. Se trata de una novedad histórica: "Bangui - dijo - es la capital espiritual del mundo". Y pidió orar por que haya "amor y paz" alrededor del planeta. (AFP)

Después Francisco, como ha hecho en varias ocasiones en este viaje africano, pidió a todos los fieles que repitieran con él esta oración: «Y todos juntos, pidamos amor y paz, ¡todos juntos! ‘Ndoyè na sirirí’ (amor y paz en la lengua local, ndr.)».

«Y ahora —concluyó—, con esta oración, comenzamos el Año Santo, aquí, en esta capital espiritual del mundo hoy». Después se dirigió hacia la puerta central de la catedral y la abrió. permaneció durante un instante con los brazos abiertos, mientras los fieles desde el interior aplaudían y se arrodillaban.

En la homilía de la Misa que abre el Adviento en el rito romano, Francisco dijo: « Por medio de ustedes, saludo también a todos los centroafricanos, a los enfermos, a los ancianos, a los golpeados por la vida. Algunos de ellos tal vez están desesperados y no tienen ya ni siquiera fuerzas para actuar, y esperan sólo una limosna, la limosna del pan, la limosna de la justicia, la limosna de un gesto de atención y de bondad. ¡Y todos nosotros esperamos la gracia, la limosna de la paz!».

El Papa dijo que nos debemos liberar, gracias a Jesús, «de una concepción de familia y de sangre que divide, para construir una Iglesia-Familia de Dios abierta a todos, que se preocupa por los más necesitados.  Esto supone estar más cerca de nuestros hermanos y hermanas, e implica un espíritu de comunión. No se trata principalmente de una cuestión de medios económicos, sino de compartir la vida del pueblo de Dios».

Francisco recordó que una de las exigencias fundamentales de la vocación cristiana « es el amor a los enemigos, que nos previene de la tentación de la venganza y de la espiral de las represalias sin fin. Jesús ha insistido mucho sobre este aspecto particular del testimonio cristiano. ¡Los agentes de evangelización, por tanto, han de ser ante todo artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación, expertos de la misericordia!».

«Por todas partes —continuó—, y sobre todo allí donde reina la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, los cristianos estamos llamados a ser testigos de este Dios que es Amor». Y el testimonio de los paganos sobre los cristianos «ha de estar presente en nuestro horizonte como un faro: ‘Miren cómo se aman, se aman de verdad’».

«Jesús —explicó el Pontífice—, también en medio de una agitación sin precedentes, quiere mostrar su gran poder, su gloria incomparable, y el poder del amor que no retrocede ante nada, ni frente al cielo en convulsión, ni frente a la tierra en llamas, ni frente al mar embravecido. ¡Dios es más potente y más fuerte que cualquier otra cosa! Esta convicción da al creyente serenidad, valor y fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Incluso cuando se desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamado de frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última palabra. ¡Y será una palabra de amor y de paz!».

Francisco concluyó la homilía con un fuerte llamado «a todos los que empuñan injustamente las armas de este mundo: ¡Depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz!». Entre los aplausos de los fieles, el Papa clamó: «¡Reconciliación, perdón, amor y paz! Amén». (Andrea Tornielli / Vatican Insider)