lunes, 9 de noviembre de 2015

noviembre 09, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Atinada decisión. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le propuso a Bustolina Grandchichier, bella mujer de busto generoso: "Te apuesto 50 pesos a que puedo poner mis manos sobre tus bubis sin tocar para nada la ropa que las cubre". Ella, divertida, aceptó la apuesta. El individuo entonces puso las manos en ambos pechos de la chica y los tentó, sobó, palpó, toqueteó, masajeó y acarició sabrosamente y con delectación morosa. Le dijo la muchacha: "Perdiste la apuesta. Tocaste mi blusa". "Es cierto –reconoció Afrodisio–. Aquí tienes tus 50 pesos". En el avión un pasajero le dijo con inquietud a su vecino de asiento: "Me temo que escogimos la línea aérea equivocada". "¿Por qué? –preguntó el otro. Respondió el pasajero: "El tarjetón en la bolsa del asiento no contiene instrucciones de seguridad: trae escrito el Padre Nuestro". Babalucas le comentó a su esposa: "Estoy muy preocupado. Sospecho que nuestro bebé fuma a escondidas". Respondió llena de asombro la señora: "¿Cómo puedes pensar eso? ¡El niño tiene apenas tres meses de nacido!". "Es cierto –reconoció el tontaina–. Pero ni tú ni yo fumamos, y tus pechos huelen a tabaco". Libidiano le dijo a Dulciflor: "Algunos hombres piensan que todas las mujeres son fáciles. Yo me conformo con que solamente tú lo seas". Dirá verdad impepinable quien afirme que el Instituto Nacional Electoral es el organismo público más costoso, más desprestigiado y con menos credibilidad de cuantos existen entre el Polo Sur y el Polo Norte, incluidos los del ecuador. La naturaleza original de esa institución ha sido desvirtuada y corrompida: lejos de ser un órgano de ciudadanos es hoy por hoy un apéndice de los partidos, y actúa según los intereses partidistas sin mirar al bien de México y de su incipiente democracia. Pese a lo dicho sucedió en ese organismo algo muy extraño que merece comentario. Inexplicablemente, quizá por equivocación, el INE abandonó un momento su ruta usual de componendas, yerros y manipulaciones, y acordó la cancelación del registro al mal llamado Partido del Trabajo, que nunca fue partido, sino negocio personal de un vividor de la política, y cuyos dirigentes no juntan entre todos un turno de 8 horas de trabajo en toda su vida. Atinada decisión fue ésa, que debería ser seguida –vana ilusión, quimérica esperanza– por la defenestración de otro forúnculo nauseoso en la vida nacional: el igualmente mal llamado Partido Verde Ecologista –ninguna de las tres cosas es–, mercadería a disposición de quien pague más por ella; empresa de lucro convertida ahora en peón o menestral del PRI. Me reservo el derecho inalienable de seguir calificando al INE con los más sonoros inris y los epítetos más denostosos –los merece todos–, pero saludo su determinación de sacar del mercado político al PT. Uglicia,mujer más fea que el pecado –que un pecado feo, quiero decir, pues hay algunos muy hermosos–, se compró un perico. Ese mismo día un amigo que llegó a su casa le preguntó: "¿Y ese pajarraco?". Antes de que Uglicia pudiera contestar respondió el perico: "No sé quién es. Me compró hoy en la mañana en una tienda de mascotas". Don Algón, salaz ejecutivo, le dijo a la linda Rosibel: "Daría mil pesos por poner mis labios en esa boquita cálida y sensual". Replicó Rosibel con sonrisa invitadora "¿Y por qué no aspira al gran premio de los 5 mil pesos?". Don Languidio Pitocáido, señor de edad madura, estaba en la sala con su esposa. En eso empezó a llover copiosamente. La señora le dijo a su senil consorte: "Abre la ventana y saca tu pilín para que se te moje". "¿Por qué? –respondió con extrañeza don Languidio. Explicó ella: "He oído decir que con la lluvia todas las cosas cobran vida". Jactancio, individuo presuntuoso, casó con Pirulina, linda joven con mucha ciencia –y arte– de la vida. Llegado el momento de consumar el matrimonio el fanfarrón sujeto le dijo a su flamante desposada al tiempo que dejaba car la bata de seda roja que lo cubría: "Prepárate, mujer. Voy a hacerte lo que ningún hombre te ha hecho nunca". Replicó ella entusiasmada: "¿Me vas a pagar?". FIN.