jueves, 12 de noviembre de 2015

noviembre 12, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Reír y pensar. Libidiano y su amiga Rosibel discutían acerca de quién disfruta más el sexo: el hombre o la mujer. "Lo goza más el hombre -sostuvo Libidiano-. Por eso nos esforzamos más que ustedes en tener sexo". "Te equivocas -lo corrigió la chica-. Nosotras las mujeres lo disfrutamos más. Para demostrártelo te pondré un ejemplo. Supongamos que sientes comezón en el oído. Para aliviarla te llevas un dedo ahí y frotas el lugar donde tienes la picazón. Al terminar de frotar ¿cuál parte siente más satisfacción? ¿El dedo o el oído?". Ovonio Grandbolier, el tipo más haragán de la comarca, le contó a un amigo: "Mi esposa y yo tenemos en la casa un problema grave de mantenimiento". "¿De veras? -se interesó el otro-. ¿En qué consiste ese problema de mantenimiento?". Explicó Ovonio: "Mi suegro no nos quiere mantener". Dice un señor: "Todas las mañanas al despertarme consulto la lista de Forbes con los hombres más ricos del mundo. Si no estoy en ella me levanto y me voy a trabajar".


Mi más reciente libro -espero que no el último- está ya en las librerías. Se llama "Cuentos de todos (y de otros también)", y contiene picardías, reflexiones, pillerías y meditaciones. Eso quiere decir que hay en él narraciones breves y sabrosas que lo mismo invitan a reír que a pensar en las cosas trascendentes de la vida. Aunque todavía no lo presento en sociedad -lo presentaré por primera vez en la FIL de Guadalajara, el domingo 6 del próximo diciembre- el libro se ha convertido ya en un éxito, según me han informado los queridos amigos de Diana, benemérita casa del prestigioso Grupo Editorial Planeta, que han hecho de mí un autor de bestsellers. Por su parte, mis cuatro fidelísimos lectores me dicen que es el libro más entretenido y más variado de todos los que he escrito. Quizá lo sea, en efecto. Lo que puedo decir sin el "quizá", o sea con absoluta certidumbre, es que el libro, abierto al azar en cualquier página, entregará a quien lo lea un motivo para la risa y otro para la meditación. Al terminar de escribirlo me sentí satisfecho del recién nacido, y eso que -opina mi mujer- soy demasiado perfeccionista. Tan contento quedé con ese libro que lo dediqué "A mis hijos: en ellos volví a ser. Y a mis nietos: en ellos volví a nacer". Si no pensara yo que es un buen libro no le habría puesto esa dedicatoria. Doy las gracias a quienes lo han comprado para leerlo o para regalarlo. En sus páginas me encontraré contigo, y juntos reiremos, y pensaremos juntos. Ambos ejercicios, el de reír y el de pensar, constituyen la esencia de lo humano. Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a una oficina pública a realizar un trámite. El encargado le preguntó su nombre y dirección, y luego le pidió bajando un poco la voz: "¿Me hace ahora el favor de decirme su edad?". Con un mohín de coquetería respondió la señorita Himenia: "Cuento 38 abriles". Sin levantar la vista volvió a inquirir el empleado: "Y ahora ¿me hace el favor de decirme cuántos eneros, febreros y marzos cuenta?". Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, conoció en una fiesta a una linda chica llamada Florilí. La cortejó discretamente -eso significa que después de la segunda copa le musitó al oído: "¿Jalas?"- y luego le pidió que lo recibiera en su departamento. Ella, con la misma elegante discreción, respondió: "Vamos". Llegados al edificio donde vivía la muchacha ella le dijo a su lúbrico galán: "Deberás esperar un poco aquí afuera. Te indicaré cuándo puedes entrar". A Afrodisio tal idea no le agradó mucho: la noche era oscura; hacía un frío tremendo; caía una lluvia helada y soplaba un viento que lo congelaba todo (esto último fue lo que más preocupó al libidinoso galán). Después de media hora Florilí asomó por la ventana y le dijo: "Ahora puedes entrar". Ya en el cálido y acogedor departamento de la joven Afrodisio corrió el mejor de los caminos montado en potra de nácar etcétera (no todo se había congelado). Terminado el gratísimo trance de lubricidad Pitongo le preguntó a Florilí: "¿Por qué, si íbamos a hacer esto, me pediste que esperara afuera bajo la lluvia, con ese frío espantoso y soportando el helado viento que soplaba?". Explicó ella: "Porque no quería que fueras a pensar que soy una chica fácil". FIN.