miércoles, 11 de noviembre de 2015

noviembre 11, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Postura hipócrita. Los jóvenes esposos estaban haciendo el amor en su recámara cuando oyeron tras ellos un ruidito. Volvieron la mirada, y lo que vieron los dejó estupefactos: de pie sobre la cunita su bebé los estaba filmando con el iPhone. Muy preocupada le dijo la muchacha a su marido: "¿No crees que ya es tiempo de que el niño tenga su propio cuarto?". Sir Galahad se iba a la cruzada. Antes de salir le puso a su esposa, lady Gwangolyne, un cinturón de castidad. Apenas había cabalgado un par de leguas cuando recordó que se le había olvidado darle a su mujer ciertas instrucciones para el manejo de sus posesiones. Volvió apresuradamente, y no la halló en el castillo. Le preguntó al ama de llaves: "¿Dónde está lady Gwangolyne?". Respondió la doña: "Entiendo que fue al pueblo a comprar un abrelatas". Terminó la operación, y el cirujano le dijo a su ayudante: "¡Cómo odio eso de que me sobren partes!". En las afueras del paraíso terrenal el gusanito le comentó a la gusanita: "No hay justicia en este mundo. Nosotros comimos primero de la manzana, y son los otros los que se van a llevar toda la publicidad". La joven vecina de doña Frigidia le confió: "Voy a divorciarme de mi esposo. Imagínese: me hace el amor dos veces al año". "Haces muy bien en separarte de ese hombre -la apoyó doña Frigidia-. A ninguna mujer le gusta estar casada con un maniático sexual". He oído decir que la botella de la Coca-Cola se diseñó tomando como inspiración el cuerpo de Mae West, escultural -y simpatiquísima e inteligentísima- actriz de Hollywood en los años treintas del pasado siglo. No sé si el dato sea cierto, pero conocí a una chica igualmente curvilínea a quien le decían "la Coca-Cola", por la forma de su cuerpo. Se dio un resbaloncito, y ahora le dicen "la cuba libre", porque es Coca-Cola con piquete. Viene a continuación un absurdo cuento de índole gramatical. En medio de la noche el marido novel llamó angustiado por teléfono al ginecólogo de su mujer. "¡Doctor! -clamó hecho un manojo de nervios-. ¡Creo que mi esposa ya va a dar a luz! Está gritando: '¡Al, del! ¡Al, del!'". "No se apure -lo tranquilizó el facultativo-. Son solamente contracciones". Habrá quienes piensen que la actitud de Peña Nieto en relación con el asunto de la mariguana es ambivalente: por un lado rechaza la idea de legalizar el cultivo, tráfico y consumo de la hierba, y por el otro se muestra propicio a establecer un debate sobre la cuestión. No creo que haya ambivalencia en eso. Fuentes generalmente bien enteradas -así se dice- me aseguran que el presidente está de acuerdo con la reciente decisión de la Suprema Corte, pero debe guardar las formas para no apartarse visiblemente de los acuerdos con los Estados Unidos en lo que atañe al combate a las drogas. Sucede que los norteamericanos las consumen con singular alegría, mientras acá nosotros nos matamos para proteger a quienes no quieren que se les proteja. La legalización en México de la mariguana iría contra esa hipócrita postura de nuestros vecinos. Yo digo que a este respecto es tiempo ya de que México actúe en uso de su soberanía, y no como gendarme al servicio del país del norte. Lo que digo no es nacionalismo chabacano: es razón fundada para acabar, siquiera sea a largo plazo, con una guerra que ni siquiera es propia, sino ajena, y que no ha rendido más resultado que el de ensangrentar al país y hacernos vivir en un ámbito de inseguridad constante. Con lo anteriormente dicho he cumplido por hoy la modesta función que me he impuesto, de orientar a la República. Puedo por tanto narrar un último chascarrillo que alivie la tensión nacional causada por mis admoniciones. Dulcilí, muchacha ingenua, casó con Balano Pitorreal, fornido galán a quien todos llamaban -no sé por qué- "El pichón". Al día siguiente de la noche de bodas la muchacha despertó en el tálamo nupcial. Se desperezó en el lecho con movimientos que evidenciaban satisfacción completa, y luego llamó por teléfono a su madre. Le dijo con una gran sonrisa: "Mami: ¿recuerdas que siempre te dije que Balano tenía un no sé qué? ¡Pues anoche supe que tiene un sí sé qué!". FIN.