jueves, 22 de octubre de 2015

octubre 22, 2015
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero

Se llama Botas. Es un changuito que Joaquín Guzmán Loera regaló a sus dos hijas más pequeñas, las gemelitas. Lo bautizaron como al mono que acompaña a Dora la Exploradora en las caricaturas infantiles. Según la investigación oficial, fue pieza clave para dar con el paradero de El Chapo tras su fuga del Altiplano.

Esta es la historia que se extrae de la investigación oficial, encabezada por el Cisen, coordinada desde Gobernación, y respaldada por la PGR, la Marina y el Ejército:

Cuando el capo fue capturado, su esposa Emma Coronel, sus hijas y la mascota se fueron a vivir cerca del penal del Altiplano, para aprovechar más las visitas al centro penitenciario.


Unos días antes del 11 de julio, sabiendo que Joaquín Guzmán Loera se fugaría, Emma Coronel y las niñas también cambiaron de domicilio. Se mudaron a Sinaloa y dejaron atrás a Botas.

La familia completa se reencontró poco después en el Triángulo Dorado, en la comunidad de Bastantitas de Abajo, municipio de Tamazula, Durango. Los empleados del cártel habían construido ahí un complejo de cabañas de madera. La de él, la menos austera, con televisión, baño, drenaje y agua caliente. La de sus guaruras, apenas para la supervivencia. Héctor Ramón Takashima alias El Cachimba, piloto de confianza del narcotraficante, lo llevó en avioneta primero a él y luego a su familia.

Durante su estancia, de acuerdo con la información a la que tuve acceso, las hijas pidieron a papá que rescatara a Botas. El Chapo encargó a sus cercanos la misión de traerlo por aire.

Los encargados de la indagatoria detectaron entonces una serie de intentos por conseguir los permisos sanitarios para que el chango volara a Culiacán: en Semarnat, en veterinarias, en Aeroméxico. Pero nadie les firmó los papeles, así que no les quedó más que trasladarlo en carretera y un buen día, me confían fuentes involucradas, los investigadores descubrieron a Botas en Sinaloa, a bordo de un Mustang rojo de súper lujo. Sabían que la mascota los podía llevar hasta su objetivo. Fue pista contundente para luego lanzar las
operaciones de la Marina en la sierra.

El Mustang era de Édgar Coronel Aispuro, veinteañero, cuñado del capo, hermano predilecto de Emma, quien entró al túnel la noche de la fuga y salió con El Chapo, abordó con él un vehículo y luego una avioneta.

Para los investigadores, Édgar fue el representante de los intereses familiares en la operación de evasión del reo. Pero mucho más relevante fue el papel que jugó otro hombre:

El licenciado Óscar Manuel Gómez, jefe del cuerpo de abogados que defiende al líder del Cártel de Sinaloa y a sus secuaces, es considerado el principal coordinador del escape de El Chapo. Fue detenido ayer, al salir del Altiplano, donde representa a otros internos, con ocho teléfonos celulares que están siendo analizados por los expertos de cibernética.

Cuando estaba recluido Guzmán Loera se reunió por horas con su abogado. Aunque estas audiencias son grabadas, fuentes involucradas me revelan que muchas de sus conversaciones han resultado inaudibles o indescifrables. Incluso en ocasiones el narcotraficante escribía las instrucciones en la mesa del locutorio para que no las captara la cámara pero las registrara el licenciado Gómez.

Tras el escape, las labores de seguimiento de los investigadores federales detectaron que este abogado, así como integrantes del primer círculo de Guzmán Loera, conversaban recurrentemente sobre “la trilladora” y el túnel.

Dedujeron de bote pronto que se trataba de alguna maquinaria de construcción empleada para construir el pasadizo. Pero no. Después supieron que La Trilladora es el apodo de un empresario poblano: Manuel Rodolfo Trillo Hernández, acusado de ser quien financió la fuga, a petición de El Chapo y por intermediación del abogado.

Propietario de restaurantes, casas de cambio, vinculado con la famosa cadena de cafeterías The Italian Coffee Company, añejo amigo de El Chapo (aparentemente fue su piloto en alguna época y era dueño de una aeropista en Atlixco), Trillo Hernández usaba tres identidades falsas. Con ellas pudo tener una cara socialmente aceptada y otra en el bajo mundo.

El abogado, de acuerdo con la indagatoria, contactó a otro hombre mucho más relevante, que era de los más deseados por la DEA: Lázaro Araujo Burgos, el verdadero Señor de los Túneles, la mente maestra detrás de todas las construcciones del Cártel de Sinaloa, señalado de ser el ingeniero de un sinfín de subterráneos fronterizos usados para pasar droga de México a Estados Unidos.

A su vez, Lázaro Araujo tocó la puerta de Rigoberto Martínez Dávalos para cobrarle, a nombre de El Chapo, un viejo favor: Guzmán Loera lo ayudó a salir de la cárcel en la década de los 90 y ahora debía pagar: le encomendaron comprar a Calixto Estrada Carrillo el terreno en donde desembocaba el túnel. Presuntamente ambos aceptaron hacer una maniobra financiera ilegal para el traspaso de la propiedad.

Lo demás fue trabajar bajo la tierra de mayo a julio.

Trillo puso el dinero, Lázaro a los albañiles, Rigoberto consiguió el terreno, Calixto lo vendió, Édgar entró por El Chapo al penal, Cachimba lo voló, el piloto Lanciani sirvió de distractor y el abogado Gómez los articuló a todos.

SACIAMORBOS. En estas tres entregas de Historias de Reportero usted ha leído de todos
estos personajes.

Desde hace meses la PGR arraigó y desde ayer consignó al piloto Cachimba, al cuñado Édgar Coronel, al constructor Lázaro Araujo y al intermediario Rigoberto Martínez. La víspera detuvo y ya consignó al abogado Gómez y a Calixto, el dueño original del predio. El otro piloto, Lanciani, ya estaba consignado. El empresario Trillo Hernández y el hermano mecánico del Cachimba habían sido arraigados.

Esta narrativa se desprende de las investigaciones oficiales y la averiguación previa. La culpabilidad de los presuntos involucrados deberá ser probada en el juzgado.

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