martes, 27 de octubre de 2015

octubre 27, 2015
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero

Desde hace cosa de una década, la Organización de las Naciones Unidas pone a México como ejemplo de protección civil ante desastres. En sus cumbres, reuniones, foros por todo el planeta, los funcionarios mexicanos son invitados como grandes estrellas para que enseñen, eduquen al mundo sobre cómo debe enfrentarse una amenaza de tragedia ocasionada por la naturaleza.

Raro, pero las grandes potencias mundiales tienen una mala boleta en esta materia: Estados Unidos no evacuó cuando Katrina y se murieron casi dos mil, en Europa hubo un calorón en 2003 y murieron 9 mil personas en Alemania, 5 mil en Francia y 2 mil en Gran Bretaña; el desastre en el manejo gubernamental ante el tsunami de 2011 en Japón dejó 15 mil personas muertas y convirtió un fenómeno geológico en una crisis nuclear que puso en riesgo a 36 millones en la zona metropolitana de Tokio; en China se mueren por cientos cada que pasa un tifón o cada que los cimbra un fuerte sismo.


México parece marcar una diferencia. El saldo hasta ahora reportado de “cero muertos” tras el paso de Patricia, catalogado el peor huracán del que se tenga registro en la historia de la humanidad, enaltece internacionalmente al país, cuando más vapuleada está su imagen.

Es verdad que la naturaleza puso de su parte: según los expertos de México y Estados Unidos, Patricia concentró su impacto con más fuerza en la zona escasamente poblada entre Manzanillo, Colima, y Puerto Vallarta, Jalisco; se topó ahí con la Sierra Madre Occidental que se volvió una resistente muralla que la debilitó pronto; y su gigantismo —si la escala de Saffir-Simpson fuera más amplia, habría alcanzado la categoría 7— terminó siendo su gran debilidad: los poderosos brazos entraron a tierra mucho antes que su ojo, se debilitaron y eso restó potencia a todo el meteoro.

Pero también la mano del hombre incidió de manera ejemplar: ante el veloz engrandecimiento de Patricia, la madrugada del viernes el gobierno federal lanzó todas las alertas, en los medios de comunicación se difundió ampliamente el peligro y la población entendió la seriedad de la amenaza y actuó en consecuencia.

Esas zonas escasamente pobladas donde pegó lo más fuerte fueron evacuadas casi sin resistencia, los polos turísticos se apertrecharon, la gente no salió a las calles, ni intentó cruzar ríos o trasladarse en carreteras en los momentos más peligrosos.

Patricia no fue tan inclemente, pero México nunca se confió. Esa fue la diferencia que hoy es aplaudida a nivel mundial.

Hace no mucho, en septiembre de 2014, la conjunción de los meteoros Ingrid y Manuel fue tomada relajadamente por las autoridades federales encargadas de lanzar las alertas y con un patético, irritante desdén de las autoridades estatales y municipales de Guerrero. Costó 157 vidas y dejó casi dos millones de damnificados que por días estuvieron sin comida, agua ni techo. Qué bueno que se aprendió de ello. Queda de lección que la medalla de oro, la de Protección Civil, como todas las medallas de oro, se tiene que defender en cada contienda.

historiasreportero@gmail.com