sábado, 31 de octubre de 2015

octubre 31, 2015
CIUDAD DE MÉXICO, 31 de octubre.- Nota de Fernando Zamora publicada hoy por milenio.com con el título "Las metamorfosis de Pasolini":

Con voz aburguesada, un periodista francés lanza a Pasolini las últimas preguntas de su vida mediática. Il Corriere della Sera ha publicado (con motivo del 40 aniversario de su muerte) esta entrevista que traduzco aquí libremente. Por si no bastara el hecho de que es la última entrevista que ofreció Pier Paolo, 48 horas antes de su asesinato, digamos además que en las palabras que siguen están contenidos todos los temas que desde 1975 rondan a morbosos y filólogos en torno a su asesinato. Así pues, el entrevistador pregunta: ¿Cree usted que los cineastas han llegado demasiado lejos? Y Pier Paolo dice: Los cineastas no. Los productores tal vez, aunque solo los de películas porno.

—Cuando se estrene Saló, ¿cree que volverá a escandalizar?

—Escandalizar es un derecho y ser escandalizado es un placer. Quien rechaza ser escandalizado es un moralista.

—¿El sexo es política?

—Naturalmente.

—¿Y la escatología?

—Sí.

—¿Y el canibalismo?

—En ciertos ambientes es un hecho político real, en ciertos otros un hecho metafórico.

—¿Siempre ha cultivado el odio por los burgueses?

—He tenido que renunciar a esta suerte de odio porque en la Italia de hoy todos son burgueses.

Al día siguiente de su muerte, ocurrida el 2 de noviembre de 1975 en Ostia, periferia de Roma, casi toda la prensa escrita encontró un modo muy “remunerativo” para presentar el caso: Pasolini había sido asesinado por un joven a quien él había tratado de violar. (Cristiana Zanetto / lagaceta.com.ar / Imagen Corriere della Sera)

—Cuando son los burgueses quienes aprueban sus películas, ¿usted se pone triste?

—Nunca han sido los burgueses quienes aprueban mis películas. Son las elites burguesas a las que, además, yo pertenezco.

—¿Por qué ha dejado de ser militante?

—Soy militante. Nunca me inscribí en un partido político, pero soy independiente de izquierda y milito más que nunca.

—¿Siente nostalgia por los años en que le insultaban en la calle?

—Todavía me insultan.

—¿Le causa placer?

—No lo rechazo. No soy moralista.

—¿Por qué filmó Saló en secreto?

—Se trabaja bien en el misterio. Además había peligros inmediatos.

—¿A qué se refiere?

—A algún moralista que rechaza el placer de ser escandalizado.

—¿En Saló quiere recordar el régimen de Vichy?

—Es el equivalente exacto de Vichy.

—¿Pero dónde?

—En la Italia del norte.

—¿Cree que fue una época decadente?

—No más que la del gran capitalismo occidental.

—¿Cómo escogió a los muchachos de su película?

—He seguido los números que, para Sade, son mágicos.

—¿Los actores son masoquistas?

—Si los he escogido yo, lo son.

Pasolini parece confirmar que Pino Pelosi, su asesino, no era masoquista o no quiso serlo con él. El no–moralista estaba listo para escandalizarse a sí mismo y transformarse en poema de carne y hueso. La clave está en todas sus transformaciones: el pederasta pobre expulsado de su pueblo en la Italia rural se había transformado en el poeta homosexual y millonario de una Italia industrial. La televisión italiana había conseguido lo que no pudieron los fascistas: imponer en Italia un idioma único. Las mujeres habían dejado de valer solo como esposas, de modo que los muchachos habían podido comenzar a cortejarlas. Este hecho hizo difíciles las estrategias eróticas que el propio Pier Paolo describe (con la culpa de “un moralista”, hay que decir) en los textos inacabados Amado mío y Actos impuros. Luego de un escándalo tras el que solo recibió el apoyo de su madre católica (alguien debería escribir un ensayo sobre su madre), este hombre que vemos tan cansado en ésta su última entrevista está a punto de vivir el último cambio. Se había transformado en un iluminado que anunciaba su propia muerte: “Con una camisa blanca un muchacho me toca antes de salir corriendo. Un sol, la playa; un amigo, tal vez”.