martes, 22 de septiembre de 2015

septiembre 22, 2015
SANTIAGO DE CUBA, 22 de septiembre.- «La familia nos salva de dos fenómenos actuales: la fragmentación (la división) y la masificación». En la casa, en la familia, aprendemos la fraternidad, la solidaridad y la acogida; aprendemos a perdonarnos. «Sin familia, sin el calor de hogar, la vida se vuelve vacía, comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la adversidad, nos alimentan en la cotidianidad y motivan la lucha para la prosperidad». Por ello, a pesar de que no exista la «familia perfecta», no hay que olvidar que las familias «no son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger, acompañar».

En la última cita de su viaje cubano, Papa Francisco se reunió con las familias en la catedral de Santiago de Cuba, en donde recordó la importancia de los contextos familiares en la vida y en la predicación de Jesús, que prefirió manifestarse durante matrimonios, visitas a las familias y cenas. Antes de comenzar su discurso, el Papa pidió a los presentes: «Vamos a darle un saludo a nuestro hermano que habló, cumple 36 años hoy, ¡Feliz cumpleaños!»



El Papa, después de haber agradecido a los cubanos por el calor y el afecto, y después de haber dicho que este último encuentro era «la frutilla de la torta» (la cereza del pastel), porque en cada uno de los momentos de su visita se sintió «en familia», comentó el Evangelio de las Bodas de Caná. La vida pública de Jesús y su primer milagro se dan durante un matrimonio: Jesús comienza su vida en el interior de una familia, en el seno de un hogar. Y es en el seno de nuestros hogares donde continuamente se sigue introduciendo, sigue siendo parte».

«Es interesante observar cómo Jesús –continuó Bergoglio– se manifiesta también en las comidas, en las cenas. Comer con diferentes personas, visitar diferentes casas fue un lugar privilegiado por Jesús para dar a conocer el proyecto de Dios. Él va a la casa de sus amigos –Marta y María–, pero no es selectivo, no le importa si son publicanos o pecadores, como Zaqueo [...] Bodas, visita a los hogares, cenas, algo de «especial» tendrán estos momentos en la vida de las personas para que Jesús elija manifestarse ahí».

El Papa recordó que en Buenos Aires «muchas familias me comentaban que el único momento que tenían para estar juntos era normalmente en la cena, a la noche, cuando se volvía de trabajar, donde los más chicos terminaban la tarea de la escuela. Era un momento especial de vida familiar. Se comentaba el día, lo que cada uno había hecho, se ordenaba el hogar, se acomodaba la ropa, se organizaban las tareas fundamentales para los demás días. Son momentos en los que uno llega también cansado y alguna que otra discusión, alguna que otra "pelea" se deja ver. Pero no hay que tenerles miedo. Yo le tengo más miedo a los matrimonios que me dicen que nunca tuvieron una discusión. Jesús elije estos momentos para mostrarnos el amor de Dios».

«Cuando vivimos bien en familia –añadió– los egoísmos quedan chiquitos, existen, porque todos tenemos egosísmos, pero cuando no vivimos una vida de familia se van engendrando esas personalidades que se pueden decir de “yo-me-mi-conmigo-para-mí”, totalmente centradas en sí mismo, que no saben de solidaridad, de fratenidad, de trabajo en común, de amor, de discusión entre hermanos, no saben».

Pero, observó Francisco, «en muchas culturas hoy en día van despareciendo estos espacios, van desapareciendo estos momentos familiares, poco a poco todo lleva a separarse, aislarse; escasean momentos en común, para estar juntos, para estar en familia. Entonces no se sabe esperar, no se sabe pedir permiso ni perdón, ni decir gracias, porque la casa va quedando vacía. Vacía de relaciones, vacía de contactos, vacía de encuentros». El Papa contó que uno de sus colaboradores laicos en el Vaticano «me contaba que su esposa e hijos se habían ido de vacaciones y él se había quedado solo. El primer día, la casa estaba toda en silencio, “en paz”, nada estaba desordenado. Al tercer día, cuando le pregunto cómo estaba, me dice: “Quiero que vengan ya todos de vuelta”. Sentía que no podía vivir sin su esposa y sus hijos».

«Sin familia, sin el calor de hogar, la vida se vuelve vacía –subrayó Bergoglio–, comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la adversidad, nos alimentan en la cotidianidad y motivan la lucha para la prosperidad. La familia nos salva de dos fenómenos actuales: la fragmentación (la división) y la masificación. En ambos casos, las personas se transforman en individuos aislados fáciles de manipular y de gobernar. Sociedades divididas, rotas, separadas o altamente masificadas son consecuencia de la ruptura de los lazos familiares; cuando se pierden las relaciones que nos constituyen como personas, que nos enseñan a ser personas».

A pesar de todas las dificultades que «aquejan hoy a nuestras familias», Francisco invitó a no olvidar que «las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger, acompañar».

Y cuando se discute sobre el mundo que queremos dejar a nuestros hijos, el Papa sugirió «una de las posibles respuestas»: «dejemos un mundo con familias. Es cierto, no existe la familia perfecta, no existen esposos perfectos, padres perfectos ni hijos perfectos, pero eso no impide que no sean la respuesta para el mañana. Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama. Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana».

«Y aquí -indicó improvisando- me viene una imagen, cuando en las Audiencias de los miércoles paso a saludar a la gente y tantas, tantas mujeres me muestran la panza, y me dicen: “Padre, ¿me lo bendice?”. Yo les voy a proponer algo: a todas aquellas mujeres que están embarazadas de esperanza, porque un hijo es una esperanza, que en este momento se toquen la panza. Si hay alguna acá, que lo haga acá, o las que están escuchando por radio o televisión, y a cada una de ellas, a cada chico o chica que está ahí esperando, le doy la bendición, y deseo que venga sanito, que crezca bien y que lo pueda criar lindo. Acaricien al hijo que están esperando».

Francisco también invitó a rezar particularmente por el VIII Encuentro Mundial de las Familias que se llevará a cabo en la ciudad de Filadelfia y por el próximo Sínodo que comenzará a principios de octubre.

Y antes de despedirse, el Pontífice pronunció unas últimas frases: «Una palabra de esperanza, que quizás nos haga girar la cabeza hacia atrás y hacia adelante. Mirando hacia atrás: memoria, memoria de aquellos que nos fueron trayendo la vida y, en especial, memoria a los abuelos; un gran saludo a los abuelos, no descuidemos a los abuelos. Los abuelos son nuestra memroia viva. Y, mirando hacia adelante: los niños y los jóvenes, que son la fuerza de un pueblo. Un pueblo que cuida a sus abuelos y a sus chicos y a sus jóvenes tiene el triunfo asegurado. Les doy la bendición pero con una condición, van a tener que pagar algo: les pido que recen por mí, esa es la condición» (Andrea Tornielli / Vatican Insider)