viernes, 4 de septiembre de 2015

septiembre 04, 2015
César Rodríguez / Juego de Tronos

Aylan Kurdi tenía tres años. Huía con su familia de la cruenta guerra que ha provocado un éxodo en Siria. Y encontró la muerte en el mar, que devolvió su cuerpo a una playa de Turquía.


La fotografía de cómo su pequeño cuerpo sin vida era transportado de manera delicada por un policía fue publicada -no hay debate posible, por mucho que porfíen algunos biempensantes rasgadores de vestiduras-, dio la vuelta al mundo, provocó un huracán en las redes y sacudió como un misil las conciencias de la adormecida vieja Europa. Hungría quedaba muy lejos. Serbia y las islas griegas, aún más. Y los números son fríos como un témpano. Pero la imagen de Aylan supuso un puñetazo de dura realidad: le estamos dando la espalda a millones de personas que, como de forma demoledora y elocuente dijo un niño de trece años refugiado en Budapest, no pretenden «vivir en Europa», sino que quieren que alguien «pare la guerra».

Eso debe servir de lección para los que ponen el grito en el cielo ante la posible llegada de centenares de personas a Galicia. Tenemos recursos de sobra para ayudarles. Y creo que es obligado recordar cómo en otro tiempo, cuando hubo que marchar de aquí por hambre y/o por guerra, en otros sitios fueron hospitalarios. Maldita amnesia. (lavozdegalicia.es)