domingo, 13 de septiembre de 2015

septiembre 13, 2015
MADRID, España, 13 de septiembre.- Hay una imagen de la evolución humana inscrita en la cultura colectiva, simple, comprensible y utilizada a menudo en los chistes y los anuncios, en la que un mono con cara de majadero se va irguiendo, su pelo corporal desapareciendo y su cráneo creciendo hasta que, en el último dibujo de la derecha, aparece no ya un hombre de Cromañón, sino una especie de modelo de alta costura, alto, guapo y de raza blanca, por supuesto. Una bonita historia hecha a medida de nuestros prejuicios, pero que cada vez se da más de patadas con la realidad. La historia de la evolución humana está resultando ser más compleja y difícil de desentrañar, pero también más fértil e interesante.

El espectacular descubrimiento paleontológico anunciado esta semana, el Homo naledi hallado en una cueva sudafricana, es el último recordatorio de que nuestro conocimiento de la evolución humana es todavía muy fragmentario, y de lo muy probable que parece que la paleontología nos depare aún muchas más sorpresas. Su metro y medio de estatura y 45 kilos de peso, así como su escasez craneal —medio litro, comparado con nuestro casi litro y medio— parecen situarle entre los primitivos australopitecos, el grupo de especies que merodearon por tierras africanas entre cuatro y dos millones de años atrás, poco después de que nuestro linaje se separara del de los chimpancés (hace cinco o seis millones de años). Pero junto a esos rasgos primitivos, el Homo naledi muestra otras características avanzadas que, según sus descubridores, justifican su inclusión en el género Homo. Estos rasgos modernos incluyen un cuerpo estilizado, posición erguida, dientes pequeños, pulgares oponibles y pies aplanados. El nuevo homínido (hominino, técnicamente) presenta por tanto una amalgama de cualidades antiguas y modernas que parecen idóneas para una especie de transición entre los géneros australopiteco y homo. Lo que podría llamarse un eslabón perdido.


El punto más oscuro sobre los nuevos fósiles es que los autores no han logrado datarlos. Su edad tentativa de 2.5 millones de años no es un dato, sino una mera inferencia: como esa es la fecha aproximada de la transición entre australopiteco y homo, y como el naledi presenta rasgos de ambos, sería bonito que los huesos procedieran de aquella época. Es evidente que este argumento no basta, y los científicos deberán esforzarse ahora para lograr una datación fiable por métodos independientes. Sin esto, cualquier interpretación resulta muy arriesgada.

Los paleontólogos Jeffrey Schwartz e Ian Tattersall señalan que en la transición entre australopiteco y homo (unos 2.5 millones de años atrás), casi todas las especies emergentes mostraban rasgos de ambos géneros. No faltan por tanto candidatos al eslabón perdido: más bien sobran, y lo que se nos ha perdido ahora es la cadena. La clasificación de especies como Homo ergaster, Homo habilis, Homo erectus, Paranthropus aethiopicus ha seguido criterios poco homogéneos, y parte de la profesión cree que hay que revisarla. Homo naledi viene a complicar las cosas, pero la ciencia es esclava de los datos.


Clarín publicó: "Estoy feliz de presentarles a un nueva especie del género humano". Así abrió la conferencia de prensa Lee Berger, investigador de la universidad de Witwatersrand de Johannesburgo, para dar a conocer a una antigua especie humana que salió a la luz en una gruta de Sudáfrica donde fueron exhumadas las osamentas de 15 homínidos.

Los fósiles fueron hallados en una cueva de difícil acceso en Maropeng, próximo a Johannesburgo, donde se encuentra el rico yacimiento arqueológico de la "Cuna de la humanidad", que forma parte del patrimonio mundial de la UNESCO.

El hallazgo tiene dos años. Y entre 2013 y 2014 científicos exhumaron más de 1,550 huesos pertenecientes a al menos 15 individuos, incluidos bebés, adultos jóvenes y personas más mayores. Todos presentaban una morfología homogénea pero todavía no se pudo determinar la data.

Este descubrimiento "extraordinario", según el Museo de Historia Natural de Londres, supone la mayor muestra de fósiles de homínidos jamás exhumados en Africa.

La nueva especie fue bautizada Homo naledi y clasificada dentro del género Homo al que pertenece el hombre moderno.

¿Cómo era el Homo naledi? "Tenía un cerebro minúsculo del tamaño de una naranja y un cuerpo muy esbelto", declaró John Hawks, investigador de la universidad de Wisconsin-Madison y autor de un artículo publicado el jueves en la revista científica eLife. Tenía una altura media de 1.5 metros y pesaba 45 kilos.

"Teniendo en cuenta que casi todos los huesos del cuerpo están representados en múltiples ocasiones, el Homo naledi es ya prácticamente el miembro fósil mejor conocido de nuestra estirpe", dijo Lee Berger, director de las dos expediciones que dieron con el descubrimiento.

Sus manos "permiten suponer que tenía la capacidad de manejar útiles", sus dedos estaban muy curvados, mientras que es "prácticamente imposible distinguir sus pies de los de un hombre moderno", precisa un comunicado conjunto de la universidad de Wits, la National Geographic Society y el ministerio sudafricano de Ciencia.

"Sus pies y sus largas piernas indican que estaba hecho para caminar durante mucho tiempo".

Las osamentas exhumadas en Sudáfrica suponen un desafío para los investigadores. Complican un poco más el tablero de los homínidos, pues la especie descubierta presenta tanto características propias de los homínidos modernos como de los antiguos.

"Algunos aspectos del Homo naledi, como sus manos, sus muñecas y sus pies, están muy próximos a los del hombre moderno. Al mismo tiempo, su pequeño cerebro y la forma de la parte superior de su cuerpo son más próximos a los de un grupo prehumano llamado australopithecus", explicó el profesor Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres.

Este descubrimiento podría permitir conocer más sobre la transición, hace unos 2 millones de años, entre el australopithecus primitivo y el primate del género homo, nuestro antepasado directo.

"La mezcla de características del Homo naledi destaca una vez más la complejidad del árbol genealógico humano y la necesidad de llevar a cabo investigaciones más exhaustivas para comprender la historia y los orígenes últimos de nuestras especies", consideró Chris Stringer.