viernes, 25 de septiembre de 2015

septiembre 25, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Dos mentiras. Engelina, dirigente comunista, estaba haciendo el amor con Libidiano, hombre con supereminentes dotes de extraordinario follador. En el deliquio de la pasión ella gritaba una y otra vez: "¡Dios mío! ¡Dios mío!". Se detuvo un momento y aclaró: "Soy atea ¿eh? Eso no cuenta"... El asiduo lector le dijo a la linda bibliotecaria: "¿No te gustaría cualquiera de estas noches ser la ratoncita de un ratón de biblioteca?"... La hija de Babalucas le informó contrita y apesadumbrada: "Padre: perdí mi doncellez". Inquirió el badulaque: "¿Ya buscaste abajo de la cama?". (Nota. No tenía caso hacer esa búsqueda: la perdió arriba)... La señorita  Cuculina trabajó toda su vida en una zapatería. Finalmente se jubiló, y con sus ahorros puso una pequeña tienda de abarrotes. Llegó el primer cliente y le pidió dos huevos. Llevada por la fuerza de la costumbre Cuculina le preguntó: "¿Se los pongo en la caja o se los lleva puestos?"... Dos actores de Hollywood, ambos de modales delicados, charlaban en un bar. Uno le preguntó a otro: "¿Conoces a Dicko Pricko? Dobla artistas". "Claro que lo conozco -respondió con atiplada voz el otro-. Yo soy el que más dobla"... Afrodisio le dijo a Dulcilí, muchacha ingenua: "¡Qué hermosa eres! Con gusto te daré mil pesos si me permites besarte en la mejilla, con sólo que. con sólo que.". Preguntó Dulcilí: "Con sólo que ¿qué?". Completó el salaz sujeto: "Con sólo que después me permitas follarte sin costo extra"... La Escuela Normal de Ayotzinapa lleva en su nombre dos mentiras: ni es escuela, ni es normal. Más que institución educativa donde los estudiantes aprendan a enseñar es un centro de agitación política que convierte a sus alumnos en carne de manifestaciones y hace de ellos un instrumento de violencia al servicio de extremistas. Eso no es normal, y menos en un país que avanza penosamente en el camino de la democracia, y en un mundo en que las utopías de la revolución armada son ya cosa del pasado. Al igual que la tristemente célebre CNTE, ese plantel se ha convertido en una lacra de México. Los continuos abusos que cometen quienes a él asisten, sus asaltos a edificios públicos, sus bloqueos de carreteras, irritan a los ciudadanos. Ciertamente fue una tragedia nacional la pérdida de los 43 muchachos que fueron enviados a la muerte por dirigentes -o directivos- que aún están ocultos y no dan la cara, pero es una infamia usar la memoria de esos jóvenes para obtener ventajas políticas o económicas. Aplicar rectamente la ley dio buen resultado en el caso de la CNTE. Sus inmorales líderes están ahora acobardados: saben que hay suficientes evidencias para llevarlos a la cárcel. Sus huestes, antes tan belicosas y pugnaces, se han ido sometiendo a las exigencias laborales. En igual forma los excesos de esos tan anormales normalistas deben ser frenados por la ley. Ciertamente quienes los mueven buscan confrontarlos con los cuerpos policíacos a fin de tener más víctimas y fortalecer así sus pretensiones. Contra esos manipuladores, y no contra quienes les sirven de fuerza de choque, debe ir la autoridad. No es difícil localizarlos: están dentro de la misma escuela; se les conoce bien. Nadie debe legitimarlos, ni aun en el contexto de los desaparecidos. Hacerlo es poner trabas al desarrollo democrático de México y condonar la violencia como medio de expresión política... El padre Arsilio amonestó paternalmente a don Geroncio, señor de edad madura, viudo. Le dijo: "Entiendo, hijo mío, que tú y Miaulina, la joven sirvienta que te hace casa desde que falleció tu esposa, duermen juntos en la misma cama. Eso es motivo de escándalo, y no da buen ejemplo a la comunidad". Respondió el indiciado: "Lo que sucede, padre, es que en la casa hay solamente un cama, y no voy a hacer que esa pobre muchacha duerma en el suelo Además debo decirle, para tranquilidad suya y de la comunidad, que no es totalmente cierto eso de que dormimos juntos: todas las noches ponemos una tranca entre los dos". "Eso está bien, hijo -aprobó el padre Arsilio-. Pero ¿y si el demonio les pone alguna tentación?". Contestó don Geroncio: "Cuando eso sucede quitamos la tranca". FIN.