jueves, 3 de septiembre de 2015

septiembre 03, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Izquierda desunida. "La izquierda / unida / jamás será vencida". ¿Cuántas veces oímos gritar ese sonoro lema en reuniones, plantones y manifestaciones? Lo cierto es que si alguien quisiera decir una verdad tendría que proclamar: "La izquierda / unida / jamás será conocida". No incurrirá en error quien asegure que hay tantas izquierdas como izquierdistas hay. En México y en nuestro tiempo las izquierdas y las derechas están de tal manera desvirtuadas, diluidas y desdibujadas que es imposible dar con ellas o identificarlas. De pronto las derechas izquierdean y se izquierdizan, si cabe la expresión, y por su parte las izquierdas viven ya en permanente estado de derechización, si la expresión cabe. Por eso caerán en el vacío las voces de los bien intencionados que propugnan la unidad de la izquierda. Es como sugerir la creación de un Sindicato Unido de Perros, Gatos, Similares y Conexos. Es como demandar que las 12 tribus (en este caso las 12 mil) sean una sola. Seguirá desunida per saecula saeculorum la izquierda mexicana, si es que aún existe, y con eso se beneficiarán el centro y la derecha, que sin lugar a dudas tienen existencia real. (Nota: Me disculpo con la izquierda por el uso de la expresión "per saecula saeculorum", que ciertamente es derechista). Una joven esposa le preguntó a otra: "¿Cómo lograste embarazarte?". Respondió ella: "Fui con ese doctor joven y guapo recién llegado al pueblo". Dijo la otra: "Mi esposo y yo fuimos con él, y su tratamiento no nos dio resultado". Replicó la primera bajando la voz: "Tienes que ir sola". Preguntó Babalucas: "Cómo sabes que se acabó la tinta invisible que había en el tintero?". Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le dijo al médico: "Doctor: Soy hombre fuerte, acostumbrado a recibir los golpes más fuertes de la vida. No temo a la verdad, por dura que sea. Dígame: ¿Es cierto que mi suegra ya está fuera de peligro, y que mañana la dará usted de alta?". Lady Loosebloomers se estaba refocilando carnalmente con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes. En el arrebato de la pasión el cerril muchacho no se pudo contener y profirió con fuerza: "¡Mamasota!". Eso disgustó grandemente a milady. Ella, como todas las de su clase y condición, ponía la forma por encima del fondo. Le reclamó a su coime: "Adulterio sí, jovencito; vulgaridades no". El silvestre follador se cohibió un poco. Sin embargo, él ponía el fondo por encima de la forma, de modo que ni siquiera alteró el ritmo de sus movimientos de émbolo o pistón. En eso, como solía suceder, entró en la alcoba lord Feebledick, el mitrado marido de la pecatriz. "By Jove! -exclamó con moderada indignación-. ¿Otra vez, milady?". "Esposo -respondió ella-. Tú sabes bien que soy mujer que no cambia de hábitos con facilidad. Una de mis costumbres más arraigadas es la práctica de la igualdad entre las clases sociales conforme a las ideas que he aprendido en la lectura de las obras de mister Bernard Shaw. No me pidas que renuncie a estas acciones igualitarias que creo de beneficio para remediar las injusticias que sufre la clase trabajadora". "Entiendo -replicó Feebledick-, que has igualado también al mayordomo, al guardabosque, al caballerango y al chofer". "Así lo he hecho -admitió lady Loosebloomers-. Y todavía me faltan el montero, el jardinero, el carpintero, el cocinero, el pastelero, el repostero y el administrador". En eso intervino Wellh Ung: "Antes de ir con ellos termine conmigo, milady. A mí todavía no acaba de igualarme". Eso molestó a lord Feebledick. Le dijo con enojo al servidor: "No sea usted igualado, joven insolente. Una cosa es la igualdad y otra es que seamos iguales". "A mí me da igual -replicó Wellh-. Y no me gusta la desigualdad". Dijo lady Loosebloomers: "El muchacho tiene razón. Déjame igualarlo con los demás, y luego comentaremos mis ideas igualitarias". Salió lord Feebledick de la recámara maldiciendo entre dientes a Bernard Shaw. Con sus deletéreos libros, se dijo, estaba contribuyendo a la declinación del Imperio. Se prometió que enviaría una carta al Times denunciando al escritor, y recordó con tristeza la frase latina que en Eton aprendió: "O tempora, o mores". ¡Oh tiempos, oh costumbres!". FIN.