sábado, 19 de septiembre de 2015

septiembre 19, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Bien librado. Un tipo le dijo a otro: “Creo que mi mujer tiene una aventura con su instructor de equitación”. Preguntó el otro: “¿Por qué sospechas eso?” Razonó el tipo: “Porque cuando regresa de su clase ella respira agitadamente y el caballo no”… Santa Lucía es la patrona de la vista. Lo sabemos por el par de ojos que sostiene en una charolita. Santa Bárbara doncella -“¡líbrame de una centella, que no me caiga a mí, que le caiga a ella!”- protege contra la caída de los rayos, y es guardiana de artilleros y coheteros. San Cristóbal cuida a los conductores de vehículos: en automóviles y camiones seguimos viendo la imagen de ese amabilísimo gigante, aunque la Iglesia lo haya defenestrado ya. También San Jorge fue discontinuado, lo que explica la proliferación de dragones que últimamente se han observado en Inglaterra. Los anteriores patrocinios son del conocimiento general. Otros hay menos sabidos. 


Diré algunos por orden alfabético para no ofender a nadie. San Albino previene los ataques de piratas. San Bernardino de Siena cura la adicción al juego. Santa Coloma libra de la horca a sus devotos. San Dionisio ampara contra los accidentes de bicicleta o moto. San Expedito quita las tentaciones de procrastinar, vale de decir de aplazar o diferir las cosas, de dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. San Fiacro alivia las molestias de las hemorroides, con perdón sea dicho. San Gangulohus (existe con ese nombre verdaderamente) salva de los cuernos, o sea del adulterio del cónyuge. Santa Hema (no Ema ni Gema) atenúa los dolores del parto. San José disipa la inquietud causada por las dudas. San Kentigern interviene cuando alguien quiere poner sobre nosotros una maldición. San Liborio hace menos penosos los cólicos de la mujer en luna. San Mamés (así se llama, ni modo) cuida de los niños de pecho para que no les falte la leche de la madre. San Nono ayuda a los estudiantes a aprobar los exámenes finales. San Olaf resuelve las dificultades en el matrimonio. San Pancracio salva de los calambres. San Quintín quita los estornudos. Santa Rita hace invisible a la esposa del marido golpeador. San Sinforiano ayuda al pecador a no contraer sífilis. San Tifón conjura la plaga de langostas. San Ursino remedia la tortícolis. San Vital reanima la entrepierna del varón desfalleciente. Finalmente Santa Wilgefortis, también llamada Liberata o Librada, les hace el milagro a las esposas que quieren quedar viudas. La lista de santitos y santitas es inacabable. Yo tengo una buena colección de ellos, ya en estampa, ya de bulto, pues mi abuela materna, mamá Lata, cieguita en su ancianidad no sé si por el mucho tejer o por el mucho llorar, me hacía leerle cotidianamente en el Año Cristiano la vida del santo del día, y desde entonces cobré afición por eso que en lenguaje culterano se llama hagiografía, la historia de las vidas de los santos. Ahora me pregunto: ¿no habrá alguno que salve de las embestidas de ese nuevo dragón que son las redes sociales? Furia tan grande como la que se manifiesta en ellas no se ha visto desde que Perseo dio muerte a la Gorgona. Rabiosas, injuriosas, denostosas, esas redes ponen en la picota y suben al cadalso al infeliz que tiene la desdicha de caer en ellas. Y sin embargo son voz libre de los ciudadanos, y escritura independiente. No les resta valor el hecho de que la voz desafine casi siempre, y que la escritura rara vez apele a la ortografía. Sólo hay que aprender a separar de la red el poco trigo de la mucha paja. Algo está sucediendo ahora, sin embargo, con las redes sociales. ¡No han culpado a Peña Nieto de la muerte de los turistas mexicanos en Egipto! A algún santito o santita debe haberse encomendado el Presidente para librarse en esta ocasión de las gorgonas que le achacan hasta las fumarolas del Popocatépetl… Himenia preguntó a Celiberia: “¿Alguna vez has caído en la tentación?” Respondió ella: “No. Pero muchas veces lo he intentado”… Un fabricante de ropa íntima para dama está haciendo fortuna vendiendo negligés con una orla de piel en la parte de abajo. Sirve para que el hombre no sienta frío en el cuello… (No le entendí)… FIN.