viernes, 7 de agosto de 2015

agosto 07, 2015
CIUDAD DEL VATICANO, 7 de agosto.- Rechazar a los inmigrantes que llegan por mar, al igual que los rohingya, la población musulmana que huye de Myanmar en el Océano Índico, es un acto de "guerra", "violencia", es "matar". No tiene pelos en la lengua Papa Francisco para renovar la invitación a recibir a los que huyen de su país y se opone a los que piensan que para resolver el problema hay que recazarlos: "Es un acto de guerra", enfatiza Bergoglio, hablar con muchachos del Movimiento Eucarístico Juvenil por el centenario de su fundación.

Vivimos en una «tercera guerra mundial en pedacitos», pero hay muchos «signos de esperanza», como los jóvenes que creen que «el amor es más fuerte que el odio, que la paz es más fuerte que la guerra, que el respeto es más fuerte que el conflicto, que la armonía es más fuerte que las tensiones». Lo dijo Papa Francisco ante más de 1500 chicos del Movimiento Eucarístico Juvenil (MEJ), subrayando (refiriéndose a hechos actuales, como los migrantes rohinyás rechazados en el mar o los cristianos perseguidos en el Medio Oriente) que solo en el «cementerio» no hay tensiones, y que los conflictos deben ser afrontados con «diálogo» y «respeto». También hubo momentos de bromas, como un intercambio de frases sobre Pelé y Maradona entre el Pontífice argentino y una chica brasileña.


La Policía de Italia difundió las imágenes dramáticas de socorro a los migrantes que se encontraban en la embarcación que zozobró el miércoles a 15 millas de la costa de Libia. En las fotos vemos a cientos de personas, algunas de ellas con chaleco salvavidas, otras sin él, nadando desesperadamente hacia el barco irlandés que acudió a rescatarlos. Los cerca de 400 sobrevivientes contaron las torturas y la violencia sufridas durante el viaje. Muchos habían sido encarcelados en la bodega y no pudieron salir. 

Jorge Mario Bergoglio, que el miércoles pasado retomó las audiencias públicas después de la pausa de julio, recibió esta mañana en el Aula Pablo VI a este movimiento laico juvenil vinculado con los jesuitas y que nació hace un siglo en Francia. Estaban presentes más de 1500 jóvenes de 35 países diferentes. El encuentro fue introducido por el prepósito general de la Compañía de Jesús, el padre Adolfo Nicolás, que recordó cómo, durante el Sínodo de los obispos de Asia, el entonces cardenal Ratzinger dijo que «la eucaristía es la única estructura de la Iglesia que es esencial y necesaria».

El Papa, que respondió en italiano a seis chicos que le hicieron preguntas, comenzó subrayando dos conceptos que plantaron los dos primeros chicos: «tensión y conflicto»: «¿Qué sería una sociedad, una familia, un grupo de amigos sin tensiones, sin conflictos? Un cementerio. No hay tensiones y no hay conflictos solo en las cosas muertas». Solo «en el paraíso no habrá conflictos y todos estaremos unidos en la paz con Jesucristo. Las tensiones te hacen crecer, desarrollan la valentía. Un joven sin valentía es un joven aguado, un joven viejo», prosiguió el Papa volviendo a invitar a los chicos, como había hecho en otras ocasiones, a no «jubilarse», porque «hay jóvenes que se jubilan a los veinte años». ¿Cómo se resuelve la tensión? «Cuando en una familia hay diálogo, cuando existe esta capacidad de decir espontáneamente lo que uno piensa, las tensiones se resuelven bien». Pero es necesario, en tercer lugar, «ser listos, porque si amas la tensión por la tensión, esto te hará daño y serás un joven ‘conflictuado’ mal», y, si un joven «sin tensión es un joven en pensión, un joven muerto entre comillas», «un joven que solo sabe vivir en tensión es un joven enfermo, hay que distinguir esto». Al responder a la segunda pregunta, hecha por un joven indonesio, el Papa siguió reflexionando sobre el concepto de «conflicto»: «También los conflictos nos pueden hacer bien, porque nos hacen comprender las diferencias» y, sobre todo en una sociedad con tantas culturas diferentes, hay que buscar «la unidad, pero en el respeto de cada identidad».

Al respecto, el Papa recordó el caso de «esos hermanos nuestros rohinyá», población musulmana en fuga de Myanmar en el océano índico que ha sido rechazada por diferentes países de la zona, que «fueron expulsados por un país, por otro, van por el mar… cuando llegan a un puerto, les dan un poco de agua y de comer y los expulsan al mar. Este es un conflicto que no ha sido resuelto, esto es guerra, esto se llama violencia, se llama matar». Y también en el Medio Oriente, continuó, «estamos viendo que mucha gente no es respetada, muchas veces es asesinada, perseguida. ¿Por qué? Porque no se respeta su identidad. En la historia -prosiguió Francisco- siempre ha habido conflictos de identidad religiosa que surgían por no respetar la identidad de la otra persona. ‘Pero, este no es católico, ¿no cree en Jesucristo?’. Respétalo. Busca qué cosas buenas tiene, busca en su religión, en su cultura los valores que respeta».

El Papa afirmó, respondiendo a otra de las preguntas, que el mayor «desafío» en la vida religiosa es «encontrar siempre la paz en el Señor, esa paz que solo Jesús puede dar», que a veces llega «envuelta en una Cruz», pero que es la «verdadera paz» y es muy diferente de la paz «superficial, que te conforma un poco, pero luego te destruye», «un poco de circo» que viene del diablo, que es «un mal pagador, no paga bien, siempre te estafa». Este concepto también lo retomó cuando respondió a otro chico sobre la relación de amistad con Jesús y sobre el «estupor» que suscita este encuentro. Francisco dijo que debe ser buscado «en la oración, en la eucaristía, en la vida cotidiana, y también en el ir a buscar a los más necesitados y ayudarlos». La eucaristía, respondió a otra pregunta, «no es solo un ritual, una ceremonia, como las ceremonias militares o culturales». A otro chico, que le preguntaba cuáles señales de esperanza veía para la Iglesia y para el mundo del XXI, el Papa respondió, indicando a la multitud de los chicos presentes: «Esta es una señal de esperanza, ver a jóvenes como ustedes que creen que Jesús está en la Eucaristía, que creen que el amor es más fuerte que el odio, que la paz es más fuerte que la guerra, que el respeto es más fuerte que el conflicto, que la armonía es más fuerte que las tensiones; esta es una esperanza, y esto me da alegría». Y, de nuevo, al terminar la audiencia, dijo: «el mundo tiene muchas cosas feas, estamos en guerra, pero hay muchas cosas bellas y muchas cosas buenas, y muchos santos escondidos en el pueblo de Dios. Valor y adelante».

También hubo momentos de hilaridad. El Papa, que subrayó la importancia de los abuelos en la familia («son los grandes olvidados de este tiempo, ahora un poco menos aquí en Italia, porque como no hay trabajo y ellos tienen la pensión, se recuerda a los abuelos…»), contó una anécdota: «El otro día, en la Plaza, en la audiencia del miércoles, estaba dando la vuelta con el papamóvil y vi a una abuelita, anciana, tenía los ojos brillantes de alegría, e hice detener el papamóvil; bajé y fui a saludarla. ‘Dígame, abuela, ¿cuántos años tiene?’; ’92’, ‘Muy bien; deme la receta para llegar a 92…’; y ella me dijo: ‘Como ravioles..’, y luego añadió: ‘Los hago yo’. Esa es una anécdota -prosiguió el Papa- para decir que encontrar a los abuelos siempre es una sorpresa».

El Papa argentino también bromeó con una chica brasileña, desafiándola en el ámbito del fútbol. La joven, con la camiseta verdeamarela, después de haber hablado visiblemente conmovida, se acercó durante algunos instantes para hablar en privado con el Papa. Francisco y la chica estallaron en una carcajada. Después la chica volvió al micrófono y refirió que el Papa le preguntó que a quién prefería: ¿a Pelé o a Maradona? Y después incitó a sus compatriotas que le fueran, obviamente, al campeón brasileño. (Repubblica / Iacopo Scaramuzzi / Vatican Insider)