domingo, 9 de agosto de 2015

agosto 09, 2015
EL VATICANO, 9 de agosto.- Informa AP: El papa Francisco afirmó que la detonación de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki hace 70 años constituye "una advertencia permanente a la humanidad" sobre la necesidad de rechazar la guerra y prohibir las armas de destrucción masiva.

Durante la tradicional bendición dominical, el pontífice recordó la detonación de las armas atómicas como "un hecho trágico que todavía despierta horror e indignación".

Agregó que los ataques a las ciudades japonesas se han convertido en un símbolo del poder destructivo de la humanidad cuando se distorsionan la ciencia y la tecnología.

Estados Unidos lanzó las dos bombas atómicas en dos fechas distintas en agosto de 1945, desencadenando una destrucción sin precedente que mató a más de 200,000 personas y dejó a los sobrevivientes con heridas físicas y secuelas sicológicas. Nunca antes ni después se lanzaron bombas atómicas contra civiles. 

Un minuto de silencio en Nagasaki. (ansa)

Por su parte, Domenico Agasso Jr, del Vatican Insider, consigna las palabras del Papa durante el Ángelus: «Hace setenta años, el 6 y el 9 de agosto de 1945, sucedieron los tremendos bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki. A distancia de tanto tiempo, este trágico evento suscita todavía horror y repulsión. Se ha convertido en el símbolo del desmesurado poder destructivo del hombre cuando hace un uso distorsionado de los progresos de la ciencia y de la técnica, y constituye una advertencia perenne para la humanidad, para que repudie por siempre la guerra y prohiba las armas nucleares y cualquier arma de destrucción masiva». Lo afirmó Papa Francisco después de la oración mariana del Ángelus en la Plaza San Pedro, en la que subrayó (entre los aplausos de la gente) que esta triste fecha «nos llama sobre todo a rezar y a comprometernos por la paz, para difundir en el mundo una ética de fraternidad y un clima de serena convivencia entre los pueblos». Y después hizo el siguiente llamado: «Que se eleve una única voz: ¡no a la guerra y a la violencia, y sí al diálogo y la paz!». «Con la guerra siempre se pierde -recordó-; la única forma ganar una guerra es no hacerla».

Antes del Ángelus, Papa Bergoglio reflexionó sobre el «capítulo sexto del Evangelio de Juan, en el que Jesús, después de haber realizado el milagro de la multiplicación de los panes, explica a la gente el significado de este signo: «Jesús parte de la experiencia del hambre y del signo del pan, para revelar a la gente a Sí mismo e invitarlos a creer en Él».

«La multitud lo buscaba y lo escuchaba -dijo el Papa-, porque se habían quedado entusiasmados por el milagro; pero cuando Jesús afirma que el verdadero pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, y comienzan a murmurar entre ellos». Este pasaje evangélico nos sorprende y nos hace reflexionar, afirmó el Santo Padre, «porque nos introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana y la Persona de Jesús, donde el Padre juega un rol decisivo, y naturalmente también el Espíritu Santo».

No basta encontrar a Jesús para creer en Él, señaló el Sucesor de Pedro, no basta leer la Biblia, el Evangelio; no es suficiente ni si quiera asistir a un milagro. Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, al contrario, lo despreciaron y condenaron. Y esto sucedió, dijo el Papa, porque sus corazones estaban cerrados a la acción del Espíritu de Dios. En cambio, afirmó Francisco, «la fe es como una semilla en el profundo del corazón, germina cuando nos dejamos atraer por el Padre hacia Jesús, y vamos hacia Él con animo abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el Rostro de Dios y en sus palabras la Palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre».

Sólo con esta actitud de fe, explicó, podemos comprender el sentido del «Pan de vida» que Jesús nos da, porque Él, es el Pan vivo, bajado del cielo. Su carne, señaló el Papa, es su humanidad, en ella está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Y quien se deja atraer por este amor va a Jesús y recibe de Él la vida, la vida eterna. Finalmente, el Pontífice animó a seguir el ejemplo de la Virgen María: la primera persona humana que creyó en Dios recibiendo la carne de Jesús, aprendamos de Ella, dijo, la alegría y la gratitud por el don de la fe.

Después de la oración mariana, Francisco indicó que sigue con preocupación «las noticias que llegan desde El Salvador, en donde en los últimos tiempos» se han agravado los problemas de la población, «debido a la carestía, a la crisis económica, de agudos contrastes sociales, y debido a la creciente violencia. Animo al querido pueblo salvadoreño a preservar unido en la esperanza, y exhorto a todos a rezar para que en la tierra del beato Óscar Romero vuelvan a florecer la justicia y la paz».

Para concluir, como siempre, el Papa deseó a los presentes un buen domingo y les pidió, «por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen provecho!».