lunes, 31 de agosto de 2015

agosto 31, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre
El pragmatismo. Don Languidio, caballero abundoso en almanaques, le anunció a su esposa doña Clorilia que iba a ver al médico. "¿Te sientes mal?" -preguntó ella sin levantar la vista de la tableta donde estaba jugando al Candy Crush. "No -respondió el añoso señor-. Quiero que me recete algún vigorizante que me permita volver a hacer obra de varón". "Yo voy contigo" -dijo doña Clorilia al tiempo que apagaba su artilugio y se ponía prontamente en pie. Inquirió don Languidio con sorpresa: "¿Por qué quieres ir? Ya te dije que voy con el médico". Replicó la señora: "Yo también voy. Si vas a usar de nuevo esa cosa oxidada que tienes yo le pediré al doctor que me aplique una inyección contra el tétanos". La mejor manera de recordar siempre el cumpleaños de tu esposa es olvidarlo una vez. Astatrasio Garrajarra, ebrio profesional, iba por la playa cuando las olas arrojaron a sus pies una lámpara de forma extraña. La levantó y la frotó para limpiarla. De la lámpara salió un genio del oriente. "Pídeme tres deseos -le dijo a Garrajarra-. Te los concederé". Sin pensarlo pidió el temulento: "Quiero una botella de licor que nunca se acabe". El genio hizo un movimiento de su mano y ¡zas! apareció en las de Astatrasio una botella de finísimo coñac francés. El beodo la abrió inmediatamente; le dio un largo trago, y otro, y otro más, y vio con jubiloso asombro que el nivel del líquido no había descendido en la botella. Le dijo al genio: "¿Cuántos deseos me dijiste que me ibas a conceder?". Respondió el oriental: "Tres". Pidió con ansiedad el borrachón: "¡Dame otras dos botellas como ésta!". La señorita Peripalda, catequista, les preguntó a los niños cuál era en su opinión la más grande manifestación de amor. Uno dijo que el respeto. Otro opinó que la fidelidad. Una niñita declaró que era el sacrificio por la persona amada. Pepito, ante la alarma de la piadosa señorita, levantó la mano y respondió: "La mayor manifestación de amor que puede haber es follar". Por poco le da a la catequista un soponcio, telele o patatús. Toda sofocada le ordenó al precoz niño: "¡Sal inmediatamente del salón, y no regreses si no traes una nota de tu padre!". El siguiente sábado Pepito se presentó de nuevo en la clase muy orondo. Le preguntó, severa, la señorita Peripalda: "¿Traes la nota de tu papá?". Respondió el chiquillo: "No. También él piensa que la manifestación más grande del amor es follar. Me dijo que sostener lo contrario es una gran pendejada, y que no le mandaba la nota porque él no sostiene correspondencia con gente pendeja".


"Sí, protesto" -dijeron los nuevos diputados al tomar posesión de su cargo. Muchos de ellos, por no decir la mayoría, lo último que en la Cámara dirán será ese "Sí, protesto". Electos o no electos, todos los diputados son de partido, pues -me lo dijo una talentosa diputada- aunque el idealismo los haga concebir iniciativas tendientes al bien de la comunidad, a final de cuentas se impone siempre el pragmatismo de los arreglos cupulares y de las transacciones -transas- de los dirigentes. Cada diputado de la mayoría priista debe ser obediente a His master's voice -la voz de su amo-, que es el coordinador de su bancada. Éste a su vez tiene que acatar la consigna del jefe de su partido. Y el tal jefe está sujeto a la voluntad del Presidente de la República, y más ahora que el propio Beltrones anunció el fin de la sana distancia, y con él la resurrección del prigobierno. No cabe duda; en cuestión de política estamos retrocediendo. Y no sólo estamos retrocediendo: también vamos para atrás. "Te lo juro, hijo, por la memoria de tu madre". "Pero si mi madre vive todavía". "Sí, pero nunca se le olvida nada". Hago bajar ahora el telón de esta inane columneja, para lo cual transcribo un cuentecillo que en los anales de la sicalipsis nacional aparece registrado con el extenso y expresivo título de "El chiste más breve y más rojo de los que aquí han aparecido en todo lo que va del año". Su brevedad es evidente -consta de sólo 12 palabras-, pero confieso que no capté su significación. Estoy seguro, sin embargo, de que mis cuatro lectores desentrañarán el oculto sentido, que a mí se me escapó, de ese cortísimo relato. He aquí el cuento. Dijo él: "Me sabe a mar". Contestó ella: "Sí; es muy cariñoso". (No le entendí). FIN.