martes, 28 de julio de 2015

julio 28, 2015
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de julio.- Si existe una frontera entre la prensa rosa y la de sucesos, la mexicana Juana Barraza Samperio, de 56 años, la ha cruzado. La mujer tiene muchos motes. La Dama del Silencio, cuando se dedicaba a la lucha libre y se subía a un ring. Pero el más famoso de todos es el que se ganó con una condena por 754 años de prisión por el asesinato de 17 ancianas entre fines de los años noventa hasta su detención, en enero de 2006. La Mataviejitas. Tras nueve años en la cárcel, este fin de semana se casó. “Encontró el amor”, glosan los periódicos mexicanos.

El novio es otro recluso, preso en la sección varonil del centro penitenciario. Se llama Miguel Ángel, tiene 74 años y también cumple una sentencia por asesinato. La pareja lleva un año de relación y se casaron en una boda colectiva con otras 48 parejas en la cárcel de Santa Martha Acatitla. Al final de la ceremonia civil hubo música, comida y pastel, detalla un comunicado que asegura que el enlace se celebró dentro del programa gubernamental Lazos en Reclusión.


Barraza cumple con el perfil de una asesina serial. La Mataviejitas, en libertad, se dedicaba al comercio y a la lucha libre. Y cuando bajaba del ring se disfrazaba de asistente y elegía a sus víctimas, todas ancianas. En algunos casos las golpeaba, en otros las apuñalaba y a veces las estrangulaba. El Gobierno mexicano pasó años tras sus huellas hasta que dio con ella en 2006. El juez la sentenció por 17 asesinatos, pero se estima que sus víctimas pueden sumar hasta 40.

La mujer se ganaba la confianza de ancianas que vivían solas. Los pocos testigos que la buscaban afirmaban que sí, que habían visto a una persona con las víctimas. Quienes la vieron huir momentos después de cometer su crimen testificaron que siempre vestía de rojo, y en al menos tres casos las víctimas poseían una copia de El niño del chaleco rojo, de Paul Cézanne. “Es brillantemente listo”, dijo el entonces procurador (fiscal) del Distrito Federal. Se hizo un retrato hablado. Las autoridades daban por sentado que buscaban a un hombre vestido de mujer.

Pero en enero de 2006, Barraza cometió un error. Apuñaló y estranguló a Ana María de los Reyes Alfaro, de unos ochenta años. Pero en esta ocasión la víctima no estaba sola: tenía un inquilino. El hombre dio la voz de alarma y la policía la detuvo minutos después. La Mataviejitas era una mujer.

El día de su detención explicó por qué mataba ancianas con las que no tenía ninguna relación previa. “Yo odiaba a las señoras, porque mi mamá me maltrataba, me pegaba, siempre me maldecía y me regaló con un señor grande”. La madre de Barraza era una mujer alcohólica que ofrecía a su hija a sus varias parejas a cambio de dinero.

Nunca mostró señal alguna de arrepentimiento por sus crímenes. Explicó que había elegido matarlas por “necesidad económica” y afirmó que no había cometido todos los asesinatos de los que se le acusaba, sino solo en el que había sido sorprendida en el acto.

La Mataviejitas es un icono más del inabarcable imaginario mexicano. Inspiró un programa de televisión y se escribieron canciones sobre sus andanzas. “La Mataviejitas quiere echarse a tu abuelita / es una descarada, no la detiene nada / Luchadora profesional / La Dama del Silencio se hace llamar / Nadie sospecha, nadie imagina / Esta asesina puede ser una vecina”, dice una composición de la artista Amandititita.

En 2014 declaró al periódico mexicano Excélsior que “duerme tranquila por las noches” y que “se sentía contenta con su vida”. Y nueve años después de permanecer en la cárcel “encontró el amor”. (Verónica Calderón / El País)