jueves, 9 de julio de 2015

julio 09, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Trabas a independientes. Murió la Madre Teresa de Calcuta y, claro, llegó directamente al Cielo. La hizo pasar San Pedro y le preguntó solícito: “¿Hay algo que pueda hacer por ti?”. Respondió ella: “Tengo hambre. Quisiera comer algo”. “Desde luego” -respondió el apóstol de las llaves. Fue y volvió con una lata de atún cuyo contenido vació en un plato desechable que puso ante la recién llegada. “¿Esto es todo? -se desconcertó la Madre-. Yo esperaba encontrar aquí los manjares más exquisitos y sabrosos, especialmente aquellos de que gozan los venturosos habitantes de Saltillo: el famoso arroz huérfano de La Canasta; los insignes lonches de ternera del tradicional y entrañable Café Viena; los tacos de cachete de Los Pioneros; el chicharrón de aldilla, único e inigualable, que elaboran los señores Alanís; el magnífico pan de pulque de los hermanos Mena; un pastel de Lolita, gala y gula de las mejores fiestas; los estupendos tamales de Rosy, heredera directa del arte y la sabiduría de doña Coy; los riquísimos birotes de la antigua y prestigiosa panadería El Radio, o unos esplendorosos chilaquiles del Güero de La Herradura, que en parte alguna del país los pueden superar. Venía yo con la ilusión de disfrutar tales delicias en el Cielo, pues todas esas suculencias saltilleras son verdaderamente celestiales. Y sin embargo me ofreces solamente una escueta lata de atún. ¿A qué se debe eso?”. Suspiró San Pedro, pesaroso: “Anda, Teresita. Para los dos que estamos aquí no vale la pena mandar traer comida o cocinar”. En las tiras cómicas de antaño la expresión “gulp” servía para manifestar temor, azoro o inquietud. Pues bien: Andrés Manuel López Obrador debe haber hecho “gulp” al conocer el triunfo de Jaime Rodríguez, “El Bronco”, en la elección de Gobernador en Nuevo León. Esa victoria puso automáticamente al popular nuevoleonés -popular ya en todo México y más allá de sus fronteras- en la lista de posibles candidatos a la Presidencia de la República, con muchas ventajas de imagen y personalidad sobre AMLO. Al parecer, sin embargo, otros hicieron “gulp” a más del Peje: Los partidos políticos. En amañada connivencia están urdiendo trabas para evitar el surgimiento de candidatos independientes que pongan en peligro el indebido monopolio que han detentado los partidos sobre la vida política de la Nación. Disposiciones de las llamadas “antibronco” han sido ya emitidas en Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa y Nuevo León, y no es de dudarse que algunos otros Estados imiten también esa antidemocrática conducta. Tengo ya preparadas algunas trompetillas wagnerianas, retumbantes y estentóreas, para fustigar con ellas a quienes con esa inmoral conducta pongan a los partidos por encima de los ciudadanos. ¿En qué se parecen los hombres y los comerciales de la televisión? No se les puede creer, y ninguno dura más de 30 segundos. Un vecino le preguntó a Ovonio Grandbolier, el hombre más perezoso del condado: “¿Puedo usar tu cortadora de césped?”. Gritó Ovonio: “¡Vieja, aquí te buscan!”. Don Languidio Pitocáido acudió a la consulta del joven médico A.V. Roes. “Doctor -le dijo con afligido acento-, no tengo erecciones”. “Como Corea del Norte” -apuntó el facultativo. “Erecciones dije -precisó el paciente-, no elecciones. Le ruego poner atención a su trabajo, pues mi problema no es de chúpate ésta, dicho sea sin intención segunda”. Inquirió el facultativo: “¿Desde cuándo sufre usted esa minusvalía?”. Respondió don Languidio: “Más bien la que la sufre es mi señora. Ella fue la que me sacó la cita”. Dijo el doctor: “Veré si puedo hacer algo por usted. Desnúdese”. El señor Pitocáido procedió a despojarse de su ropa. Grandes fueron su asombro y nerviosismo cuando vio que el joven médico se desvestía también. “¿Qué hace usted?” -le preguntó lleno de sobresalto al tiempo que pegaba la espalda a la pared. “No se inquiete -lo tranquilizó el galeno-. Esto es parte del tratamiento. Ponga usted su mano izquierda en mi testículo derecho, y la derecha en el izquierdo. Yo haré lo mismo con usted. Bien. Ahora cuente hasta 10”. Pese a su explicable alarma don Languidio hizo lo que le indicó el doctor. No se operó en él, sin embargo, ningún cambio. “Es inútil, señor -le dijo el médico-. Su motor ya no funciona ni pasándole corriente”. FIN.