lunes, 27 de julio de 2015

julio 27, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Pedir perdón. La mujer de Libidiano llegó a su casa y sorprendió a su esposo en lúbrico abrazo de erotismo con la linda criadita Mary Thorn. "¿Qué es esto?" -le gritó en paroxismo de furor. Al escuchar la destemplada voz de su consorte Libidiano fingió la sorpresa de quien sale de una fantasía y entra en la realidad. "¿Dónde estoy? -preguntó con simulado asombro-. ¿Quién me llama? ¡Cielos! ¡Qué veo! ¿No eres tú, esposa mía, la mujer con quien hacía el amor? ¡Oh! ¡Te digo que necesito lentes nuevos!". Babalucas le contó a un amigo: "Compré una piedra preciosa". Preguntó éste: "¿Cuánto te costó?". Respondió Babalucas: "20 pesos". "¿20 pesos por una piedra preciosa? -se sorprendió el amigo-. No puede ser. Déjame verla". Babalucas se sacó del bolsillo una piedra común y corriente, de las que en cualquier terreno se hallan. Exclamó el amigo: "¿Pagaste 20 pesos por esta piedra?". "Sí -replicó muy orgulloso Babalucas-. ¿A poco no está preciosa?". El paciente le dijo al doctor Duerf: "Tengo problemas para conciliar el sueño. Me acosan siempre imágenes sexuales". Le sugirió el célebre psiquiatra: "¿Por qué no cuenta ovejas?". "Las cuento -repuso el otro-. Pero apenas empiezo a hacerlo llegan los borregos, y el problema vuelve a comenzar". Jactancio, individuo elato y presuntuoso, alardeaba de su linaje en una fiesta. Dijo: "Por mis venas corre sangre francesa, española, rusa, inglesa, italiana y portuguesa".Uno de los invitados preguntó: "¿Viajaba mucho su santa madrecita, joven?"... Simpliciano, joven varón sin ciencia de la vida, les dijo a sus amigos: "A mi novia le gusta hacer el amor en el asiento de atrás del automóvil". Le preguntó uno: "¿Y eso te molesta?". "Sí, -respondió mohíno el boquirrubio-. Sobre todo porque mientras lo hace yo tengo que ir manejando"... En su reciente viaje por países de América Latina el Papa Francisco habló de las injusticias que han sufrido los habitantes de los pueblos indígenas, y les pidió perdón en nombre de la Iglesia que preside. Ciertamente el proceso de europeización -y de cristianización- de los primitivos habitantes de América dio lugar a incontables abusos, y a excesos de todo jaez. Puede decirse, sin embargo, que muchos de esos males fueron fruto de los tiempos que se vivían, tiempos de violencia en que la dignidad de la persona humana y los principios de la religión de Cristo cedían ante la ambición de riquezas y poder. A esos hechos, condenables, en efecto, pero también explicables, no fue ajena la Iglesia Católica. De ahí el perdón que pidió el Papa. Hay que decir, empero, que esa misma iglesia ha cometido y sigue cometiendo todavía una serie de injusticias que alguna vez tendrá que reconocer, y por las cuales deberá también pedir perdón. Sufren injusticia las mujeres, a quienes se excluye por razón de su sexo de muchas funciones eclesiales reservadas exclusivamente al hombre. Sufren injusticia los divorciados, a quienes aún se niega la comunión, pues el hecho de haber roto el vínculo matrimonial los priva de recibir ese sacramento, sin el cual su vida espiritual no está completa. Sufren injusticia los homosexuales, condenados a perpetua continencia, o a incurrir en pecado abominable, por una Iglesia que aún no es capaz de aceptar que la homosexualidad es las más de las veces determinada por la naturaleza, o por la divinidad. Sufren injusticia los sacerdotes por causa del celibato en que deben vivir, tan contrario a las leyes naturales y a la voluntad de Dios, creador de la vida, cuya perpetuación pidió desde el principio de los tiempos, desde el Génesis. A todos ellos deberá pedir perdón la Iglesia alguna vez. Por ahora los perdones solicitados por el Papa -a los valdenses, a los indígenas- son más de superficie que de fondo. Solicia Sinpitier, madura célibe, debía 300 pesos en la tienda, y el dueño del establecimiento, hombre joven y guapo, fue a su casa a cobrarle la cuenta. "No tengo dinero -le dijo Solicia con insinuante voz-, pero puedo pagarte en especie". El muchacho advirtió que la añosa señorita tenía todavía algunos pedacitos muy aprovechables, y aceptó el trato. Al terminar el trance el joven comerciante quedó exhausto y agotado. "Estamos a mano -acertó a decir con feble voz-. Los 300 pesos han quedado pagados". "¡Ah, no! -protestó Solicia-. ¡Tendrás que regresar mañana y los siguientes días! ¡Todavía te debo 225!"... FIN.