Mejor alimento. La lindísima enfermera iba por el corredor del hospital. Se topó con ella uno de los médicos del nosocomio, y lo que vio lo dejó estupefacto: la atractiva chica llevaba una bubis fuera del uniforme. Le dijo el facultativo: "Perdona, Florencina. No sé si te has dado cuenta, pero vas exponiendo a la vista una de tus hermosas bubis". "¡Caramba! -exclamó la enfermera al tiempo que se cubría apresuradamente-. ¡Esos internos, que nunca dejan en su lugar lo que agarran!". Una señora le preguntó a otra: "¿Qué cargo tiene tu marido en la fábrica?". Respondió la interrogada: "Es supervisor". Quiso saber la otra: "Y ¿qué hace en ese puesto?". "No lo sé exactamente -contestó la señora-. Pero por lo que me ha contado, si lo que hace en la fábrica lo hiciera aquí en la casa yo le estaría diciendo siempre: 'No estés jodiendo'". La novia de Babalucas le dijo al tonto roque: "Me haces que crea en la reencarnación. Nadie puede llegar a ser tan indejo como tú en una sola vida". Los organizadores del baile de disfraces se sorprendieron al ver llegar a una muchacha completamente en peletier, es decir, nuda, corita, sin ropa alguna. Explicó ella: "Es mi disfraz". Le preguntó el encargado del orden, suspicaz: "¿De qué viene disfrazada?". Respondió la chica: "De departamento vacío. Espero encontrar aquí a un soltero que lo quiera ocupar". El gerente del banco dijo en la junta del consejo de administración: "Señores: necesitamos encontrar un cajero". Uno de los consejeros preguntó: "¿Cómo es eso? Hace dos meses nos pidió autorización para contratar un cajero". "Y lo contraté -respondió el gerente-. A ése es al que necesitamos encontrar"... Pepito le dijo a Juanilito: "Yo tengo 5 años. ¿Cuántos tienes tú?". Respondió el pequeñín: "No sé". Volvió a preguntar Pepito: "¿Ya te atraen las mujeres?". Contestó Juanilito: "No". "Entonces tienes 4 años" -concluyó Pepito. Una comadre le preguntó a otra: "¿De modo que a mi compadre le dieron una patada en la trifulca?". "No, comadre -respondió la otra-. Más bien se la dieron entre la trifulca y el ombligo". Don Chinguetas y su esposa doña Macalota caminaban por el centro comercial. Ella advirtió, molesta, que cada vez que pasaba una muchacha hermosa a su marido se le iban los ojos. "¡Esto es intolerable! -le dijo hecha una furia-. ¡Siempre que ves una mujer bonita se te olvida que eres casado!". "Al contrario -replicó él-. Entonces es cuando me acuerdo más". Don Cornulio y doña Facilisa, casados entre sí, pasaron a mejor vida al mismo tiempo y llegaron juntos a las puertas del Cielo. Los recibió San Pedro, que le preguntó al esposo: "¿Engañaste a tu mujer alguna vez?". "Una sola" -contestó él. Dictaminó el apóstos de las llaves: "Tendrás que dar una vuelta en torno de la muralla que rodea el Cielo. Después podrás entrar". "Y tú -le preguntó enseguida a doña Facilisa-, ¿cuántas veces engañaste a tu marido?". La señora hizo una larga pausa y luego le dijo a San Pedro: "¿Podrías prestarme una bicicleta?". Terminó al fin la interminable farra que aquellos dos amigos se corrieron. Dijo uno al salir del antro donde habían estado: "A esta hora me asalta el temor de llegar a mi casa. Tomo todas las precauciones posibles para escapar del enojo de mi esposa: apago el motor del coche antes de llegar; abro la puerta sin hacer ruido; me quito los zapatos y subo de puntillas. Pero, haga lo que haga, mi mujer se despierta siempre y me hace una escena terrible". Le aconsejó el otro: "Haz lo que yo. Llego haciendo sonar el claxon del coche; doy un portazo tremendo al entrar: subo silbando y dando gritos, y cuando entro en la recámara le doy una palmada en el trasero a mi esposa y le digo: '¿Entonces qué, vieja? ¿Nos echamos uno?'. Y ella siempre se hace la dormida". Don Veterino, señor octogenario, se iba a casar con una mujer joven. Uno de sus hijos le preguntó muy preocupado: "Papá: ¿y si se nos muere?". Respondió el carcamal: "Si se nos muere me busco otra". Dulciflor, muchacha recién casada, le contó a su mamá: "Siempre que Vehementino llega del trabajo me come a besos. Dice que mis labios son su mejor alimento". Preguntó con una sonrisa la señora: "¿Y no le cansa esa comida?". Respondió Dulciflo: "No -contesta la muchacha-. Lo que lo tiene agotado es el postre". FIN.
De política y cosas peores
Armando "Catón" Fuentes Aguirre