jueves, 23 de julio de 2015

julio 23, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Temor de invertir. La señora no le arreglaba a su marido un pantalón cuyo zipper ya no funcionaba. Le dijo el individuo: "Así me lo voy a poner, con el zípper descompuesto, para que todo mundo vea la clase de mujer con la que tengo que conformarme". Replicó ella: "Me parece muy bien. Si andas por ahí con el zípper abierto todo mundo se dará cuenta de la clase de hombre con el que tengo que conformarme yo". Al llegar al hotel donde pasarían la luna de miel la flamante recién casada vio un letrero que decía: "Desayunos, de 6 a 12. Comidas, de 12 a 6 de la tarde. Cenas, de 6 de la tarde a 12 de la noche. Sándwiches y otros alimentos ligeros, de 12 de la noche a 6 de la mañana". Leyó eso la muchacha y le dijo al oído a su maridito: "Vámonos a otro hotel, Pitorro. Aquí no podremos hacer nada: te tienen comiendo todo el tiempo". El general Hulero, comandante de las tropas de Banania, preguntó por qué los soldados de Napoleón usaban uniformes rojos. Le explicó alguien: "Escogieron ese color por si sangraban. Sobre el rojo de la tela la sangre no se notaría, y de ese modo el enemigo no se daría cuenta de que estaban heridos". "Ya entiendo –respondió el general Hulero–. Entonces haremos nuestros pantalones de color café". Babalucas quería vender su departamento. Buscó para eso a un agente de bienes raíces. Pasados unos días le anunció el corredor: "Ya tengo un cliente para tu departamento. Estoy seguro de que te dará por él medio millón de pesos". Llegó el presunto comprador, y luego de ver el departamento le dijo a Babalucas: "Le ofrezco por él 550 mil pesos". "¡Ah, no! –protestó el badulaque volviéndose con indignación hacia el agente–. ¡Quedamos en medio millón!". Un individuo iba en el vagón de segunda clase del tren, y se metió en el de primera. Ahí se
topó con una linda chica, y entabló conversación con ella. No alargaré la historia: a poco estaba en el camerino de la guapa mujer haciéndole el amor. Lo sorprendió en el acto el inspector del tren y lo multó por estar pasándola de primera con un boleto de segunda. No hay ente más medroso que el dinero. Huye al primer indicio de peligro, y no se acerca si advierte el más pequeño riesgo. Ese temor, supongo, fue la causa principal del fracaso en las licitaciones que abrió el Gobierno mexicano para convocar a empresas nacionales y extranjeras a participar en el campo de las exploraciones petroleras. Donde no hay seguridad, donde priva un ambiente de inquietud política, donde hay evidencias de corrupción generalizada, donde campean el desorden jurídico y la impunidad, el dinero no fluye, y los capitales se ahuyentan, especialmente en tratándose de renglones tan costosos y arriesgados como es el de los energéticos. Yo no soy capital energético, por eso sigo aquí, pero si lo fuera me encontraría ya capitalizando en Timbuctú. Es una pena que haya fracasado la primera acción concreta derivada de la reforma impulsada por Peña Nieto. A la audacia de esa reforma no ha correspondido la de los inversionistas. Como dijo aquel: seguiremos igual, nomás que peor. Estaban conversando tres amigos jóvenes. Se jactó uno: "Anoche le hice el amor a mi mujer dos veces. Por la mañana me dijo: '¡Eres un tigre!'". Se ufanó el segundo: "Yo a mi esposa le hice el amor tres veces. Por la mañana me dijo: '¡Eres un toro!'". El tercero no decía nada. "Y tú –le preguntaron los otros– ¿cuántas veces le hiciste anoche el amor a tu mujer?". "Una vez" –respondió–. "¡Sólo una vez! –se burlaron sus amigos–. Y ¿qué te dijo en la mañana?". Responde el tipo: "Me dijo: '¡Síguele, papacito!". Cumplió años don Martiriano, y su mujer, doña Jodoncia, le regaló dos corbatas. Al día siguiente don Martiriano, deseoso de agradar a su mujer, estrenó una. Lo vio la fiera señora y le pregunta irritada "¿Qué? ¿No te gustó la otra corbata?". Termina esta columneja con un chascarrillo que, me dicen, es muy lépero... La nueva criadita de la casa hacía la limpieza de la alcoba, y dio con un condón desenrollado. Le preguntó con recelo a su patrona: "¿Qué es esto, siñora?". La esposa, divertida, le preguntó a su vez: "¿Qué en tu pueblo no hacen el amor, Eglogia?". "Sí lo hacemos, señito –respondió la muchacha–. Pero no hasta despellejar al hombre". FIN.