domingo, 12 de julio de 2015

julio 12, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Escandaloso. Decía Juan Verdaguer, aquel fino comediante: "Para ser un buen humorista hay que ser audaz, y yo soy audaz. Hay que ser inteligente, y yo soy audaz". Pues bien: esa audacia me lleva hoy a narrar un cuento que, lo reconozco, no debería ver la luz en domingo. Este día es, para los creyentes, el día del Señor. Muchos cristianos se arrepienten el domingo de los pecados que cometieron el sábado y que seguramente volverán a cometer el lunes. Aun así el día debe respetarse. Don Chinguetas, por ejemplo, se abstiene de hacer el amor en domingo. (Su esposa doña Macalota dice que desde hace muchos años su marido muestra el mismo respeto por los demás días). Con igual consideración Edward C. Berners, a quien se atribuye la invención de la famosa copa de nieve llamada "Sundae", bautizó con ese nombre su sabrosísima preparación en vez de llamarla "Sunday". Por cierto, los mejores sundaes que en mi vida he probado han sido los de la Nevería Nakasima, tradicional negocio de esa estimadísima familia saltillense de origen japonés. Un sundae de la Nakasima era el regalo de cumpleaños que me hacían mis padres cuando niño. Después, cuando mejoró la economía de la casa, podía yo pedir un Paricutín, platillo de nieves de distintos sabores en forma de volcán coronado por un cubito de azúcar que se mojaba en alcohol y se encendía luego. Así, en pequeñas llamas, llegaba la prodigiosa pirotecnia a la mesa del feliz mortal que iba a consumir aquella maravilla. Pero veo que me he apartado del tema que me ocupa. Iba a decir que al final de esta columnejilla viene un cuento de subidísimo color y de dudoso gusto. Nadie con un adarme de razón debería poner los ojos en ese tremendo despropósito. Si yo los puse fue porque ignoraba el significado de la palabra "adarme". Al parecer es una medida de peso equivalente a tres tomines. El tomín era una pequeña moneda de plata. Los conquistadores, que nunca habían visto un colibrí, le dieron a la avecilla el nombre "tominejo", diminutivo de tomín. Mas ¿qué me sucede? ¡Otra vez me he ido por los cerros de Úbeda! Lean mis cuatro lectores el deplorable cuento a que he aludido, y constaten que no debería haber salido este día. Antes narraré algunos cuentecillos que sirvan de cautelosa introducción al otro. Un individuo llamado Paskudniak conoció a una dama de la noche cuyo nombre era Feh. Le preguntó el monto de sus honorarios, y ella le dio la información. Dijo Paskudniak: "Somos paisanos; deberías hacerme algún descuento". "Está bien –suspiró ella–. Te descontaré el 5 por ciento. Pero quiero que sepas que con esa rebaja ya no me estoy ganando nada". Un idealista es alguien con los pies firmemente plantados en el aire. Simpliciano era un idealista. Le preguntó a Pirulina: "¿Me amas?". Respondió ella: "Sí". Volvió a preguntar el candoroso joven: "¿Cuánto?". Contestó Pirulina: "2 mil pesos". Pelerina no acostumbraba afeitarse las axilas. Cuando en el bar alzó el brazo para pedir una bebida dejó al descubierto una profusa mata capilar. El ebrio que estaba al lado le preguntó: "¿Es usted gimnasta?". Inquirió Pelerina, recelosa: "¿Por qué me lo pregunta?". Respondió el beodo: "Una mujer que es capaz de levantar la pierna tan alto tiene que ser gimnasta". (No le entendí).Viene ahora el escandaloso cuento que arriba se anunció. Doña Pasita, la esposa de don Geroncio, se quedó estupefacta cuando un buen día su marido la requirió de pronto para celebrar el acto conyugal. Hacía muchos años que no realizaban la citada unión, tantos que ella casi había olvidado ya el modo de llevarla a cabo. ¿Qué fue lo que movió al maduro caballero a intentar reverdecer sus lauros? Lo diré si me guardan el secreto: jugueteando con el control remoto de la tele dio por casualidad con un canal porno, y las escenas que ahí vio –él con ella; ella con ella; ellos con ella; él con ellas; ellas con ellos; ellas con ellas, etcétera– le provocaron una tumefacción que hacía varias décadas no experimentaba. Así pues se realizó el connubio. Al día siguiente doña Pasita se sintió mal. En el hospital los médicos dijeron que presentaba síntomas de tétanos, quizá por haber tenido contacto con algún fierro oxidado. (Tampoco le entendí). FIN.