viernes, 10 de julio de 2015

julio 10, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Torpeza política. Narró un tipo: "Anoche estuve con una enfermera. Me dijo: 'Acuéstese y me haré cargo de usted'". Contó otro: "Yo estuve con una maestra. Me dijo: 'Tendrás que repetir la tarea hasta que la hagas bien'". Relató un tercero: "Yo estuve con una azafata de avión. Me dijo: 'Coloque esto sobre nariz y boca y respire normalmente'". ¿Qué es para un hombre casado tener sexo seguro?  Que su amiguita viva en el otro extremo de la ciudad. Don Martiriano se declara incapaz de entender a su fiera consorte, doña Jodoncia. Si al paso de una linda muchacha vuelve la vista para verla, su mujer le dice: "¡Maniático sexual!". Si no voltea le dice: "¡Mosquita muerta!". Los salmones hacían el fatigoso viaje río arriba a fin de perpetuar su especie. En el curso de la penosísima jornada debían remontar corrientes impetuosas, saltar sobre rocas, evadir las redes de los pescadores y escapar de las acechanzas de los osos que los esperaban para devorarlos. Un salmón macho le propuso a una hembra: "¿Qué te parece, linda, si para evitarnos todos esos líos nos perpetuamos aquí mismo?". No soy antiyanqui, y pienso que nunca lo seré. Me gustan los Estados Unidos; tengo afecto a su pueblo, cuyos valores conocí y cuya hospitalidad gocé en mis días de alumno en la Universidad de Indiana. The Sacramento Bee, de California, el más antiguo diario del país, me abrió sus puertas, y lo mismo hicieron la revista Look, de Nueva York, y un pequeño pero prestigiadísimo periódico de New Bedford, Massachusetts, The Standard-Times, a donde me llevó el errante espíritu del capitán Ahab. Admiro la riquísima cultura de esa nación al mismo tiempo tan joven y tan vieja. Su literatura, su música, su teatro, su danza, su pintura, su arquitectura, su cinematografía, son parte importantísima  de la cultura universal.  Gusto de sus ciudades, y cuando estoy en alguno de sus parques nacionales -los tiene numerosos- admiro la manera como cuida sus bellezas y recursos naturales. Sin embargo, con todo el aprecio que siento por el vecino y por su gente, haré en seguida una declaración tonante. Si por uno de esos trágicos errores que se cometen a veces en el ejercicio de la democracia los norteamericanos incurren en el tremendo despropósito de elegir a Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, dejaré de ir a ese país mientras esté en el cargo ese pobre ejemplar de hombre que no tiene más riqueza que la del dinero. Su torpeza política y su falta de decencia humana han hecho daño a su partido, el Republicano, cuya dirigencia se vio obligada a pedirle que use más el cerebro que la lengua, pues sus estúpidas declaraciones sobre México y los mexicanos han dado a ese partido la imagen de una organización racista fincada en los prejuicios más oscuros del pasado, y le están enajenando el voto hispánico, que ahora es decisivo. Un individuo como Trump, tan insensible e inculto, desprestigia todo lo que toca, y es indigno de ser tomado en cuenta como una opción viable para los republicanos, y más aún para el pueblo de los Estados Unidos. Ya lo dije: si Trump es elegido Presidente dejaré de ir a ese país, sin importarme los graves efectos económicos y políticos que mi ausencia pudiera provocar. He dicho. El hijo mayor de don Poseidón, granjero acomodado, les contó a sus padres que había tenido trato de carnalidad con la criadita de la casa. Su mamá le dijo que no volviera a hacerlo, y le dio una galletita como premio por no haber ocultado esa mala acción. Al día siguiente el muchacho confesó que había tenido un trance de refocilación con la hija del vecino. Su madre le dijo que suspendiera esa relación, y premió su sinceridad con otra galletita. Un día después el muchacho reveló, apenado, que había yogado con la esposa del caballerango. Su mamá le dijo que eso estaba mal, pero le dio otra galletita para premiar su franqueza. Al siguiente día el muchacho relató que había gozado a la mujer del molinero. Al oír eso don Poseidón fue a la cocina y empezó a freír seis huevos con tocino y un bistec. Le preguntó, extrañada, su mujer. "¿Qué haces?". Respondió él: "Le estoy preparando el almuerzo al muchacho. Con una dieta de puras galletitas no podrá sostener ese ritmo". FIN.