jueves, 18 de junio de 2015

junio 18, 2015
Oscar Herbé Sauri Bazán

Hablar de la ética en estos tiempos de la videopolítica, de la videoverdad y de las intenciones de controlar incluso nuestros sueños, es en realidad un atrevimiento, que por serlo, merece el concurso de quien en estos días ha tenido razón más que suficiente para reflexionar, pues es precisamente esta semana, la que marca en mi vida veinte años dedicado a la actividad política. Para mí, el significado de la maldad o bondad de los actos de los políticos, que es lo que constituye la ética política merece la mayor de las preocupaciones y creo que a la inmensa mayoría de la gente le preocupa el estado tan lamentable de corrupción que prevalece en la mayoría de los institutos políticos que dicen luchar por la transformación del país y del estado, pero que no empiezan por transformarse a ellos mismos, la revolución que le urge a este país es una que nos incluye a todos, es una que pasa por la revisión de nuestros actos individuales que tienen que ver con la esfera pública, con el cómo nos relacionamos con las instituciones del gobierno y con la privadas y que clase de moralidad hay en nuestros actos, en particular, en aquellos actos que nos relacionan con nuestros semejantes con los cuales concurrimos a la zona de actividad colectiva, con los que concurrimos a la plaza, como somos?, como actuamos?, en realidad buscamos lo que de dientes para afuera decimos o somos acaso unos emboscados, unos disfrazados de demócratas, de izquierdistas o de cristianos o de la religión que sea, somos congruentes?, o somos in congruentes?, somos coherentes? o somos incoherentes?, en nuestros actos y en nuestras omisiones y no se trata de iniciar una cacería de brujas, al estilo de los congresistas republicanos de los Estados Unidos de Norte América, hablamos aquí de la ética relacionada con la política y no solo con los políticos aunque estos últimos son los más responsables del asunto y desde luego me incluyo.

Octavio Paz, uno de los intelectuales más lucidos que ha dado México escribió: “La democracia no puede ser sino una conquista popular. Quiero decir: la democracia no es una dádiva ni puede concederse; es menester que la gente, por sí misma y a través de la acción, la encuentre, y en cada caso la invente”, creo que la solución a los problemas de corrupción que sufre nuestro país, pasa por la edificación de la democracia, pero para llegar a ella se necesita de la voluntad de los actores políticos y creo que todos ellos, en estos precisos momentos le esta regateando a nuestro pueblo el transito pacífico a la democracia, quizá sea ese el mayor pecado ético por el que atraviesa México en nuestros días tenemos todo para ser una nación prospera y estamos sumidos en una situación vergonzosa, con millones de pobres, niños desnutridos, madres que se mueren en el parto, niños de la calle, mortandad infantil y otras lindezas que el capitalismo nos proporciona, bajo el “novedoso” nombre de neoliberalismo y en medio de todo eso los partidos, todos ellos no han sido incapaces de aliviar la situación critica por la que atraviesan millones de mexicanos, porque?, esa es la pregunta.

Una reflexión sobre la relación entre ética y política no puede sino comenzar por dar cuenta de la tensión que actualmente y en forma particular en nuestro Yucatán, existe entre estos dos términos. ¿Se trata de una tensión irreconciliable, obedece a la naturaleza de la política ser indiferentes al compromiso con valores? , o son los políticos que hemos tenido o nos hemos permitido tener hasta hoy, los responsables de no tener principios ni valores: ni éticos, ni ideológicos, ni políticos. ¿Esta situación es fruto de una determinada situación, particularmente aguda en los últimos años en nuestro país y en nuestro Estado, que debe ser analizada con detenimiento y que puede ser meditada?, vale la pena que un reducido grupo de ciudadanos se reúna hoy en esta pequeña sala a hablar de un tema que, con lluvia o sin lluvia, tiene poco mercado, poca oferta y poca demanda, no tiene marketing, no sé si lo escribí bien, bueno, sigamos.

Es un hecho que la mayor parte de la sociedad considera que la política no tiene absolutamente nada que ver con la ética, y más bien se contrapone a ella, es algo que desde hace tiempo todo el mundo sabe, cuando la gente común, y que conste que no estoy hablando de las clientelas política de este o de aquel partido o de este o de aquel dirigente político, cuando el ciudadano sencillo, el trabajador, el pequeño comerciante habla de la política o de los políticos, a ninguno le va bien y desde luego me incluyo, las expresiones son lapidarias, la gente sabe e intuye las corruptelas y los abusos que los políticos cometen y en la generalización, pues nos toca a todos. 

Casi se ha vuelto un lugar común hablar sobre el descrédito de la política y la crisis de la representación. Incluso los dirigentes políticos, los funcionarios públicos y los gobernadores que hacen mucho por desprestigiar esta actividad, suelen adoptar cómplices la misma opinión lapidaria, aquellos que fomentan el desprestigio de una actividad tan importante para el funcionamiento de la sociedad terminan siendo los supuestos defensores de una moralidad pública que no representan, ni mucho menos podrán encarnar nunca.

Sin duda esta es una actitud moralmente condenable. Y además es políticamente incorrecta circunstancial, convenenciera y coyuntural e inviable en el largo plazo. La irritación que se estimula en la opinión pública puede ser el caldo de cultivo para actitudes apolíticas e incluso antipolíticas, y se desarrolla en el ciudadano la indiferencia hacia la forma en que se manejan los asuntos públicos. Que en cierto momento puede servir a liderazgos demagógicos y autoritarios. 

El ciudadano honorable, todavía los hay, se margina de la actividad pública y deja el campo libre a los vivales, a aquellos que lucran y medran de la actividad

El hecho que la gente se margine de la actividad pública puede constituir también una forma de apoyo, pasivo si se quiere, a líderes autoritarios excluyentes, maniobreros y demagógicos, pero constituyen una base de apoyo efímera. El estado de ánimo cambia muy rápidamente, y la indiferencia o relativa tolerancia se puede convertir en poco tiempo en desconfianza y mal humor social.

Creo, que una buena forma de empezar a reconciliar la política con la ética es comprender que siempre la política es generadora de actitudes éticas o al menos debiera ser así, Aún cuando se quiere independiente de la ética, la política difunde y convierte el sentido común en ciertos principios éticos, relegando otros. Como la ética siempre se presenta como un problema para la política, existe esa tentación a subordinarla, o simplemente manipularla. La práctica del doble discurso disocia él deber ser de lo que se hace en la práctica. La práctica sé autonomiza de lo que se dice y se promete, y luego se justifica por las " Necesidades de las circunstancias", “las necesidades de la causa”, ¿el fin justifica los medios? Creo firmemente que no, lo que sucede es que la autonomización de la practica se vuelve un pragmatismo conciente y hasta cínico, que se expresa en la consabida expresión: “Bueno en realidad esto que hacemos esta mal, no debe hacerse, pero sino lo hacemos nos ganan los otros y pues estamos metidos en esto para ganar ¿no?” ¿Cómo combatir este mal? No hacen falta santos salvadores. Cuando alguien se propone como "Cruzado contra la corrupción" hay que desconfiar de sus verdaderas intenciones. En verdad el mejor antídoto contra el doble discurso es el desarrollo de instituciones sólidas, que proporcionen controles efectivos sobre el ejercicio de poder y costumbres políticas republicanas entre los funcionarios y los ciudadanos en general. Este es el desafío que tenemos por delante los que queremos reconciliar la ética y la política y que la vida política vuelva a ser considerada una forma virtuosa de experiencia colectiva al alcance, no sólo de los profesionales de la política, sino de todos los ciudadanos.

En mi opinión cuando todos los ciudadanos entiendan que para lograr la transformación de la sociedad se requiere que cada uno de ellos en lo individual participe en las transformaciones y que su participación y vigilancia hará a un lado a los oportunistas nos enfilaremos en el camino del cambio definitivo, que no es otra cosa que el cambio constante.