domingo, 21 de junio de 2015

junio 21, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Raro experimento. La noche nupcial fue muy movida. La joven desposada quedo extática con el primer deliquio del amor sensual. Le pidió a su maridito un bis; después le demandó un tercer trance; solicitó luego un encore, y con ansia no contenida reclamó todavía una quinta actuación extraordinaria. El pobre recién casado tenía ya anublada la visión, seca la boca, extraviado el pensamiento, lasos los miembros, pálido el semblante y los pies fríos. A eso de las 10 de la mañana el lacerado suplicó una tregua. “Amor mío –le dijo con feble voz a su flamante esposa–. ¿No quieres ir a desayunar?”. “¡Ah, no! –protestó ella–. ¡Aquí dice que el desayuno se sirve entre 7 y 12, y nosotros apenas llevamos cinco!”. La señora le sugirió a su hija Susiflor que tuviera una buena conversación con su jefe, don Algón, acerca de un aumento de sueldo. Esa noche la chica regresó a su casa más tarde que de costumbre. Le preguntó la madre: “¿Hablaste con tu jefe largo y tendido?”. “Tendido –respondió Susiflor–.¡Y muy largo también el tal por cual!”. Un tipo estaba triste en la oficina. Le preguntó uno de sus compañeros: “¿Qué te pasa”. Repuso el otro con acento sombrío: “Mi hijo pronunció ayer su primera palabra”. El amigo se asombró: “¿Y eso te entristece? ¡Deberías estar feliz!”. “Ya lo sé –admitió el oficinista, pesaroso–. Pero la pronunció en una fiesta en la que estaban mis amigos, mis vecinos y mis compadres Dijo: ‘Papá’. ¡Y todos voltearon!”. Un empresario le contó a su socio: “El viernes por la tarde la pasé en grande. Llevé a mi secretaria Rosibel al club de golf para enseñarle el juego. Me divertí como no te imaginas. Toda la tarde estuvo ella echando la pelota atrás de los arbustos”. Preguntó el socio, extrañado: “¿Y dónde estaba la diversión?”. Respondió el otro con una gran sonrisa: “Atrás de los arbustos”. La esposa de Capronio dejaba el lecho temprano en la mañana para ir a trabajar, y le molestaba que su marido siguiera acostado hasta muy tarde. Un día le dijo: “De hoy en adelante la muchacha te levantará”. Preguntó muy interesado el ruin sujeto: “¿Qué me levantará?”. Doña Gorgolota le daba consejos a su hija en edad de merecer: “Ten cuidado con los hombres. Todos son peligrosos. No te fíes”. “Nunca me fío, mami –respondió la chica–. Siempre cobro de riguroso contado”. La exuberante rubia de abundantísimo tetamen le dijo a su galán: “Alguna vez te invitaré a mi departamento para que admires mis Picassos”. Respondió el otro: “Ya los estoy admirando”. Una joven mujer le comentó a otra: “Mi nuevo novio es decente, caballeroso, educado, incapaz de faltarme al respeto. ¡Ya me tiene hasta la coronilla!”. Ovonio Grandbolier, el hombre más holgazán de la comarca, no aportaba nada para el gasto de la casa. Un día el desobligado sujeto notó algo raro en su mujer. Le dijo: “Traes marcas como de chupetones en el cuello, en los hombros y en el pecho”. Explicó la señora: “Es que mientras estabas fuera llegó el casero, y le pagué el alquiler del mes”. Don Picio tenía una hija muy fea cuyo nombre era Uglilia. El director del zoológico pensó hacer un raro experimento: cruzaría al orangután con una mujer, a ver qué resultaba. Logró reunir medio millón de pesos para pagar los servicios de la dama que se sacrificaría en aras de la ciencia. Luego fue a hablar con el papá de Uglilia. “Don Picio –le dijo–. Queremos que su hija tenga relación carnal con el orangután del parque. Sé que eso constituye un sacrificio, pero estamos hablando de 500 mil pesos”. Inquirió don Picio: “¿Ya vio el orangután a mi hija?”. Respondió el director: “Aún no la ha visto”. Y preguntó don Picio, receloso: “¿Y entonces por qué el animal está pidiendo tanto dinero?”. La señora, nerviosa pero muy halagada, le dijo a su marido en el restorán: “No vayas a hacer un escándalo, pero el elegante caballero que está en aquella mesa no me ha quitado la vista ni un momento”. “Lo conozco –respondió el hombre sin dejar de comer–. Es un arqueólogo experto en ruinas”. Simpliciano le dijo a Pirulina: “¿Soy yo el primero que te pide hacer el amor?”. “Sí –respondió ella–. Todos los demás me lo han hecho sin pedírmelo”. FIN.