domingo, 14 de junio de 2015

junio 14, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Admirable mujer. Terminó la cacería de la zorra. Los jinetes regresaron mohínos y atufados: sus perros, en vez de perseguir a la presa, fueron todos tras una perra campesina en celo que huyó a todo correr para escapar de la lujuria colectiva de los canes. Lord Feebledick, el anfitrión de la jornada, venía particularmente incomodado: su perro Hoity-Toity no sólo no siguió a la zorra, y ni siquiera a la perra, sino que se aplicó a oliscar al can de un pastor lugareño, cosa que dio motivo a las chocarrerías y jácaras de sus amigos. No acabaron ahí los sinsabores de milord. Al llegar a su casa encontró a su mujer, lady Loosebloomers, en los torosos brazos de Wellh Ung, el rudo mocetón encargado de la cría de los faisanes. “Bloody be! -profirió el mitrado marido dirigiéndose al mancebo de su esposa-. ¡Y en horas de trabajo, bergante! ¿A quién dejaste a cargo de los faisanes, insensato? ¡Las pobres aves allá, en la gallera, sin quién mire por ellas, y tú acá, refocilándote a mi costa! ¿Acaso para esto te pago, malnacido?” “No, milord -replicó el mozalbete, comedido-. Esto lo hago de gratis”. “No precisamente -intervino en ese punto lady Loosebloomers-. Lo que pasa, marido, es que este joven me pidió aumento de sueldo, y como no disponemos de recursos para dárselo, por la caída de las acciones de nuestras minas de carbón en Gales, tuve que ofrecerle esto a modo de compensación. Lo mismo hice con el mayordomo, el cocinero, el repostero, el jardinero, el carpintero, el montero, el caballerango, el encargado de la perrera y el chofer. Si sacas la cuenta verás todo lo que te estoy ahorrando”. “No soy bueno para los números -replicó lord Feebledick-, pero supongo que la cifra debe andar por las 300 libras”. “315 para ser exactos -precisó lady Loosebloomers-. Y hubieran sido 325 de haber accedido yo a ciertas demandas que me planteó el chofer, demandas cuya naturaleza no describo, por pudor. Tú sabes que en lo relativo al sexo soy muy ortodoxa, y no gusto de las extravagancias. Sigo el ejemplo de Victoria, nuestra amada reina, que cuando el príncipe consorte hacía en ella obra de varón cerraba los ojos y se ponía a pensar en Inglaterra”. “Plausible ejemplo es ése -reconoció milord-. Me tranquiliza saber que tus meneos no son cosa de libídine, sino cuestión meramente laboral. Aun así te ruego discreción, pues entiendo que tenemos pendiente el pago de las cuentas del panadero, el carnicero, el abarrotero, el vinatero, el leñador y el carbonero. Me preocupa que llegue al pueblo bajo el rumor de la manera en que compensamos a nuestra servidumbre, y que esos acreedores quieran cobrar sus cuentas en la misma forma”. Contestó lady Loosebloomers: “A todos podría yo pagarles con igual especie. No soy mujer que descuide sus obligaciones”. “Siendo así -dijo lord Feebledick-, le diré al administrador del club que pase por aquí uno de estos días, pues he omitido también el pago de la cuota anual. Lo mismo le diré a mi sastre: no le he cubierto la hechura de dos trajes, un esmoquin y el frac que uso en las ceremonias oficiales”. “Habérmelo dicho antes -repuso la señora-. Ya estarías al corriente en todos esos pagos. Me preocupa que tengas cuentas pendientes. Tal incumplimiento no hace honor a nuestros respectivos linajes, ni da lustre a tu nombre. El apellido Feebledick viene desde la época de los normandos, y jamás una mácula de deshonor ha caído en él, si se exceptúa el incidente aquel de tu tatarabuela, que para ganar una apuesta se ofreció a la lascivia de todo el cuerpo de alabarderos del rey, a quienes satisfizo uno por uno en el lecho del placer. Y entiendo que eran 136″. “Eso no está comprobado -se molestó lord Feebledick-. Historiadores serios aseguran que fueron solamente 130″. Acotó lady Loosebloomers: “Seis más, seis menos, nada importa. Lo que se debe señalar es que, según datos fehacientes, la señora aplicó lo que ganó en la apuesta a salvar el honor de su marido, que tenía deudas de juego. ¡Admirable mujer! Su memoria será imperecedera. Y ahora perdóname, pues estoy ocupada compensando a este muchacho”. Admirable también lady Loosebloomers. ¡Qué modo de proteger la economía familiar!… FIN.