domingo, 3 de mayo de 2015

mayo 03, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre 


Tres ebrios. Era la primera cita erótica. En la oscuridad él le tomó la mano a ella y se la puso en cierta parte. Le dijo la muchacha: "Gracias. No fumo". (Se trataba de Meñico Maldotado, infeliz joven con quien la naturaleza se mostró avara en la parte correspondiente a la entrepierna. Tenía una ventaja: Cuando compraba condones le hacían el 50 por ciento de descuento. A su atributo varonil las muchachas le decían "Peter Pan". Nunca creció). Jactancio, sujeto elato, vanidoso, le dijo a Pirulina: "¿Qué harían las mujeres sin los hombres?". Respondió ella: "Amaestraríamos algún otro animalito". Un amigo de don Cornulio le preguntó: "¿Qué haces con esa chaqueta de cartero?". Contestó el buen señor: "Fue un regalo sorpresa de mi esposa. Llegué a mi casa y ahí estaba, en una silla al lado de la cama". La mujer de Babalucas le advirtió: "Te pusiste los zapatos al revés". "No es cierto -negó el pavitonto-. Los dos apuntan hacia adelante". El padre de familia le preguntó a su hija: "¿Sabes cuál es el mejor anticonceptivo oral que hay?". Respondió ella: "No". Dijo el papá: "Exactamente". El cliente se quejó: "Este café sabe a chocolate". "Perdone -se disculpó la mesera-. Es que por equivocación le serví té". Comentó un señor: "Mi esposa no tiene buena mano para la jardinería. El pasto artificial se le secó". El atleta de modales delicados declaró orgulloso: "Corrí los 100 metros planos en un minuto". Acotó alguien: "Cualquiera puede correr los 100 metros planos en un minuto". Replicó el adamado: "¿Con falda de medio paso y tacones altos?". El reverendo Amaz Ingrace padecía un tic nervioso que le hacía guiñar un ojo. Cierta noche se presentó en la casa de mala nota llamada "El columpio del amor". Su propósito era predicar ahí un sermón para salvar de la condenación eterna a las mujeres que en ese sitio de pecado ofrecían su cuerpo a la torpe lascivia de los hombres. Le dijo a la madama: "Quiero ver a sus muchachas". Y al decir eso guiñó el ojo. La suripanta le informó en voz baja: "Precisamente me acaba de llegar una que le quitará el respiro. Por el mismo precio hace las tres cosas". Replicó el pastor: "No acostumbro tener tratos carnales con mujeres". Y otra vez guiñó el ojo por su tic. "Ya entiendo" -dijo entonces la madama. Y volviéndose al interior llamó al mesero. "Gladiolo -le dijo-. Aquí hay un trabajo extra para ti". Uglilia, mujer más fea que un coche por abajo, legó su cuerpo a la ciencia. Ahora la ciencia está tratando de anular el testamento. Aquel restorán era de lujo. Un cliente pidió un botellín de agua, y el camarero le preguntó: "¿De qué cosecha quiere su agua el caballero?". Tres ebrios caminaban por la vía del ferrocarril. Llegó un veloz tren y se llevó a uno de ellos. Los otros se pusieron a buscarlo. Dijo uno: "Aquí hay un brazo. Estoy seguro que es de Bumio". Dijo el otro: "Aquí está otro. Pienso que es de Bumio también". Dijo el primero: "Por acá está una pierna. Ha de ser de Bumio". Anunció el otro: "Aquí está la otra. Seguramente también es de Bumio". Dijo el primero: "Aquí está la cabeza. Y es de Bumio". Acudió el otro y preguntó con inquietud: "Bumio, Bumio: ¿estás bien?". Narraba un veterano: "Durante la Segunda Guerra Mundial un matrimonio italiano me tuvo escondido en el sótano de su casa hasta que terminó la guerra. Eso fue en Nueva York". La muchacha le dijo a su galán: "Si hago eso que me pides no me respetarás en la mañana". Él protestó vehementemente: "¡Te amo tanto, Dulciflor, que jamás te perdería el respeto! ¡Tu imagen es sagrada para mí! ¡Eres mi reina, mi ángel, mi querubín, mi diosa, yendo de abajo hacia arriba! ¡No sólo siempre te respetaré: te adoraré hasta el infinito; eternamente te veneraré!". Esas ardientes palabras convencieron a Dulciflor, y realizó por fin el acto de erotismo que su ardiente amador le demandaba. Al día siguiente salió de la cama para vestirse. Al hacerlo tropezó con el tapete. Le dijo él: "Levántalas, pendeja". El médico que iba a operar a doña Jodoncia le informó a don Martiriano, su marido: "No encontramos un tipo de sangre que corresponda al de su esposa". Inquirió tímidamente el señorcito: "¿Probaron de pantera?". FIN.