lunes, 6 de abril de 2015

abril 06, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Don Languidio llegó muy apesadumbrado de su visita al médico. Le comentó a su esposa: “El doctor me dijo que no puedo fumar, que no puedo beber, que no puedo desvelarme, que no puedo hacer el amor”. Preguntó la señora: “Y esto último ¿cómo lo supo?”... Babalucas viajaba en un crucero, y quiso conocer al capitán del barco. Se dirigió a un miembro de la tripulación. “Dígame dónde está el capitán”. “Por babor”-le dijo el marinero. “Perdón -se apenó Babalucas-. Por babor dígame dónde está el capitán”... El loquito del pueblo estaba sentado en una silla en la acera de la calle. Tenía en las manos una caña de pescar cuyo anzuelo estaba adentro de una tina. Pasó un tipo, y para divertirse a costa de él le preguntó, burlón: “¿Qué estás pescando?”. “...dejos -respondió el loquito-. Contigo ya llevo cinco”... El maestro estaba enseñando a los niños a sumar cantidades de dos dígitos. Puso tres cifras, una sobre otra: 90, 55, 89”. Luego dirigiéndose a Pepito le dijo: “A ver, Pepito”. Vio el chiquillo los números y arriesgó luego: “¿Miss México?”... Un tipo le preguntó a otro: “¿Realmente tu esposa está tan gorda y pesada como dices?”. “Mira -respondió el otro-. La semana pasada hizo un viaje a Acapulco en avión, y el jet tuvo que irse por la carretera”... Un raterillo fue llevado ante el juez. Se le acusaba de haber robado una bicicleta. El juzgador le preguntó: “¿Admite usted su culpabilidad?”. El caco se justificó: “Todo se debió a una lamentable confusión, su señoría. La bicicleta estaba recargada en la barda del panteón, y pensé que sería de algún muerto”... Don Martiriano fue a comprarse un traje, lo acompañó doña Jodoncia, su tremebunda esposa. Después de mucho vacilar el tímido señor escogió un traje. “Está horrible” -declaró la mujer. “Pero es el que me gusta” -adujo don Martiriano, tembloroso. “¡Está bien! -bufó doña Jodoncia-. ¡Haz lo que se te pegue la gana! ¡Después de todo tú eres el que vas a llevar ese adefesio!”. Acotó el empleado de la tienda: “Por lo menos el saco y el chaleco”. En el aula un muchacho eructaba de continuo. Le preguntó el maestro: “¿Por qué esos regüeldos? Dígame la probable causa de sus eructos, a fin de saber si debo llevarlo a la enfermería”. Contestó, apenado, el muchacho: “Le diré la verdad, maestro. Íbamos a presentar examen de Historia, y yo apunté en un papel algunas notas sobre la materia. Usted venía hacia mi asiento; temí que me hallara el papel, y me lo comí”. “Que esto le sirva de lección, jovencito -lo amonestó el mentor-. La Historia siempre se repite”... En la mayor parte de los países la celebración de un partido de futbol en día de elecciones no provocaría ninguna suspicacia. En México, en cambio, eso da origen a un cúmulo de sospechas. Sucede que estamos acostumbrados a los manipuleos de todo orden y desorden que hacen los partidos -especialmente el PRI- para obtener triunfos electorales, y entonces cualquier cosa que tenga el menor viso de trapacería nos pone en guardia y nos lleva a especular. En estos casos toda sospecha es razonable. Recordemos a la viejita que al confesarse le decía al sacerdote: “Me acuso, padre, de que levanto falsos que luego salen ciertos”. Es bien sabido que el abstencionismo electoral favorece siempre al partido en el poder. El hecho de que los ciudadanos no vayan a votar el próximo 7 de junio, o anulen su sufragio, llevará agua al molino priista. Es claro que cualquier encuentro deportivo de grandes proporciones el día de una jornada electoral hará que muchos ciudadanos no acudan a dar su voto. ¿A quién beneficia eso? Por el hilo se saca el ovillo. No le levantemos al PRI, entonces, falsos testimonios. Pueden salir ciertos... En el momento de la intimidad conyugal el marido le dijo a su mujer: “Gordoloba: Tú tienes algo de eléctrico”. “¿De veras?” -preguntó ella halagada. “Sí -confirmó el ruin sujeto-. Pareces refrigerador”. Un caballero de edad más que madura le pidió al encargado de la farmacia: “Deme tres pastillas de Viagra. Recibiré esta noche la visita de una dama, y no quiero quedar mal”. Al día siguiente acudió otra vez el veterano a la farmacia. “Deme un frasco de linimento para el brazo -pidió ahora-. La dama no llegó”. (No le entendí)... FIN.