viernes, 3 de abril de 2015

abril 03, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Las siete obras de misericordia. Aquella muchacha trabajaba en un jardín de niños. Ayer su marido le preguntó: “¿Te sucede algo? Te noto inquieta, preocupada, llena de desasosiego, y eso que estamos de vacaciones”. “Tienes razón -respondió ella-. Me angustio pensando que en estos días mis pobrecitos niños están solos con sus mamás”. El voluntario de la Liga Antialcohólica llegó a un domicilio y le dijo a la señora de la casa: “Estoy haciendo una colecta para seguir la lucha contra el alcoholismo. ¿Podría usted dar algo?”. “Ahora no tengo nada -responde ella-. Pero si viene usted a medianoche le daré a mi esposo. Podrá usarlo como ejemplo para mostrar los efectos que causa el abuso del alcohol”... Uglicia, ya se sabe, es más fea que un coche por abajo. Cierto día se puso feliz porque un hombre le dijo: “¿Te gustaría que cenáramos juntos esta noche?”. Respondió ella, entusiasmada: “¡Claro que sí! ¡Me encantaría!”. “Muy bien -dijo el cínico sujeto-. Entonces llama a tu mamá y dile que ponga otro cubierto en la mesa”... Pocos recuerdan ya las siete obras de misericordia que el buen padre Ripalda enunció en su olvidado Catecismo: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, dar posada al peregrino, visitar a los presos, enterrar a los muertos... La caridad, entendida como el hecho de dar al que no tiene, se considera ahora cosa anacrónica, obsoleta. Antes la gente hallaba gozo en ser caritativa, en compartir con los demás lo suyo. Ahora se razona con zarandajas tales como ésa de no dar el pescado, sino enseñar a pescar. Pensamos que eso de dar es función que corresponde a las dependencias del gobierno. En su origen la palabra “caridad” significa amor. Hacer el bien a los demás, sobre todo a los más necesitados, es reflejar ese amor sin el cual nada tiene significación. En la clase de Geografía la maestra le preguntó a Pepito: “¿Sabes dónde está el Canal Inglés?”. Aventuró el chiquillo: “¿No es el 545?”... Avaricio Cenaoscuras fue a una florería. Le dijo al encargado: “Mi esposa cumple años hoy. Quiero felicitarla, y vi el letrero que tienen en el aparador: ‘Dígalo con flores’”. Le sugirió el florista: “¿Por qué no le manda una docena de rosas?”. “Envíele una -respondió el cutre-. Soy hombre de pocas palabras”... Dos reos ingresaron al mismo tiempo a la prisión, y quedaron en la misma celda. Uno le preguntó al otro: “¿Cuántos años te echaron?”. “130” -respondió el sujeto. “A mí 150 -dijo el otro-. Toma entonces la cama que está más cerca de la puerta. Tú vas a salir primero”... El marido de doña Gorgolota se extravió entre la multitud que llenaba el parque de atracciones. Un policía le preguntó a la mujer: “¿Cómo es su esposo?”. Respondió ella: “Es alto, fornido, de pelo rizado”. “¡Mamá! -le dijo al oído una de sus hijas-. ¡Mi padre es chaparro, panzón y calvo!”. “Ya lo sé -respondió también en voz baja doña Gorgolota-. Pero a ver si me traen otro”... Muy triste un señor les contó a sus amigos: “Hace 30 años me enamoré de unos ojos profundamente verdes con fúlgidos destellos amorosos. Mi grave error consistió en haberme casado con todo lo demás”. Dos señoras se encontraron. Una le preguntó a la otra: “¿Qué está estudiando tu hija?”. “No sé exactamente -respondió la otra-, pero creo que es algo relacionado con la hotelería”. Quiso saber la primera: “¿Por qué supones eso?”. Contestó la señora: “Porque el otro día le oí decir que ya conoce todos los moteles de la ciudad”... Un tipo le dijo a su amigo: “Supe que te divorciaste. ¿Qué pasó?”. Responde el amigo, hosco: “¿Te gustaría vivir con una persona inconsciente, desobligada, gastadora, y para colmo infiel?”. “¡Claro que no!” -dijo el amigo. Remató el otro: “Pues a mi esposa tampoco le gustó”... Hecha una furia la señora le reclamó a su marido: “Me dicen que sostienes una relación adulterina con una rubia; que le tienes puesta una casa amoblada lujosamente; que le acabas de comprar un coche del año; que la vistes con ropa de marca y la cubres de joyas; que te paseas con ella en todas partes; que la llevas de viaje y la presentas como tu esposa”. “¡Carajo! -exclamó el marido con disgusto-. ¡Los chismes que inventa la gente! ¿De dónde sacaron que es rubia? ¡Es morena!... FIN.