miércoles, 4 de marzo de 2015

marzo 04, 2015
CIUDAD DEL VATICANO, 4 de marzo.-«Me acuerdo, cuando visitaba las casas de reposo, que hablaba con cada uno y muchas veces escuché esto: ‘Ah, ¿cómo le va? ¿Y sus hijos?’ ‘Bien, bien.’ ‘¿Cuántos tiene?’ ‘Muchos.’ ‘¿Y vienen a visitarla?’ ‘Sí, sí, siempre, vienen, vienen.’ ‘¿Y cuando vinieron la última vez?’. Así, la anciana, me acuerdo de una especialmente, decía: ‘Pues, en Navidad’. ¡Y era agosto! Ocho meses sin ser visitados por los hijos, ¡ocho meses abandonada! Esto se llama pecado mortal, ¿entendido?». Papa Francisco dedicó hoy a los ancianos («los abuelos, los tíos-abuelos») la audiencia general en la Plaza San Pedro, prosiguiendo con el ciclo de catequesis sobre la familia.


«El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado lo suficiente para hacerles sitio, con un justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad», dijo Jorge Mario Bergoglio. «Mientras somos jóvenes, somos inducidos a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que de la que hay que estar lejos; y luego, cuando nos hacemos viejos, especialmente si somos pobres, si estamos enfermos, si estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficiencia, que, consecuentemente, ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no pueden ser ignorados».


Citando la visita de Benedicto XVI a una casa para ancianos de la comunidad de Sant’Egidio («La cualidad de una sociedad, quisiera decir de una civilización, se juzga también según el trato que tengan los ancianos y el sitio que se les reserva en la vida común»), el Papa dijo: «es cierto, la atención a los ancianos es la diferencia en una civilización. ¿En una civilización hay atención al anciano?». Una «cultura de las ganancias insiste en presentar a los viejos como un peso»,amonestó Papa Francisco, y por eso son descartados. «Es muy feo ver ancianos descartados, es muy feo, ¡es pecado! No se osa decirlo abiertamente, ¡pero se hace! Hay algo vil en este acostumbrarse a la cultura del descarte. Pero nosotros estamos acostumbrados a descartar gente. Queremos remover nuestro temor por la debilidad  la vulnerabilidad, pero haciéndolo hacemos que en los ancianos aumente la angustia de ser mal soportados o de ser abandonados».

Y por el contrario, continuó, «los ancianos deberían ser para toda la sociedad, la reserva de sabiduría de nuestro pueblo», insistió el Papa. «Una vez -recordó- cuando era niño, la abuela nos contaba una historia de un abuelo anciano que se ensuciaba cuando comía sopa porque no podía llevarse la cuchara bien a la boca. Y el hijo, es decir el papá de la familia,decidió que no comiera en la misma mesa y le puso una mesita en la cocina, en donde no se veía porque comía solo. Pocos días después, llegó a su casa y encontró al hijo pequeño que jugaba con una madera y el martillo y los clavos. Estaba haciendo algo, y el papá le dijo: ‘¿Qué haces?’ ‘Estoy haciendo una mesa, papá.’ ‘Y, ¿para qué?’ ‘Para tener una cuando tu seas viejo, y puedas comer ahí.’ ¡Los niños tienen más consciencia que nosotros!», subrayó el Papa.

«Los ancianos -prosiguió el Pontífice argentino- son hombres y mujeres, padres y madres que estuvieron antes que nosotros en nuestro mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra cotidiana batalla para una vida digna. Son hombres y mujeres de los que hemos recibido mucho. El anciano no es un extraterrestre. El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente, aunque no pensemos en ello. Y, si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros».

Una sociedad sin proximidad, continuó el Papa, donde «la gratuidad y el afecto sin contrapartidas van desapareciendo, es una sociedad perversa». Fiel a la Palabra de Dios, la tradición de la Iglesia siempre ha valorado a los ancianos y ha dedicado un cuidado especial a esa etapa final de la vida. Por eso mismo, no puede tolerar una mentalidad distante, indiferente y, menos aún, de desprecio a los mayores, y pretende despertar el sentido colectivo de gratitud y acogida, para que los ancianos lleguen a ser parte viva de la sociedad. Los jóvenes de hoy, concluyó Francisco, serán los ancianos de mañana. También ellos lucharon por una vida digna, recorriendo nuestras mismas calles y viviendo en nuestras casas. Tengamos bien presente que donde los ancianos no son respetados, los jóvenes no tienen futuro. (Iacopo Scaramuzzo / Vatican Insider / larazon.es)