sábado, 14 de marzo de 2015

marzo 14, 2015
CIUDAD DEL VATICANO, 14 de marzo.- «El mensaje de Jesús es la misericordia. Para mí, lo digo humildemente, es el mensaje más fuerte del Señor», dijo en la homilía en la Iglesia Parroquial de Santa Ana en el Vaticano, cuatro días después de haber sido elegido Papa. «Yo creo que este es el tiempo de la misericordia», dijo durante la conferencia de prensa cuando volvía de su primer viaje internacional a Brasil, el 29 de julio de 2013. «La misericordia no es solo una actitud pastoral, sino la sustancia misma del Evangelio», escribió en una carta enviada el lunes pasado a la Universidad Católica Argentina. El tema de la misericordia ha sido central en estos primeros años de Pontificado, y ayer, en el segundo aniversario de su elección como Pontífice, Francisco anunció la promulgación de un Año Santo de la Misericordia. Fue el Papa en persona quien lo comunicó, durante la liturgia penitencial que presidió en la Basílica de San Pedro y en la que confesó a algunos fieles. Este Jubileo Extraordinario comenzará el próximo 8 de diciembre, en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II, y durará hasta la fiesta de Cristo Rey, en noviembre de 2016.

El Papa se confiesa. (ansa)

Estas son las palabras con las que Papa Francisco anunció el Año Santo: «Queridos hermanos y hermanas, he pensado a menudo cómo podría la Iglesia hacer más evidente su misión de ser testimonio de la misericordia. Es un camino que comienza con una conversión espiritual. Por esto decidí promulgar un Jubileo extraordinario que tenga en su centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la Palabra del Señor: “Sean misericordiosos como el Padre” (Lc, 6, 36). Este Año Santo iniciará en la próxima solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016, Domingo de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo y rostro vivo de la misericordia del Padre».


«Encomiendo la organización de este Jubileo -añadió el Papa- al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, para que pueda animarlo como una nueva etapa del camino de la Iglesia en su misión de llevar a todas las personas el Evangelio de la misericordia. Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría para volver a descubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la que todos somos llamados a dar consolación a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. Lo encomendamos desde ahora a la Madre de la Misericordia, para que dirija hacia nosotros su mirada».

Durante el vuelo de regreso de Río de Janeiro, en julio de 2013, Francisco respondió a la pregunta de un periodista diciendo: «Yo creo que este es el tiempo de la misericordia. Este cambio de época, incluso muchos problemas de la Iglesia –como un mal testimonio de algunos sacerdotes, incluso por problemas de corrupción en la Iglesia–, como el problema del clericalismo, por poner un ejemplo, ha dejado muchos heridos, muchos heridos. Y la Iglesia es madre: debe ir a curar a los heridos, con misericordia. Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra posibilidad, que es esta: antes que nada curar a los heridos… Es mamá, la Iglesia, y debe seguir adelante por esta vía de la misericordia. Y encontrar una misericordia para todos. Yo pienso, cuando el Hijo pródigo volvió a casa, el papá no le dijo: “A ver, tú, siéntate. ¿Qué hiciste con el dinero?”. No: ¡hizo fiesta! Después, tal vez, cuando el hijo quiso hablar, habló. La Iglesia tiene que hacer así. Cuando hay alguien… pero, no solo hay que esperarlos, ¡hay quei r a buscarlos! Esta es la misericordia. Y yo creo que esto es un “kairós”: este tiempo es un “kairós” de misericordia. Pero esta primera intuición la tuvo Juan Pablo II, cuando comenzó con Faustina Kowalska, la Divina Misericordia… Él había intuido que era una necesidad de este tiempo».

El “kairós”, según la tradición bíblica, es la circunstancia conveniente, el tiempo oportuno para una iniciativa de Dios, que debe ser aprovechada en el presente. Con el anuncio de hoy, Francisco quiere favorecer el redescubrimiento del sacramento de la penitencia y de la reconciliación, y recordar que «Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón».

La bula será publicada el mes que viene, el Domingo de la Divina Misericordia (12 de abril), instituido por Juan Pablo II. Este nuevo Año Santo no es parte de la serie de los “ordinarios” celebrados cada 25 o 50 años (el último fue el gran Jubileo de 2000), sino que forma parte de los Jubileos “extraordinarios”, que la Iglesia promulga en momentos particulares de la historia, como el de Papa Wojtyla, en 1983, para celebrar los 1950 años de la redención que cumplió Jesús en la Cruz el año 33.

«La vía de la Iglesia –dijo el Papa durante la importante homilía del pasado 15 de febrero con los nuevos y viejos cardenales– es la de no condenar eternamente a nadie; infundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con el corazón sincero; la vía de la Iglesia es justamente la de salir del proprio ámbito para ir a buscar a los que están lejos, a los que están en las «periferias de la existencia», es decir, adoptar íntegramente la lógica de Dios y seguir al Maestro que dijo: “No son los sanos los que necesitan a un médico, sino los enfermos; yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”».

Particularmente significativa, para comprender la mirada del Papa sobre este argumento, fue la homilía que pronunció ayer en la tarde en San Pedro y que concluyó con el anuncio del Jubileo. Francisco, comentando el pasaje evangélico de la pecadora que se postra frente a Jesús para untarle los pies con ungüentos perfumados, explicó la diferencia entre su actitud y la de Simón, el fariseo. En el primer caso, está «el amor que va más allá de la justicia», mientras que «Simón el fariseo, por el contrario, no logra encontrar la vía del amor. Se queda quieto en el umbral de la formalidad… En sus pensamientos invoca solamente la justicia y, de esta manera, se equivoca. Su juicio sobre la mujer lo aleja de la verdad».

«El llamado de Jesús nos impulsa a cada uno de nosotros a no detenernos nunca en la superficie de las cosas –explicó el Papa–, sobre todo cuando estamos frente a una persona. Somos llamados a ver más allá, a apostar por el corazón para ver de cuánta generosidad cada quien es capaz. Nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios; todos conocen la vía para acceder a ella, y la Iglesia es la casa que acoge a todos y no rechaza a nadie. Sus puertas permanecen abiertas de par en par, para que todos los que han sido tocados por la gracia puedan encontrar la certeza del perdón. Entre más grande sea el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa a los que se conviertan».

Después del anuncio del Jubileo extraordinario y antes de confesar a algunos fieles, el Pontífice argentino se dirigió a los confesionarios de San Pedro y se arrodilló para confesarse en persona. (Andrea Tornielli / Vatican Insider)