jueves, 5 de marzo de 2015

marzo 05, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


He aquí diez cosas que una mujer no le debe decir a un hombre cuando lo ve desnudo: 1-. “¿Qué te parece si mejor vemos la tele?”. 2-. “¿Funciona al menos?”. 3-. “Entiendo que hay un procedimiento quirúrgico para arreglar eso”. 4-. “Si la toco ¿no desaparecerá?”. 5-. “Y ni siquiera hace frío”. 6-. “No te dé pena; después de todo tienes otras cualidades”. 7-. “Quizá si la regamos y abonamos crecerá un poco”. 8-. “¿Qué es eso?”. 9-. “También tu coche es compacto ¿verdad?”. 10-. “¡Mira! ¡Y tan grandes que se te ven los pies!”. Aquel merolico vendía en la calle un producto que anunciaba como “el elixir de la eterna juventud”. Un señor le preguntó al niño que lo ayudaba: “¿Funciona ese elixir que vende tu patrón?”. Respondió el chiquillo: “La verdad no sé, caballero. Apenas llevo 90 años trabajando para él”. Cierto individuo consultó a un especialista: “Soy casado y padre de 15 hijos. Entré a trabajar en el laboratorio atómico, y mis amigos me dicen que puedo quedar estéril. ¿Es cierto eso?”. Contestó el especialista: “Sí. Pero no se haga usted demasiadas esperanzas”. En el Metro un señor le preguntó a Babalucas: “¿En qué estación debo bajarme para ir al Monumento a la Revolución?”. Le indicó el badulaque: “Fíjese dónde me bajo yo, y baje usted dos estaciones antes”. Pescaron a la Tuta. Surgirán ahora, y ocuparán su lugar, el Tato, el Teto, el Tito, el Toto y el Tuto. Pescaron al Z-42. Surgirán ahora, y ocuparán su lugar, el Z-44, el Z-46, el Z-48 y el Z-50. En lo que se refiere al narcotráfico esta inútil guerra es el cuento de nunca acabar. A costa de decenas de miles de muertos les estamos haciendo el trabajo sucio a los norteamericanos, que ni siquiera se despeinan mientras nosotros nos matamos. Nuestros vecinos, grandes consumidores de drogas, son el mayor mercado del mundo para eso que antes se llamaban sustancias prohibidas, y nos exigen cerrar las puertas de ese mercado, que los consumidores de allá quieren muy abiertas. Nos esforzamos en proteger a quienes no quieren ser protegidos. Es una pena que estemos supeditados a la voluntad de los Estados Unidos. Si así no fuera procederíamos a la legalización de las drogas, única solución a los mil conflictos causados por el prohibicionismo, y dejaríamos que los vecinos se las entendieran con sus innumerables drogadictos, que no pueden vivir sin inyectarse estiércol en las venas o sin llenarse de polvo blanco las narices. ¡Cuántas escuelas, cuántos hospitales, cuántas carreteras podríamos hacer con el dinero que ahora destinamos a combatir el tráfico de drogas! Hagamos lo que le conviene a México, no lo que les sirve a esos vecinos a los que siempre hemos servido. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado. El padre Arsilio estaba confesando a un individuo. Le preguntó: “¿Deseas a la mujer de tu prójimo?”. “Sí, padre - admitió el tipo-. Pero, en compensación, a la mía no la deseo nada”. Afrodisio Pitongo recibió un mensaje. Se lo enviaba el marido de una mujer con quien el salaz sujeto tenía tratos de fornicio. Decía así el mensaje: “Señor mío: Ha llegado a mi conocimiento el hecho de que usted sostiene una relación adulterina con mi esposa. A fin de arreglar este asunto civilizadamente le pido que se presente en mi oficina el próximo viernes a las 5 de la tarde”. Contestó Afrodisio: “Recibí su atenta circular. Con mucho gusto llegaré puntualmente a la convención”. El botones del hotel oyó sonidos y palabras sugestivas en la suite nupcial, y eso hizo que mantuviera pegado el oído a la cerradura del cuarto que ocupaban los recién casados. Lo primero que escuchó, a las 12 de la noche, fue la voz del novio que le decía en tono suplicante a su flamante mujercita: “¿Ya?”. Respondió ella: “Todavía no”. Después oyó el botones que decía el muchacho: “Mi vida: ya es la una de la mañana. ¿Puedo?”. Contestó ella: “Aún no. Espera”. A lo largo de la noche se repitió varias veces la suplicante demanda del galán y la tenaz negativa de la chica. El Sol asomaba ya las pompas por los balcones del oriente cuando se oyó la nueva rogativa del muchacho: “Mi vida: son las 7 de la mañana. ¿Ya?”. El botones no pudo menos que sorprenderse al oír que la chica accedía por fin. Le dijo la novia a su maridito: “Está bien. Ya puedes bajarte”. FIN.