viernes, 6 de febrero de 2015

febrero 06, 2015
Gilberto Avilez Tax

Una de las características principales del mexicano es creer y crear mucho a sus mártires. Creo que tenemos demasiados mártires en el santoral reciente de la patria adolorida: los 43 de Ayotzinapa, ABC, las víctimas de la narco política, los mártires históricos (los pueblos indígenas de México, Zapata, Villa y Felipe Carrillo Puerto), la izquierda acallada por el autoritarismo de 70 años y el autoritarismo del caudillo, etc. Considero que el mexicano común y corriente no puede vivir sin los mártires, los mártires son su razón de ser, su utopía posible y su decálogo de virtudes aunque la mejor virtud de los mártires ha sido la de morir o hacerse morir tan fácilmente; pero también creo que este país sería mucho mejor sin esa peculiar característica que nos hace sufrir por cualquier cosa, por cualquier verracada.


Hace unas horas, supe que un “luchador social” del estado de Morelos, un comunista triste del Frente Popular Revolucionario (una especie de colectividad antediluviana y trasnochada que, contra viento y marea, cree en la pesadilla estalinista), fue encontrado muerto en un paraje llamado Las Huilotas, en Ciudad Ayala, Morelos. Su muerte no sale de aquella recreación canibalesca en que recientemente algunas regiones del país han estado inmersas como en un gran charco de sangre y podredumbre: su cabeza le fue cercenada, las manos se las cortaron, y hay claros indicios de que lo torturaron hasta el cansancio. La escena, por donde se la mire, es bárbara, con exactitud podríamos decir inhumana, y propia de una región altamente violenta como la región de Guerrero y Morelos, focos negros y resplandecientes de sombra en la actual geografía de la violencia nacional. Tenía menos de 48 horas de haber sido “levantado”, luego de asistir a una “asamblea popular” con un grupo de campesinos de la Montaña de Guerrero que cabildean para que el estado les otorgue una vivienda. Hay que decir, que la Montaña de Guerrero es una de las zonas más pobres del país caracterizada por su alta producción de opio en el mundo.

De inmediato, los borricos fanáticos de toda laya, pelaje y peladaje izquierdizante, por las redes sociales comenzaron a rezar sus consabidas letanías dominicales -hashtags, tuiters y post facebookeros de por medio-, en memoria del nuevo mártir que este país, ahíto de mártires, no necesita ya más: haciendo eco del execrable Frente Popular Revolucionario –cuya consigna, dicen sus voceros, es derrocar las instituciones democráticas, hacer una bostezante “revolución” y crear el terror de los enjuiciamientos populares contra sus enemigos de clase y sus perrunos personeros-, que responsabilizó al gobernador de ese estado desde el primer momento, los borricos rumiaron, tal vez sin creerla, o plenamente convencidos de ello, que “fue el Estado”, que el crimen de ese “dirigente popular” fue, a todas luces, un crimen político que necesita explicación y justicia. Incluso una nota alarmista y cínica del diario derechista El País, se atrevió a decir que la muerte de este “revolucionario” podría devenir en un recrudecimiento de la movilización social, en una zona del país caracterizada por la guerrilla desde tiempos inmemoriales.

A pesar de que la Policía de Investigación Criminal de ese estado, instigada tal vez por el contexto mayor de Ayotzinapa (y es que el occiso era un entusiasta activista para el esclarecimiento de lo de Ayotzinapa) actuó con unas prisas pocas veces vista, para dar con el paradero de sus cuatro victimarios en la comunidad de Moyotepec, Morelos; y a pesar de que el móvil del asesinato, creíble en mi concepto, estriba en que la muerte de este activista de la izquierda paleolítica se debió, no al Estado y no a la narco política, sino a taciturnos y vulgares campesinos inconformes; los borricos de las redes sociales siguen, insisten, insistirán y lanzarán sus procaces sentencias condenatorias a diestra y siniestra diciendo que “fue el Estado”, y que la muerte de este nuevo “mártir” no quedará impune, que habrá venganza porque todo mártir merece que lo venguen. Y uno se pregunta, ¿alguna vez dejaremos de necesitar mártires?