sábado, 28 de febrero de 2015

febrero 28, 2015
MONTEVIDEO, Uruguay, 28 de febrero.- Empezó a despedirse de la Presidencia sin muchas ganas. A la hora 16.30, José Mujica debía presentarse en el Palacio Estévez para descubrir en ceremonia protocolar un cuadro suyo en el Museo de la Casa de Gobierno, junto a Torre Ejecutiva. Evitó a los militantes que lo esperaban en el frente y entró al palacio por atrás. “Muy bien”, dijo al ver su retrato. “¡Mirá qué barra que te acompaña!”, le comentó el prosecretario de Presidencia, Diego Cánepa. Mujica observó los cuadros de Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle, Jorge Batlle y Tabaré Vázquez y se retiró, sin decir más.

De chancletas y distendido en un acto oficial. (Todas las fotos del archivo de El País)

Dos horas y media después debió regresar a Plaza Independencia, esta vez para la ceremonia de arriado del Pabellón Nacional. Unos minutos antes, llegó el presidente electo, Tabaré Vázquez, junto al vice electo Raúl Sendic, y se acercó a las vallas para saludar a los militantes. Luego caminó hacia el estrado y se sentó a la espera de Mujica.


“¡Buenas tardes!”, saludó el mandatario por altoparlante apenas llegó. “¡Gracias, Pepe!”, respondieron algunos, desaforados, con máscaras del mandatario y sacudiendo banderas frenteamplistas. La pepemanía comenzaba a latir.

Luego del himno, Mujica y su esposa, la senadora Lucía Topolansky, caminaron hacia el pabellón que flameó durante los últimos cinco años en Plaza Independencia, junto al monumento a Artigas. La pareja presidencial mantuvo la mirada firme en el pabellón, mientras los blandengues lo arriaban, hasta que Topolansky no logró contener la emoción. Entonces, Mujica miró hacia el cielo, respiró y bajó otra vez la mirada.

Al recibir el pabellón, le dio cuatro palmadas, saludó a los militantes con su mano y volvió al estrado para dar su discurso. “¡Te amo, Pepe!”, gritó una señora. “¡La bandera sos vos, viejo!”, retrucó otra, con la voz quebrada.

“Sufrimos e hicimos sufrir”

El presidente comenzó su discurso recordando su infancia y su juventud y sus años de lucha guerrillera. “Nos terminamos jugando todo, como muchos otros. Sufrimos e hicimos sufrir y somos conscientes. Pagamos precios enormes pero seguimos por milagro vivos, templados y aprendiendo con la adversidad”, expresó.

Luego, comenzó a despedirse como las murgas, que prometen volver en cada retirada. “No hay ningún final sino el camino mismo. Muchos otros arrimarán lo suyo y continuarán el camino de lucha”, continuó.

La lucha entre el egoísmo consumista y la solidaridad, esa dicotomía a la que el mandatario suele recurrir en cada discurso, también estuvo presente ayer. “Pasaron cinco años fratricidas que se fueron rapidísimo”, expresó.

“Querido pueblo, gracias por tus abrazos, por tus críticas, por tu cariño y sobre todo gracias por tu hondo compañerismo cada una de las veces que me sentí solo en el medio de la Presidencia. Si tuviera dos vidas las gastaría enteras para ayudar tus luchas, porque es la forma más grandiosa de querer la vida que he podido encontrar a lo largo de mis casi 80 años”, agregó, emocionado.

“No me voy, estoy llegando. Me iré con el último aliento y donde esté estaré por ti, estaré contigo porque es la forma superior de estar con la vida. Gracias, querido pueblo”. Con esta frase se despidió hasta mañana, cuando volverá a Plaza Independencia para devolverle la banda presidencial a Vázquez.

Pepemanía

El cuerpo de Blandengues se retiró con la “Marcha a mi bandera” y, al mismo tiempo, la Orquesta Juvenil del Sodre comenzó a tocar “A Don José”. Mujica se dirigió entonces hacia las vallas para saludar a los militantes.

Una avalancha de periodistas nacionales e internacionales lo siguió, lo rodeó y se armó lío. Varios militantes saltaron las vallas y comenzaron a pedirle fotos. La seguridad del mandatario empujó a los periodistas, Mujica y Topolansky les dieron la mano al que pudieron y en medio de ese remolino un fotógrafo perdió un champión y una señora cayó al piso. “¡Clonate, Pepe!”, le pidió un joven, mientras le agarraba unos dedos e intentaba sacarse una selfie al mismo tiempo. La pepemanía rumbeaba hacia la cima.

Mujica logró a duras penas saludar a algunos militantes que estaban tras las vallas y emprendió la retirada hasta el auto. “Pepe, amigo, el pueblo está contigo”, coreaba la multitud.

Varias militantes se prendieron a la ventanilla del auto para hacerle un último pedido, con los ojos empapados, como si se tratara de una estrella de Hollywood. Y así se fue, con una caravana de militantes que corrían tras el auto por la calle San José.

Al rato, un Fusca de jueguete en tamaño real con una careta de Mujica también emprendió la retirada. Pero la fiesta no terminó allí. Una batucada tomó la avenida 18 de Julio, cortó el tránsito y desató un carnaval pepemaníaco. “No se va, el Pepe no se va”, cantaban y bailaban los militantes, contentos e ilusionados con la promesa de que no se despide, sino que recién está llegando. (El Observador)